miércoles, 29 de julio de 2009

Hagan caso a su cuerpo

Todo empezó en marzo de este año como un inofensivo dolor de espalda. ‘Debí hacer mal un ejercicio’, pensé, al haber incorporado un nuevo movimiento a la rutina que he realizado los últimos 18 años. Pensé que pronto se quitaría, seguro era muscular.

Siguió al día siguiente, y al tercer día, y al otro, y así, sin que la cosa mejorara. César me puso pomada de esas que generan frío-calor, alternando con compresas de agua caliente. Pero nada, la molestia seguía ahí.

Pensé que podrían ser los riñones, porque en esos días también empecé a ir por las noches al baño, así que fuimos con un urólogo, quien al ver los análisis y hacerme un ultrasonido dijo ‘Sus riñones están perfectamente’. Pero por si las moscas, fuimos por una segunda opinión, también urológica, que coincidió con la primera: todo en orden.

La molestia, que si bien era algo soportable, continuaba ‘bajita la mano’, por lo que decidimos ir con el ortopedista, el mismo que operó a mi mamá del codo y a mi de una tendonitis en la muñeca. Él seguro tendría la respuesta a mi dolencia. Cuando vio las radiografías que me indicó sacar, resultó que la columna vertebral está bien, aunque me mandó desinflamatorios por cualquier cosa.

Los tomé y la condenada pesadez en la espalda seguía inamovible. ¿Otra opción? El gastroenterólogo, pues me acordé que las dos últimas ocasiones que fui con la Dra. Bety, nuestra ginecóloga de cabecera, me dijo que debía consultar a un especialista porque mi intestino estaba tan inflamado que no podía ver gran cosa en el ultrasonido. ¿Qué tiene que ver eso con la espalda? Que cuando el intestino se inflama intensamente, el dolor puede reflejarse en la parte posterior, ¡esa podría ser la solución!

Por fin fuimos con el Dr. Ibarrola, quien operó a mi mamá de hernia hiatal y vesícula el año pasado, quien no sólo le cambió la vida porque su proceso digestivo volvió a la normalidad, sino porque perdió 12 kilos con el cambio de hábitos. Me hizo las preguntas correspondientes, me revisó con estetoscopio en mano y dijo ‘Hay algo: no es nada serio, pero qué bueno que vino a tiempo’.

Me mandó hacer una panendoscopía, una colonoscopía, análisis de sangre y un gamagrama hepatobiliar. ¿Resultado? Discinesia vesicular, es decir, que la vesícula sólo vacía 26% del 100% que debería (ah, y adicionalmente me detectó gastritis grado dos y una severa colitis amibiana. Háganme favor, con todo lo que me cuido en cuanto a alimentación, lugares donde como, etc… etc… ahora estoy verdaderamente paranoica cuando tengo que comer fuera de casa…).

Si bien dijo que la cirugía era ‘en frío’ porque no tengo dolor que la haga inminente, decidí operarme a la brevedad, o sea mañana, un mes después del diagnóstico (y no fue antes por los trámites del seguro), porque quiero estar bien.

Moraleja: recuerden que el cuerpo es una máquina perfecta que siempre nos manda señales cuando algo no funciona como debiera. Por eso, lejos de decir ‘Ya se me quitará’, SIEMPRE háganle caso, porque una dolencia cualquiera puede ser antesala de un mal mayor. Si sienten que algo ha cambiado, no duden en acudir al médico, no se acostumbren a ‘vivir mal’.

Sólo espero que ahora sí, con la operación de la vesícula, termine mi malestar en la espalda…).

viernes, 24 de julio de 2009

Como hace muuuchos años

El pasado 20 de julio se cumplieron 40 años de la llegada del hombre a la luna. Me pareció emotivo ver a Armstrong, Aldrin y Collins con el presidente Obama, recordando aquel episodio y sugiriendo Marte como siguiente parada de las expediciones al espacio.

Parafraseando a los astronautas, no dudo que lo de la luna haya sido ‘un gran paso para la humanidad’. Sin embargo, habiendo tantísimas necesidades en la Tierra, no creo que sea siquiera ético que le sigan invirtiendo los millones a los viajes espaciales.

Esas reflexiones coincidieron con mi lectura de ‘Salinas. Los dilemas de la modernidad’, un libro que me prestó mi querido tío Héctor con la finalidad de identificar el origen de los programas sociales que actualmente se implementan en México.

El texto data de 1993 y es básicamente una biografía apologética del ex presidente. Pero en medio de sus tesis profesionales, su matrimonio y su desempeño como funcionario público, se esbozan los episodios nacionales de aquel entonces.

Por ejemplo, hablan de la relación entre narcotraficantes y políticos en el estado de Michoacán, de la necesidad de transparentar el uso de recursos públicos por parte de los partidos y de otorgar a éstos los mismos espacios y tiempos en medios de comunicación.

¿Les parece familiar? Por supuesto que sí, pues justo el 5 de julio pasado, día de la elección intermedia, tanto analistas como candidatos desahogaban los mismos puntos en el discurso. ¿Y por qué siguen hablando de eso luego de 16 años? Porque falta voluntad para hacer que las cosas sigan avanzando.

El libro me hizo recordar otro caso: cuando yo trabajaba en Grupo Monitor y el noticiario iba a cumplir 30 años, realicé una investigación hemerográfica para contextualizar aquel 1974, año en que nació el programa. Me encontré con que ya se manejaba la necesidad de construir un tren suburbano en la zona metropolitana y que el agua era un recurso escaso en la capital del país que amenazaba con provocar una contingencia local.

¿Igualmente les suena conocido? En serio que en ocasiones parecía que estaba abriendo cualquier periódico de nuestros días, porque los problemas eran los mismos, el discurso era el mismo y la falta de interés por resolverlos era el mismo.

Qué paradójico: tenemos un Instituto de Medicina Genómica y potencialmente una Agencia Espacial Mexicana, pero seguimos padeciendo la violencia de grupos ilícitos, la destrucción del medio ambiente, el desbarajuste político-electoral y registramos índices de pobreza inaceptables para un país que se presume moderno, vanguardista. Como hace muuuchos años…

viernes, 17 de julio de 2009

Visas para Canadá

Hacía apenas unos días que los medios lanzaban la advertencia: es probable que las autoridades canadienses comiencen a pedir visa a los mexicanos que pretendan entrar en su territorio. Pero no pasó ni una semana cuando la noticia se oficializó: de un día para otro, con la pena pero no entras sin el mentado documento.

La verdad no culpo al indio, sino al que lo hace compadre, y es que con la fama – tristemente bien ganada – de narcos y tracaleros que han hecho los mexicanos, no es raro pensar que se haya perdido la confianza en las personas que ostenten esa nacionalidad.

El requerimiento de visa es decisión soberana de cada país y eso no se cuestiona. El problema es que los canadienses se vieron completamente rebasados al imponer el procedimiento de manera repentina: no puedo creer que teniendo una cultura de organización y planeación desconocieran el número de turistas, hombres de negocios y estudiantes que viajan anualmente a Canadá, porque de eso dependía el flujo de solicitantes

(Nota: la Secretaría de Relaciones Exteriores afirmó que unos 270 mil mexicanos viajan anualmente a ese país, en tanto que un millón 300 mil canadienses vienen al nuestro en el mismo lapso de tiempo).

La Embajada de Canadá en México mostró que no tiene ni la estructura, ni la capacidad, ni los recursos materiales, ni el personal especializado, ni se pusieron de acuerdo con los consulados al interior del país, ni con los de Estados Unidos, para dar servicio a los cientos de mexicanos que viajarían el mes siguiente, o la semana siguiente, o a las 48 horas de entrada en vigor la medida, justo cuando vencía el plazo para entrar sin visa.

Hubiera sido correcto decir: ‘A partir de (un mes o dos meses después), el gobierno canadiense exigirá una visa para ingresar a su territorio’, y no hubiera sido tan desastroso porque la gente hubiera tenido tiempo para hacer lo que tenía que hacer.

Y con esto surge un nuevo peregrinar de visas, porque a un día de impuesto el trámite, ya había ‘coyotes’ vendiendo lugares de la fila, malos tratos por parte de los funcionarios de la Embajada, gente acampando en las inmediaciones de la sede diplomática y los típicos tumultos que se prestan al pleito placero.

Ah, y cabe señalar que el tiempo estimado en la fila es de 7 a 8 horas, sin garantía de que la autoricen y con la incertidumbre de que el proceso puede tardar hasta 30 días…

viernes, 10 de julio de 2009

El trágico desenlace de los ídolos

¿Por qué será que todos los ídolos terminan trágicamente? Sean de la política, las artes, el espectáculo o cualquier otro ámbito en que destaquen hasta obtener la fama, buena parte de los personajes públicos que trascienden tienen vidas tormentosas y finales inexplicables.

Ahí tenemos a Elvis Presley, muerto por sobredosis en su casa de Graceland, y a John Lennon, asesinado por un fanático a la entrada del edificio de departamentos donde vivía en Nueva York. Ambos reinventaron la música, creando nuevas formas y espacios para la armonía, el ritmo y la imaginación. Ambos tuvieron episodios escandalosos, momentos de gloria y sombras que terminaron con su vida.

El ejemplo más reciente es el de Michael Jackson, de quien nadie esperó un desenlace tan temprano.

Es cierto que el día de su muerte le antecedió Farrah Fawcett, quien llevaba dos años padeciendo un agresivo cáncer. Ella fue un ‘ángel de Charlie’, de figura esbelta, cabellera rubia cortada en capas, definiendo a la mujer de los años setenta. Sin embargo, el ‘rey del pop’, por su moonwalk, su música, sus coreografías, sus escándalos económicos, su juicio por pederastia, su caprichosa propiedad llamada Neverland y sus cambios físicos, fue ídolo indiscutible de los años ochenta.

La noticia de su muerte se esparció como pólvora por todo el mundo, siendo el encabezado de buena parte de los diarios al día siguiente. Sus seguidores salieron a las calles a llorarle y recordarle con guante blanco en mano (no faltaron los pobres diablos – ustedes disculparán – que se reunieron en el Ángel de la Independencia a prenderle veladoras).

En vida, que si su papá lo explotaba como ‘niño estrella’, cuántas cirugías llevaba, cómo se había cambiado el color de piel, a quién se le ocurría casarse con él, cómo había estado eso de que tuvo hijos, si había abusado del niño que lo demandó ante tribunales estadounidenses.

Ya muerto, que si había sido por sobredosis, que igual fue un suicidio, que ya estaba enfermo, que probablemente se le pasó la mano a su médico con los medicamentos y toda clase de revelaciones de sus últimos días.

Y más allá de la muerte, ahora dicen que su espíritu ya ronda Neverland (y no duden que luego lo van a ver hasta en la nata de la leche, así se hacen los mitos…).

Luego de muchas versiones, el funeral de Jackson fue un tributo en el Staples Center de Los Angeles: acudieron sus padres, hermanos, hijos y amigos. Lejos de ser únicamente el negocio del año por la cantidad de personas que lo verían a nivel mundial, el evento fue muy emotivo, con sus canciones, fotos de diferentes etapas de su vida, muchas flores y lágrimas detrás y delante del televisor.

Cabe destacar que el tributo estuvo colmado de personas de raza negra cuando Jackson parecía estar tan apesadumbrado por no ser blanco.

Independientemente de que nos guste o no su música, Michael Jackson era un ícono, figura que marcó una época y estableció todo un estilo. Su disco Thriller ha sido el más vendido en la historia, sus innovadoras coreografías son únicas y sus videos hicieron época (a la fecha, confieso que me da miedo el de Thriller, jajaja).

En lo personal, el caso de Jackson me parece tan paradójico como el de otros ídolos: tuvo fama, fortuna, viajes, excentricidades y todo el tiempo estuvo rodeado de multitudes, pero en el fondo me parece que fue un ser profundamente solo, inconforme consigo mismo.

(Curioso: al contar quién fue Michael Jackson a las nuevas generaciones, será de lo más extraño decir ‘Era un artista negro, ídolo en los años ochenta’, cuando ellos, al ver las fotos, verán un personaje blanco, extraño, que se dudaría que perteneciera a este mundo por la fisonomía que le quedó luego de tanta cirugía).

viernes, 3 de julio de 2009

Rescatando libros

Por tercera ocasión, el gobierno de la Ciudad de México organizó una Feria del Libro en la explanada del Auditorio Nacional. La particularidad es que se le denominó ‘Remate de Libros, ¡salva un libro!’, y es que las editoriales, lejos de tener incentivos para continuar con su labor, padecen un sinnúmero de trabas que motivarían a cualquiera a tirar la toalla.

Por ejemplo, hay libros que ya pasaron por la venta habitual de librería, por la temporada de ofertas y siguen ahí, lo que los lleva a ser almacenados. Pero eso no es negocio porque genera un cargo al ser activos fiscales, y si las editoriales quieren regalarlos o donarlos a una escuela, biblioteca o fundación para que sean aprovechados, eso también les lleva a pagar impuestos – y yo me pregunto, ¿dónde queda la política de fomento a la lectura, existe tal? –.

Lo que hacen con esos libros, según dicen – que para mi es impensable – es triturarlos por el lastre en que se convierten. Sí, como lo oyen, desaparecen, no existen más.

Para evitar ese crimen es que se creó el ‘Remate’, donde salen ganando las editoriales y también los lectores, pues probablemente paguen la mitad o una tercera parte del precio inicial de venta de esos libros.

Nunca habíamos ido, pero palabra que fue una experiencia que valdrá la pena repetir año con año. La primera vuelta fue el viernes pasado, cuando mi mamá y yo nos quedamos asombradas de todo lo que había ahí, tan diverso como el propio mundo de la lectura: se podían encontrar revistas, libros de texto, infantiles, de cocina, literatura, temáticos, guías de viaje, ciencia ficción, investigaciones, arte, reflexiones, educativos, enciclopédicos, atlas, diccionarios, etc… etc… etc…

Y lo que también nos dejó muy buena impresión fue la cantidad de personas que ahí se dieron cita, rondando los módulos de las casas editoriales, dejándose seducir por el perfume de las letras. ¡Porque qué deliciosa es la lectura!

La segunda visita fue ayer, último día del evento, a donde regresamos porque en serio que había tentaciones inimaginables. Fuimos con mi querida tía Rose y comimos unos ricos ‘jochos’ y palomitas, y a pesar de que el tiempo se pasa como un auténtico suspiro, ‘salvamos’ varios libros: saramagos, goyas, renoirs, libros de pastas, muffins, panes, vegetales y mitología, entre otros.

Por eso, siempre que puedan, ¡a salvar se ha dicho! Salven un libro, salven un árbol, salven al planeta y salven a la reina (jaja, simplemente me fui de gorra parafraseando a los británicos, jajaja).

A propósito, les voy a contar una anécdota de ‘salvación’: cuando mi mamá y yo fuimos a festejar su cumpleaños a Nueva York en 2001 y paseábamos por la zona comercial subterránea del World Trade Center, entramos a Hallmark, y yo feliz viendo tarjetas de felicitación, envolturas de regalos y muñecos de peluche. Entre estos había un mapachito de nombre Óscar, según constaba en su etiqueta. A pesar de que estaba lindo decidí no comprarlo porque pensé que era consumismo, porque ya tengo muchos peluchines. Sin embargo, tres meses después, cuando el atentado a las Torres Gemelas, no pude evitar pensar en Óscar, a quien pude haber salvado de los escombros (me consuela medianamente la posibilidad de que alguien pudiera haberlo comprado en ese lapso).

Si de por sí es especial comprar libros, salvar uno, dos o los que se pueda a partir del interés en ellos hace que uno se sienta doblemente bien!!!!