Como es bien sabido, parte medular de mi vida son la lectura y la información, y el periodo de embarazo y postparto no han sido excepciones a la regla: saber del desarrollo intrauterino semana por semana, que si la onda groovy para la relajación y la buena vibra, que si las listas de artículos necesarios para la llegada de la pequeña Lety, que si los trámites para el hospital, los cuidados del puerperio, los primeros días de la nueva familia en casa y un sinnúmero de datos que nos han sido de gran utilidad.
Sin embargo, poco viene en los libros, internet y otras publicaciones en torno al místico momento del parto, del preciso instante de dar a luz, y lo poco que se dice no necesariamente coincide con la realidad.
Si bien es cierto que cada mujer es diferente y aun de manera individual los partos son distintos entre sí, a continuación lo que mi experiencia refuta a lo que se ha dicho al respecto:
- Se dice que… la maleta que uno lleva al hospital debe incluir una bolsa con artículos que se puedan necesitar durante el parto, tales como una liga o banda para detener el pelo, caramelos por si se requiere una recarga de energía (por aquello del azúcar), un abanico para aliviar el calor producido por el esfuerzo y música para relajarse.
- La realidad: a la hora de la hora la mentada bolsita se queda en la maleta. De cualquier forma, la liga no es necesaria porque le ponen a uno gorro de quirófano, la azúcar viene incluida en el suero que de cajón te ponen, el abanico sale sobrando (ni modo de estarse echando aire en plena expulsión) y la música seguro ni la oyes al estar concentrada en lo esencial.
- Se dice que… al momento de nacer hay que poner al bebé sobre el pecho de la madre para procurar un contacto inicial piel con piel. Eso beneficia los lazos emocionales de ambos y le da seguridad al recién nacido.
- La realidad: cuando el bebé nace, el pediatra procede a verificar su estado de salud y le realiza la prueba APGAR. Posteriormente te lo llevan para que lo veas, se toma la primerísima foto familiar, le das su beso y al chiquitín lo escoltan al cunero y a la mamá a la sala de recuperación. Ah, y no por ello se ve mermado el lazo emocional.
- Se dice que… hay que amamantar al bebé lo antes posible para que no pierda el reflejo de succión y así sea más fácil la lactancia, tanto para él como para la madre.
- La realidad: si no ponen al bebé sobre el pecho de la madre, ¿ustedes creen que van a dar espacio a la tomadera de leche?... Jajaja (y en cuanto al reflejo de succión, esperen al tercero o cuarto mes y ustedes dirán si no son chupetazos los que da el bebé a su mano y a todo lo que se le atraviese, jajaja).
viernes, 29 de julio de 2011
viernes, 22 de julio de 2011
Sociedades criminalizadas
Desde del nacimiento de Lety, para regresar del trabajo a la casa tomo el metro, luego un autobús y finalmente camino unos 10 minutos. Así, como cada tarde, llegando a la estación Universidad, el martes pasado subí al camión, me senté, el vehículo arrancó, dio vuelta en U y se enfiló por la avenida Delfín Madrigal.
Esta última es transitada, pero no llega a la categoría de ‘calle principal’ o ‘vía primaria’. Incluso se podría decir que está muy sola en algunos tramos. Fue en uno de estos donde ese día estaba instalado un retén de la policía federal, y cuál va siendo mi sorpresa cuando hicieron señas al autobús para que se orillara.
Detenida la marcha se escuchó una voz en la puerta, ‘Buenas tardes, caballero, lo molesto con su tarjetón y tarjeta de circulación’; se trataba de un tipo con uniforme negro, lentes obscuros y actitud arrogante, que iba acompañado de otro fulano con la misma vestimenta y peor talante, con arma larga a dos manos. El chofi ni chistó, le dio sus documentos y a los pocos minutos nos dejaron continuar.
Probablemente en otras condiciones de país eso hubiera sido una situación cualquiera (bueno, de hecho los federales no tendrían porque hacerle al inspector de tránsito en ninguna circunstancia…), pero a mi me pareció un abuso lo sucedido: ¿por qué un retén para revisar autobuses concesionados, por qué el policía no se quitó los lentes para tratar con su interlocutor, por qué la prepotencia implícita en todo eso?
Pienso que a raíz de la violencia desatada y generalizada en todo el país, nuestra sociedad parece criminalizarse, es decir, todos somos sospechosos y eso da a la mal entendida autoridad elementos para actuar de manera arbitraria.
Eso deriva en la paranoia, en los delirios de persecución y en el temor de hacer las cosas habituales, porque ¿quién proporciona las garantías? Por ejemplo, en el caso del martes, ¿quién garantiza nuestra integridad si en una de esas los policías se hubieran puesto locos y empiezan a disparar a los tripulantes del fisher, o que hubieran sembrado drogas o armas en el vehículo, o que nos hubieran llevado a todos de chivos expiatorios acusados por sabrá Dios qué delitos?
Lo mismo pasa ahora con los más chicos, pues tal parece que ser joven se ha vuelto sinónimo de delincuente. Si no, recuerden cuando asesinaron (y fueron los militares) a los estudiantes del ITESM en Nuevo León, o al hijo del escritor Javier Sicilia. Lo primero que piensa la gente (o pensamos en su momento, en la inmediatez de los hechos) es ‘Seguro en algo andaban’, cuando su único delito fue estar en el lugar equivocado.
Y como estamos tan sensibles y temerosos, todos pueden ser culpables de todo, lo cual lleva al caos, a la justificación de las violaciones a los derechos humanos (‘ni modo, más valía actuar de tal o cual manera, luego ya se verá si era o no culpable o responsable’) y a una situación de criminalizar al prójimo que no es buena para ninguna sociedad.
Esta última es transitada, pero no llega a la categoría de ‘calle principal’ o ‘vía primaria’. Incluso se podría decir que está muy sola en algunos tramos. Fue en uno de estos donde ese día estaba instalado un retén de la policía federal, y cuál va siendo mi sorpresa cuando hicieron señas al autobús para que se orillara.
Detenida la marcha se escuchó una voz en la puerta, ‘Buenas tardes, caballero, lo molesto con su tarjetón y tarjeta de circulación’; se trataba de un tipo con uniforme negro, lentes obscuros y actitud arrogante, que iba acompañado de otro fulano con la misma vestimenta y peor talante, con arma larga a dos manos. El chofi ni chistó, le dio sus documentos y a los pocos minutos nos dejaron continuar.
Probablemente en otras condiciones de país eso hubiera sido una situación cualquiera (bueno, de hecho los federales no tendrían porque hacerle al inspector de tránsito en ninguna circunstancia…), pero a mi me pareció un abuso lo sucedido: ¿por qué un retén para revisar autobuses concesionados, por qué el policía no se quitó los lentes para tratar con su interlocutor, por qué la prepotencia implícita en todo eso?
Pienso que a raíz de la violencia desatada y generalizada en todo el país, nuestra sociedad parece criminalizarse, es decir, todos somos sospechosos y eso da a la mal entendida autoridad elementos para actuar de manera arbitraria.
Eso deriva en la paranoia, en los delirios de persecución y en el temor de hacer las cosas habituales, porque ¿quién proporciona las garantías? Por ejemplo, en el caso del martes, ¿quién garantiza nuestra integridad si en una de esas los policías se hubieran puesto locos y empiezan a disparar a los tripulantes del fisher, o que hubieran sembrado drogas o armas en el vehículo, o que nos hubieran llevado a todos de chivos expiatorios acusados por sabrá Dios qué delitos?
Lo mismo pasa ahora con los más chicos, pues tal parece que ser joven se ha vuelto sinónimo de delincuente. Si no, recuerden cuando asesinaron (y fueron los militares) a los estudiantes del ITESM en Nuevo León, o al hijo del escritor Javier Sicilia. Lo primero que piensa la gente (o pensamos en su momento, en la inmediatez de los hechos) es ‘Seguro en algo andaban’, cuando su único delito fue estar en el lugar equivocado.
Y como estamos tan sensibles y temerosos, todos pueden ser culpables de todo, lo cual lleva al caos, a la justificación de las violaciones a los derechos humanos (‘ni modo, más valía actuar de tal o cual manera, luego ya se verá si era o no culpable o responsable’) y a una situación de criminalizar al prójimo que no es buena para ninguna sociedad.
viernes, 15 de julio de 2011
Una de cal por las de arena
Qué satisfactorio fue ver por televisión el pasado domingo la final del Mundial Sub-17, en la que nuestra Selección ganó –y bien ganado– 2-0 a Uruguay, conquistando el título y llevándose el trofeo.
Qué emocionante fue apreciar las caras de esos chicos con sus medallas al pecho, llorando, abrazándose, vitoreando a su entrenador, disfrutando palmo a palmo su merecida gloria deportiva.
Qué buena respuesta de la afición que se sumó al entusiasmo de la Sub-17 y se desbordó a las calles para apoyar y festejar, que agotó las entradas de los estadios donde jugó y aplaudió al día siguiente el recorrido de la Selección en turibús por toda la ciudad.
No cabe duda que ahí se escribió un capítulo importante en el deporte de nuestro país, con esa calidad de juego y un resultado que no solemos tener a nivel futbolístico. Pero, ¿a qué se debe que ellos pudieran hacerlo, a diferencia de la mal llamada ‘Selección Mayor’, que no ha sido más que una vergüenza nacional?
En primer lugar son jugadores desconocidos, que si bien todos deben tener proyectos, sueños e ideales de colocarse en equipos de primera división de México o en otros países, lo cierto es que por ahora se les ve auténticos, ‘limpios’, el juego por el juego, el triunfo per se.
Asimismo, por su carácter hasta cierto punto anónimo (que ya no lo es tanto luego de ese campeonato), aun no llaman la atención de los patrocinadores ni de las televisoras, que como una especie de Rey Midas contaminan todo lo que tocan y le restan legitimidad (eso sí, en cuanto terminó el partido se fueron cual chacales a apoderarse de aquellos a los que ven potencial ‘para vender’, qué actitud…).
Lo mismo sucede con los directivos de la Federación Mexicana de Futbol, que tiende a cumplir el requisito de enviar selecciones a las contiendas deportivas para cumplir con los compromisos adquiridos, pero no necesariamente se preocupa por el nivel más allá de la ‘Selección Mayor’ por lo que ésta implica.
Independientemente de lo que suceda con esos chicos, con su entrenador y su futuro, lo cierto es que ya nos tocaba y lo hemos disfrutado mucho, y digo ‘nos tocaba’ como público ávido de buenos resultados.
(Lo que me parece patético en cualquier situación es que si alguien destaca en tal o cual ámbito se le organice su consabida visita a Los Pinos, yéndose de gorra con las victorias en las que no tuvieron naaaada que ver…).
Qué emocionante fue apreciar las caras de esos chicos con sus medallas al pecho, llorando, abrazándose, vitoreando a su entrenador, disfrutando palmo a palmo su merecida gloria deportiva.
Qué buena respuesta de la afición que se sumó al entusiasmo de la Sub-17 y se desbordó a las calles para apoyar y festejar, que agotó las entradas de los estadios donde jugó y aplaudió al día siguiente el recorrido de la Selección en turibús por toda la ciudad.
No cabe duda que ahí se escribió un capítulo importante en el deporte de nuestro país, con esa calidad de juego y un resultado que no solemos tener a nivel futbolístico. Pero, ¿a qué se debe que ellos pudieran hacerlo, a diferencia de la mal llamada ‘Selección Mayor’, que no ha sido más que una vergüenza nacional?
En primer lugar son jugadores desconocidos, que si bien todos deben tener proyectos, sueños e ideales de colocarse en equipos de primera división de México o en otros países, lo cierto es que por ahora se les ve auténticos, ‘limpios’, el juego por el juego, el triunfo per se.
Asimismo, por su carácter hasta cierto punto anónimo (que ya no lo es tanto luego de ese campeonato), aun no llaman la atención de los patrocinadores ni de las televisoras, que como una especie de Rey Midas contaminan todo lo que tocan y le restan legitimidad (eso sí, en cuanto terminó el partido se fueron cual chacales a apoderarse de aquellos a los que ven potencial ‘para vender’, qué actitud…).
Lo mismo sucede con los directivos de la Federación Mexicana de Futbol, que tiende a cumplir el requisito de enviar selecciones a las contiendas deportivas para cumplir con los compromisos adquiridos, pero no necesariamente se preocupa por el nivel más allá de la ‘Selección Mayor’ por lo que ésta implica.
Independientemente de lo que suceda con esos chicos, con su entrenador y su futuro, lo cierto es que ya nos tocaba y lo hemos disfrutado mucho, y digo ‘nos tocaba’ como público ávido de buenos resultados.
(Lo que me parece patético en cualquier situación es que si alguien destaca en tal o cual ámbito se le organice su consabida visita a Los Pinos, yéndose de gorra con las victorias en las que no tuvieron naaaada que ver…).
sábado, 9 de julio de 2011
Ni llorar es bueno
Luego de meses de traqueteo, gritos y sombrerazos partidistas, ya pasaron las elecciones en el Estado de México, con una apabullante victoria del candidato priísta con más del 60% de los votos. Si bien era de adivinarse que el Revolucionario Institucional defendería uno de sus máximos bastiones con todo (incluyendo la tradicionalísima entrega de tortas, bolsas para el mandado y electrodomésticos), nadie supuso que los resultados fueran lo que fueron. ¿Cómo explicar eso?
El politólogo Sergio Aguayo lo atribuyó en parte a que si más de la mitad de los mexicanos avala prácticas como la ‘mordida’ y el soborno, la corrupción gubernamental y los abusos públicos no le asustan, ni le extrañan, ni lo ven como algo negativo. Es decir, una sociedad corrupta avala la corrupción.
Por otra parte, nuestro admirado Lorenzo Meyer mencionó la apatía de la población como un elemento fundamental para el análisis, siendo lo más alarmante su presencia entre los jóvenes (y se cuestionaba: ¿cómo es posible que en Egipto, Grecia y España las protestas y los ‘ya basta’ vengan de ese sector y en México éste brille por su ausencia?).
Adicionalmente yo agregaría el miedo al cambio: es muy común que el mexicano diga ‘más vale malo por conocido que bueno por conocer’, y lo peor del caso es que cuando se ha gestado el ánimo para probar alternativas el resultado no ha sido mejor y la gente vuelve a su inmovilidad habitual, votando por la opción de origen (y es que en México la alternancia no ha sido garante de nada, ni siquiera creo que haya fortalecido la democracia).
Algunos señalan que lo que ocurre en el EdoMex es la antesala de lo que vendrá al año siguiente en las elecciones presidenciales; verdad o no, lo cierto es que el escenario para 2012 se ve bastante sombrío, con el PRI arrollando en las urnas –siendo lo más patético que ni siquiera ha hecho algo para ganarse al electorado y volver–, la izquierda desgajándose por pugnas internas (con otros corruptazos reacomodados en el PRD, como es el caso de Dolores Padierna y René Bejarano) y la derecha de un tono gris que no pasa del tercer lugar (y en el PAN es donde se dará la peor división por la rebatinga que traen por el poder; puñado de ilusos, como si lo estuvieran haciendo tan bien…).
¿Qué clase de sociedad somos, que no cuestionamos el uso de los recursos públicos, que no analizamos la relación perversa del gobernador saliente con las televisoras, que nos seguimos conformando con los lugares comunes que ofrecen los candidatos (‘promoveré la creación de empleos’, ‘elevaré la calidad de la educación’, ‘velaré por la seguridad pública’), que en ningún momento exigimos un verdadero cambio de sistema? Este último es el que está agotado, caduco, y hasta que no salgamos de su decadencia no podremos transitar a un verdadero sistema democrático. Y mientras eso sucede, tal parece que ni llorar es bueno…
El politólogo Sergio Aguayo lo atribuyó en parte a que si más de la mitad de los mexicanos avala prácticas como la ‘mordida’ y el soborno, la corrupción gubernamental y los abusos públicos no le asustan, ni le extrañan, ni lo ven como algo negativo. Es decir, una sociedad corrupta avala la corrupción.
Por otra parte, nuestro admirado Lorenzo Meyer mencionó la apatía de la población como un elemento fundamental para el análisis, siendo lo más alarmante su presencia entre los jóvenes (y se cuestionaba: ¿cómo es posible que en Egipto, Grecia y España las protestas y los ‘ya basta’ vengan de ese sector y en México éste brille por su ausencia?).
Adicionalmente yo agregaría el miedo al cambio: es muy común que el mexicano diga ‘más vale malo por conocido que bueno por conocer’, y lo peor del caso es que cuando se ha gestado el ánimo para probar alternativas el resultado no ha sido mejor y la gente vuelve a su inmovilidad habitual, votando por la opción de origen (y es que en México la alternancia no ha sido garante de nada, ni siquiera creo que haya fortalecido la democracia).
Algunos señalan que lo que ocurre en el EdoMex es la antesala de lo que vendrá al año siguiente en las elecciones presidenciales; verdad o no, lo cierto es que el escenario para 2012 se ve bastante sombrío, con el PRI arrollando en las urnas –siendo lo más patético que ni siquiera ha hecho algo para ganarse al electorado y volver–, la izquierda desgajándose por pugnas internas (con otros corruptazos reacomodados en el PRD, como es el caso de Dolores Padierna y René Bejarano) y la derecha de un tono gris que no pasa del tercer lugar (y en el PAN es donde se dará la peor división por la rebatinga que traen por el poder; puñado de ilusos, como si lo estuvieran haciendo tan bien…).
¿Qué clase de sociedad somos, que no cuestionamos el uso de los recursos públicos, que no analizamos la relación perversa del gobernador saliente con las televisoras, que nos seguimos conformando con los lugares comunes que ofrecen los candidatos (‘promoveré la creación de empleos’, ‘elevaré la calidad de la educación’, ‘velaré por la seguridad pública’), que en ningún momento exigimos un verdadero cambio de sistema? Este último es el que está agotado, caduco, y hasta que no salgamos de su decadencia no podremos transitar a un verdadero sistema democrático. Y mientras eso sucede, tal parece que ni llorar es bueno…
viernes, 1 de julio de 2011
La ‘bicimanía’ en la Ciudad de México
En diversas ciudades del mundo, como Amsterdam, Copenhague y Estocolmo, el uso de la bicicleta es ‘pan de cada día’, siendo el vehículo más utilizado por encima del transporte público o privado. Entre sus bondades destacan que no contamina y que las personas hacen ejercicio al tiempo que realizan sus traslados.
Siguiendo esas tendencias, la Ciudad de México ha impulsado la utilización de bicis en la zona centro de la metrópoli: la primera acción fue adaptar parte de lo que era la ruta del ferrocarril a Cuernavaca como ciclopista; luego fue cerrar vialidades un domingo de cada mes para que la gente pudiera circular en sus unidades alternas sin el riesgo de automóviles; y posteriormente instalaron módulos para préstamo de bicicletas –básicamente para quienes no poseen una o para que las usen los turistas–
Más adelante, siguiendo el modelo parisiense, el gobierno local creó el Programa Ecobici, con el que pagando una cuota anual se tiene derecho a utilizar por dos horas continuas cualquier bicicleta de las que están instaladas a lo largo del Paseo de la Reforma sin tener que dejarla en el lugar donde se tomó, y, dado el éxito obtenido, lo último ha sido crear un carril exclusivo para ciclistas en la misma avenida, desde la Puerta de los Leones de Chapultepec y hasta el Centro Histórico.
Tal evolución parecería indicar el éxito rotundo de las políticas ‘probici’ en el Distrito Federal. Sin embargo, uno que vive a diario la expansión de esos programas se da cuenta que las cosas no son tan color de rosa como parecen.
Los primeros días que uno veía a los ciclistas usando las ecobicis pensaba ‘Mira qué loco, cuántos oficinistas de la zona han optado por ese medio de transporte, ya sea para llegar al trabajo o para dar un paseo a la hora de la comida, esta es una bicimanía’.
Ya con el carril exclusivo todo se fue a pique: al principio casi nadie circulaba, pero conforme adquirieron confianza Reforma se ha convertido en una auténtica barbarie vial: los autobuses no son más que la misma ‘gata microbusera’ pero revolcada, porque los conductores manejan pésimo, no respetan las paradas y utilizan a placer el carril de alta velocidad; los automovilistas se pasan la preventiva o los altos y dan vuelta a la izquierda cuando está prohibido; y qué decir de los policías, que en lugar de agilizar entorpecen el tráfico al hacer caso omiso de los semáforos, guiados por su falta de sentido común.
A eso hay que sumarle que los ciclistas están desbocados: manejan en sentido contrario, tampoco respetan el alto, van volados, no les basta el carril confinado y van sobre la banqueta y uno como peatón está a expensas de sufrir algún incidente por culpa de cualquiera de esos infelices –lo peor es que amenazan con apoderarse también de Coyoacán y Tlalpan…–.
Pienso que antes del abrir el carril exclusivo en Reforma se debieron incluir los artículos pertinentes en el reglamento de tránsito que normen la forma en que circulan: ¿qué multas se les van a aplicar en caso de circular donde no deben o de atropellar a alguien?
Los ciclistas se quejaban siempre de que los automovilistas no los respetaban, pero ¿acaso ellos no están haciendo lo mismo con los peatones?... Que los reglamenten o que se vuelvan a limitar a los circuitos a los que siempre se les había confinado. Por lo pronto, me conformaré con que la lluvia haga lo propio ahuyentándolos esta temporada, jaja!!
Siguiendo esas tendencias, la Ciudad de México ha impulsado la utilización de bicis en la zona centro de la metrópoli: la primera acción fue adaptar parte de lo que era la ruta del ferrocarril a Cuernavaca como ciclopista; luego fue cerrar vialidades un domingo de cada mes para que la gente pudiera circular en sus unidades alternas sin el riesgo de automóviles; y posteriormente instalaron módulos para préstamo de bicicletas –básicamente para quienes no poseen una o para que las usen los turistas–
Más adelante, siguiendo el modelo parisiense, el gobierno local creó el Programa Ecobici, con el que pagando una cuota anual se tiene derecho a utilizar por dos horas continuas cualquier bicicleta de las que están instaladas a lo largo del Paseo de la Reforma sin tener que dejarla en el lugar donde se tomó, y, dado el éxito obtenido, lo último ha sido crear un carril exclusivo para ciclistas en la misma avenida, desde la Puerta de los Leones de Chapultepec y hasta el Centro Histórico.
Tal evolución parecería indicar el éxito rotundo de las políticas ‘probici’ en el Distrito Federal. Sin embargo, uno que vive a diario la expansión de esos programas se da cuenta que las cosas no son tan color de rosa como parecen.
Los primeros días que uno veía a los ciclistas usando las ecobicis pensaba ‘Mira qué loco, cuántos oficinistas de la zona han optado por ese medio de transporte, ya sea para llegar al trabajo o para dar un paseo a la hora de la comida, esta es una bicimanía’.
Ya con el carril exclusivo todo se fue a pique: al principio casi nadie circulaba, pero conforme adquirieron confianza Reforma se ha convertido en una auténtica barbarie vial: los autobuses no son más que la misma ‘gata microbusera’ pero revolcada, porque los conductores manejan pésimo, no respetan las paradas y utilizan a placer el carril de alta velocidad; los automovilistas se pasan la preventiva o los altos y dan vuelta a la izquierda cuando está prohibido; y qué decir de los policías, que en lugar de agilizar entorpecen el tráfico al hacer caso omiso de los semáforos, guiados por su falta de sentido común.
A eso hay que sumarle que los ciclistas están desbocados: manejan en sentido contrario, tampoco respetan el alto, van volados, no les basta el carril confinado y van sobre la banqueta y uno como peatón está a expensas de sufrir algún incidente por culpa de cualquiera de esos infelices –lo peor es que amenazan con apoderarse también de Coyoacán y Tlalpan…–.
Pienso que antes del abrir el carril exclusivo en Reforma se debieron incluir los artículos pertinentes en el reglamento de tránsito que normen la forma en que circulan: ¿qué multas se les van a aplicar en caso de circular donde no deben o de atropellar a alguien?
Los ciclistas se quejaban siempre de que los automovilistas no los respetaban, pero ¿acaso ellos no están haciendo lo mismo con los peatones?... Que los reglamenten o que se vuelvan a limitar a los circuitos a los que siempre se les había confinado. Por lo pronto, me conformaré con que la lluvia haga lo propio ahuyentándolos esta temporada, jaja!!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)