Todo empezó en marzo de este año como un inofensivo dolor de espalda. ‘Debí hacer mal un ejercicio’, pensé, al haber incorporado un nuevo movimiento a la rutina que he realizado los últimos 18 años. Pensé que pronto se quitaría, seguro era muscular.
Siguió al día siguiente, y al tercer día, y al otro, y así, sin que la cosa mejorara. César me puso pomada de esas que generan frío-calor, alternando con compresas de agua caliente. Pero nada, la molestia seguía ahí.
Pensé que podrían ser los riñones, porque en esos días también empecé a ir por las noches al baño, así que fuimos con un urólogo, quien al ver los análisis y hacerme un ultrasonido dijo ‘Sus riñones están perfectamente’. Pero por si las moscas, fuimos por una segunda opinión, también urológica, que coincidió con la primera: todo en orden.
La molestia, que si bien era algo soportable, continuaba ‘bajita la mano’, por lo que decidimos ir con el ortopedista, el mismo que operó a mi mamá del codo y a mi de una tendonitis en la muñeca. Él seguro tendría la respuesta a mi dolencia. Cuando vio las radiografías que me indicó sacar, resultó que la columna vertebral está bien, aunque me mandó desinflamatorios por cualquier cosa.
Los tomé y la condenada pesadez en la espalda seguía inamovible. ¿Otra opción? El gastroenterólogo, pues me acordé que las dos últimas ocasiones que fui con la Dra. Bety, nuestra ginecóloga de cabecera, me dijo que debía consultar a un especialista porque mi intestino estaba tan inflamado que no podía ver gran cosa en el ultrasonido. ¿Qué tiene que ver eso con la espalda? Que cuando el intestino se inflama intensamente, el dolor puede reflejarse en la parte posterior, ¡esa podría ser la solución!
Por fin fuimos con el Dr. Ibarrola, quien operó a mi mamá de hernia hiatal y vesícula el año pasado, quien no sólo le cambió la vida porque su proceso digestivo volvió a la normalidad, sino porque perdió 12 kilos con el cambio de hábitos. Me hizo las preguntas correspondientes, me revisó con estetoscopio en mano y dijo ‘Hay algo: no es nada serio, pero qué bueno que vino a tiempo’.
Me mandó hacer una panendoscopía, una colonoscopía, análisis de sangre y un gamagrama hepatobiliar. ¿Resultado? Discinesia vesicular, es decir, que la vesícula sólo vacía 26% del 100% que debería (ah, y adicionalmente me detectó gastritis grado dos y una severa colitis amibiana. Háganme favor, con todo lo que me cuido en cuanto a alimentación, lugares donde como, etc… etc… ahora estoy verdaderamente paranoica cuando tengo que comer fuera de casa…).
Si bien dijo que la cirugía era ‘en frío’ porque no tengo dolor que la haga inminente, decidí operarme a la brevedad, o sea mañana, un mes después del diagnóstico (y no fue antes por los trámites del seguro), porque quiero estar bien.
Moraleja: recuerden que el cuerpo es una máquina perfecta que siempre nos manda señales cuando algo no funciona como debiera. Por eso, lejos de decir ‘Ya se me quitará’, SIEMPRE háganle caso, porque una dolencia cualquiera puede ser antesala de un mal mayor. Si sienten que algo ha cambiado, no duden en acudir al médico, no se acostumbren a ‘vivir mal’.
Sólo espero que ahora sí, con la operación de la vesícula, termine mi malestar en la espalda…).
Siguió al día siguiente, y al tercer día, y al otro, y así, sin que la cosa mejorara. César me puso pomada de esas que generan frío-calor, alternando con compresas de agua caliente. Pero nada, la molestia seguía ahí.
Pensé que podrían ser los riñones, porque en esos días también empecé a ir por las noches al baño, así que fuimos con un urólogo, quien al ver los análisis y hacerme un ultrasonido dijo ‘Sus riñones están perfectamente’. Pero por si las moscas, fuimos por una segunda opinión, también urológica, que coincidió con la primera: todo en orden.
La molestia, que si bien era algo soportable, continuaba ‘bajita la mano’, por lo que decidimos ir con el ortopedista, el mismo que operó a mi mamá del codo y a mi de una tendonitis en la muñeca. Él seguro tendría la respuesta a mi dolencia. Cuando vio las radiografías que me indicó sacar, resultó que la columna vertebral está bien, aunque me mandó desinflamatorios por cualquier cosa.
Los tomé y la condenada pesadez en la espalda seguía inamovible. ¿Otra opción? El gastroenterólogo, pues me acordé que las dos últimas ocasiones que fui con la Dra. Bety, nuestra ginecóloga de cabecera, me dijo que debía consultar a un especialista porque mi intestino estaba tan inflamado que no podía ver gran cosa en el ultrasonido. ¿Qué tiene que ver eso con la espalda? Que cuando el intestino se inflama intensamente, el dolor puede reflejarse en la parte posterior, ¡esa podría ser la solución!
Por fin fuimos con el Dr. Ibarrola, quien operó a mi mamá de hernia hiatal y vesícula el año pasado, quien no sólo le cambió la vida porque su proceso digestivo volvió a la normalidad, sino porque perdió 12 kilos con el cambio de hábitos. Me hizo las preguntas correspondientes, me revisó con estetoscopio en mano y dijo ‘Hay algo: no es nada serio, pero qué bueno que vino a tiempo’.
Me mandó hacer una panendoscopía, una colonoscopía, análisis de sangre y un gamagrama hepatobiliar. ¿Resultado? Discinesia vesicular, es decir, que la vesícula sólo vacía 26% del 100% que debería (ah, y adicionalmente me detectó gastritis grado dos y una severa colitis amibiana. Háganme favor, con todo lo que me cuido en cuanto a alimentación, lugares donde como, etc… etc… ahora estoy verdaderamente paranoica cuando tengo que comer fuera de casa…).
Si bien dijo que la cirugía era ‘en frío’ porque no tengo dolor que la haga inminente, decidí operarme a la brevedad, o sea mañana, un mes después del diagnóstico (y no fue antes por los trámites del seguro), porque quiero estar bien.
Moraleja: recuerden que el cuerpo es una máquina perfecta que siempre nos manda señales cuando algo no funciona como debiera. Por eso, lejos de decir ‘Ya se me quitará’, SIEMPRE háganle caso, porque una dolencia cualquiera puede ser antesala de un mal mayor. Si sienten que algo ha cambiado, no duden en acudir al médico, no se acostumbren a ‘vivir mal’.
Sólo espero que ahora sí, con la operación de la vesícula, termine mi malestar en la espalda…).