viernes, 29 de febrero de 2008

Reuniones de ex alumnos: un vistazo al pasado

Nunca he sido partidaria de las reuniones de ex alumnos. Primero, porque pienso que, de cualquier lugar donde uno ande, siempre se lleva a la gente que le interesa. Segundo, porque me imagino que esos encuentros no son más que un ‘egómetro’. En otras palabras, la ocasión idónea para ver quién ha hecho más en la vida de acuerdo a determinados estándares.

Por mera casualidad me enteré que habría un desayuno de ex alumnos del Queen Elizabeth School, la escuela donde estuve desde preprimaria hasta tercero de secundaria, y con la finalidad de que César conociera ese lugar de tantas anécdotas y para volver a ver a Miss Cabañas, directora y fundadora, me animé a que fuéramos.

Al llegar a la entrada principal me emocioné profundamente y no pude evitar que las notas del himno de la escuela volvieran a mi mente. Ahí estaba todo casi como lo dejé hace 15 años: las instalaciones del kinder, la zona de autobuses, las oficinas, los salones, los laboratorios, la alberca, el gimnasio (lamentablemente cerrado para verlo), los baños, el salón de acuarela, la tiendita, el salón de música…

También las bancas donde comíamos el lunch en secundaria, las mismas escaleras de los simulacros, la enfermería, el salón ‘grande’ donde se hacían los concursos de spelling, el asta bandera… Tantos, tantísimos días transcurridos en ese lugar, años que significaron cosas buenas, formación, conocimientos, buenos amigos y estupendos ratos de infancia.

Y al centro de todo, el patio, donde pusieron una gran carpa, cuyo interior albergaba las mesas y una galería de fotos que pasaba por los años sesenta, setenta, los ochenta y en los noventa encontré la foto de la ceremonia de despedida cuando salí de la escuela (me gusta cómo salí en esa foto, jaja).

La verdad no pensé encontrarnos con alguien de mi generación – hubiera sido nuestro último motivo de asistencia, jaja –. Sin embargo, cuál va siendo mi sorpresa cuando llegaron otros siete correligionarios de primaria. Fue chispa saber lo que hacen ellos, lo que hacen otros, y más chispa aun el confirmar que ciertas personalidades se reforzaron: los bizarros, las chicas malas, los buena onda… y no faltó quienes dieron las grandes sorpresas, jaja. Confirmé que ‘de músico, poeta y loco…’, toda generación tiene un poco, jajaja!!

Y tuve la satisfacción de abrazar a Miss Cabañas, ya en su silla de ruedas y con la luz del porvenir en la mirada, y agradecerle el haber creado una escuela como esa, maravillosa, grande en dimensiones y en calor humano.

Tomamos fotos, intercambiamos correos electrónicos y se dijo que en abril van a organizar otra reunión masiva con los que no pudieron asistir. No sé si volveríamos a ir: la verdad creo que no, porque el recuerdo es lo que importa y ese ahí seguirá. Lo que sí puedo afirmar es que realmente quedé satisfecha con la experiencia que vivimos ese sábado de febrero en el Queen, mi siempre escuela.

viernes, 22 de febrero de 2008

Con ustedes, la luna!!

La luna, máxima estrella. Si bien es cierto no es un cuerpo estelar sino un satélite que gira alrededor de la Tierra, esa fue su noche, la noche del eclipse total de luna. La hora, inmejorable, y las condiciones atmosféricas, propicias como pocas veces para observarlo a plenitud. Recordemos que siempre que anuncian lluvia de estrellas o un acercamiento planetario, se habla de las 2 o 3 de la madrugada para observarlo. Y si uno se arriesgó a desvelarse, lo más seguro es que las nubes o los bancos de niebla estropearan la función.

En diversos medios se difundió información sobre el fenómeno: cuándo, cómo y dónde iba a verse. Y no sólo eso: la comunidad científica colocó 100 telescopios en pleno Zócalo de la Ciudad de México para poner el universo al alcance de todos. También habría pantallas gigantes y reconocidos astrónomos como Julieta Fierro darían conferencias.

La luna paso a pasito. Todo empezó alrededor de las 6:30 de la tarde, momento en que por su movimiento natural la Tierra empezó a proyectar su sombra sobre la luna, como si tuviera una mordidita que poco a poco caminaba rumbo a su centro. A las 8:10 ya iba hacia la mitad y justo a las 9:05 llegó la fase total, con la luna rojiza, ruborizada ante las miradas curiosas de los millones de personas que la observábamos.

Nosotros nos instalamos en el observatorio de la casa, es decir, en pleno estacionamiento. Ahí estaban familias enteras, incluyendo perros y niños. Había gente que hasta instaló su telescopio sobre el toldo de un auto para ver mejor. O llevaban binoculares, o acompañaban la observación con su música favorita.

Había expectación, interés por lo que ocurría. Creo que nunca había visto a tantos individuos mirando el cielo de manera simultánea. Y seguramente los astrónomos del país no tenían antecedente de que un acontecimiento de su ámbito de estudio hubiera generado la curiosidad que suscitó este eclipse – y más en un país donde la ciencia y la cultura no forman parte de las prioridades nacionales –.

La luna estuvo ocupada. ¿En qué? Pues sonriendo a las cámaras y recibiendo todos los deseos de quienes pedimos uno aprovechando los buenos augurios del momento. Porque para mí, un fenómeno como el de antenoche también anuncia que cosas buenas están por venir.

Terminado el espectáculo, la mañana siguiente, la luna se despedía de nosotros vestida de blanco, brindándonos su más grande y luminosa sonrisa.

viernes, 15 de febrero de 2008

Y que me atracan…

Sí, tal como lo oyen: ayer, en pleno 14 de febrero, fui víctima de un atraco en el trayecto Allende-Bellas Artes de la línea 2 del metro. Bendito sea Dios no me pasó nada, ni hubo violencia ni prácticas intimidatorias. Todo sucedió cuando subí a un vagón lleno de gente y junto a mi se colocó un hombre de gran volumen, que venía algo sudoroso y agitado. Yo siempre traigo una bolsa de asa colgada al hombro y ese día portaba una pequeña bolsa introducida al antebrazo.

Con el movimiento del transporte y la multitud no me percaté de lo que sucedía, hasta que percibí al sujeto demasiado cerca. Fue entonces cuando llegamos al otro andén, se abrieron las puertas y el muy tipo salió corriendo. Volteé, vi mi bolsa con el cierre a medias, un hueco y pensé ‘me robó la cartera’. En ese momento, al sonar el aviso de que el metro avanzaría de nuevo, me bajé en un arranque de desesperación y caminé en busca del fulano. Todo fue en un largo y abrupto instante.

De repente me paré, miré para todos lados y ni rastro alguno. Sentí que giraba la escena, que los peatones circulaban sin ton ni son. Busqué un policía y luego de un rato divisé a uno parado, viendo el piso, en actitud distraída. Qué me iba a ayudar ese pobre, y ya con más calma pensé, y aunque no estuviera mosqueando el hombre qué va a decirme…

Decidí regresar al andén y seguir mi camino rumbo al trabajo (César y yo habíamos comido juntos en el centro, como todos los jueves y como todos los 14s). Tomé de nuevo el metro y al iniciar su marcha me invadió un profundo sentimiento de impotencia, de coraje. Rompí en un llanto desolado, incontrolable, y sentía miradas y miradas silenciosas observándome, tal vez con pena, tal vez con la duda de saber por qué motivo lloraba yo de esa manera en pleno metro.

Les marqué desde ahí a César y a mi mamá para avisarles lo que había pasado. Mi mente estaba tan perturbada, tan intranquila, que me era difícil concentrarme para marcar, una sensación muy extraña. Y no dejaba de pensar en el hubiera: y si hubiera intentado cambiarme de lugar, y si hubiera descubierto al tipo abriendo mi bolsa, y si hubiera tomado el metro 5 minutos antes o 5 minutos después (como en esa buena peli Corre, Lola, corre)…
Seguí llorando hasta que poco a poco pasó el trago amargo y terminé dando gracias a Dios porque entre todo no me fue tan mal: sólo fue un carterista – que de esos raterillos de poca monta ha tenido la humanidad desde hace siglos – y en mi billetera no había identificaciones oficiales ni tarjetas de crédito o débito (medida que tomé hace unos 3 años, cuando también quisieron volarme la cartera en el metro).

Lo que sí perdí fueron imágenes de mis Santitos, un espejito, mi tarjeta del Metrobús, los boletos del metro de la quincena y unos dineros, esos que tanto cuida uno…

Por todo lo anterior, les recomiendo que no traigan en sus carteras más de lo estrictamente necesario para cada ocasión y sólo ‘carguen’ las tarjetas cuando vayan a comprar algo. Y ya analizando ‘a toro pasado’ la situación, tampoco intenten perseguir a un ladrón o agresor porque no sabe uno si viene armado o acompañado.

Me consuelo al pensar que ese dinero, por ser mal habido para el ladrón, le quemará la mano al infeliz y no le servirá para nada. Porque si de una cosa estoy bien segura es que esa gente no prospera por mal intencionada: ahí tienen su mayor castigo.

viernes, 8 de febrero de 2008

Hillary vs. Obama

Ha pasado el ‘súper martes’ y la moneda sigue en el aire: ¿quién ganará la candidatura por el Partido Demócrata de Estados Unidos (EU), Hillary Clinton o Barack Obama? Veamos un poco su perfil y trayectoria y que cada quién juzgue.

Primero las damas. Hillary Rodham Clinton nació el 26 de octubre de 1947 en Chicago. Estudió leyes en la Universidad de Yale, siendo una de las 27 mujeres que ingresaron a una generación de 235 hombres. En 1975 se casó con William ‘Bill’ Clinton, a quien conoció en Yale. En 1976 entró a trabajar a la firma Rose Law, en Arkansas, de la cual se hizo socia en 1979. En 1993 y por los siguientes 8 años se desempeñaría como Primera Dama de EU. En 2000 es electa Senadora por Nueva York, siendo reelecta en 2006.

Por su parte, Barack Obama nació el 4 de agosto de 1961 en Honolulu. Estudió ciencia política en la Universidad de Columbia y posteriormente un doctorado en la escuela de leyes de Yale, graduándose con la distinción magna cum laude. En 1985 se muda a Chicago para trabajar en una organización no gubernamental, donde años más tarde dio clases en la universidad y ejerció la abogacía en el ámbito de los derechos humanos. En 1992 se casó con Michelle Robinson. Entre 1993 y 1996 trabajó en Miner, Barnhill & Galland atendiendo casos de discriminación. En 2004 es electo Senador por Illinois.

En relación a sus posicionamientos, ambos votaron a favor de la construcción de un muro en la frontera con México y por el incremento del número de agentes de la patrulla fronteriza, aunque también lo hicieron por una iniciativa que contemplaba la legalización de los 12 millones de inmigrantes ilegales que tiene EU y por la creación de un programa de trabajadores temporales.

Acerca de Irak, Obama es proclive al regreso total de las tropas estadounidenses instaladas en ese país, en tanto Clinton sólo contempla que el número de militares en territorio irakí sea el mismo que en enero de 2007.

Pero dejemos un poco los datos oficiales y vayamos a las percepciones. Por el lado positivo, creo que los dos tienen una plataforma ideológica y propuestas similares. Eso sí, Obama muestra una oratoria impecable y ha sido el que más ha ganado en la contienda, porque de ser prácticamente un desconocido, ahora se encuentra a la par de una mujer como Hillary que tiene mucho camino recorrido en la arena política de EU. Es indudable que cualquiera de los dos que llegue a la Casa Blanca tiene mucho mérito y sentará un precedente importante en la historia de EU: ella por ser mujer y él por ser de raza negra.

Por el lado negativo, muchos critican a Obama por su discurso de cambio pues argumentan que no se ha traducido en algo más concreto (ojo con eso del cambio, recuerden cuando a nosotros nos dieron gato por liebre, jaja. No se crean!!), pero también critican a Hillary por considerarla una ‘experimentada loba de mar’, por ser la imagen misma del establishment y sacar provecho de ello.

Gane quien gane coincido con lo dicho por J. K. Rowling, creadora de Harry Potter, al declarar en entrevista al diario español El País (afirmando que está obsesionado con el proceso electoral actual de EU): “Quiero a un demócrata en la Casa Blanca. Y me parece una lástima que Clinton y Obama tengan que ser rivales porque ambos son extraordinarios”. En mi opinión, no sé si ‘extraordinarios’, pero de que sea un demócrata no queda la menor duda.

viernes, 1 de febrero de 2008

¿Estamos preparados para una contingencia?

Recientemente, la Ciudad de México fue sorprendida por un ventarrón inusitado que derribó árboles y anuncios espectaculares, destruyó autos, afectó el suministro eléctrico de decenas de colonias e incluso provocó la muerte de una persona por atropellamiento debido al caos vial que suscitó.

Especialistas del Servicio Meteorológico Nacional y del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, indicaron que el fenómeno conocido como ‘celdas convectivas’, se originó por un choque de temperaturas altas y bajas, generando vientos de 70 kilómetros por hora, similares a los de una tormenta tropical.

Afortunadamente, nosotros no padecimos las consecuencias de la tolvanera. Sin embargo, luego de ver las imágenes del caos citadino, de saber que la gente hizo más del doble de tiempo acostumbrado del trabajo a casa y que hubo zonas donde volvieron a tener luz luego de 36 o más horas, es inevitable preguntarnos si estamos preparados para una contingencia de gran tamaño o mayor duración.

La respuesta es negativa. He aquí algunos argumentos:

- Se han colocado anuncios espectaculares sin ton ni son por toda la ciudad: en edificios, azoteas de casas, puentes peatonales, bardas, etc… Ya sea un ventarrón, tormenta o sismo, éstos pueden caer y provocar una catástrofe. Pero no ayudan ni la avaricia de los particulares por permitir la colocación de un anuncio en su propiedad a cambio de un pago, ni la corrupción de las autoridades que en lugar de retirar los espectaculares se limitan a poner estampas de ‘cancelado’ en lugar de retirar las estructuras metálicas.

- Por más que se prohíba, mucha gente sigue tirando basura en las calles, ya sea desde los autos, transporte público o a pie. Eso va tapando las coladeras y en temporada de lluvias las inundaciones están a la orden del día (y pienso que luego del ventarrón de la semana pasada no prestaron mayor atención a las cientos de miles de hojas y ramas que se fueron al drenaje, así que ya veremos en verano…). Y esos mismos que contaminaron con su colilla de cigarro, su pañuelo desechable o envoltura de caramelo se atreven a quejarse ante una calle anegada.

- La población no está acostumbrada a respetar la señalización vial ni tampoco se tiene claro cómo proceder en situaciones atípicas como la falta de un semáforo – o si se tiene se hace caso omiso –. Adicionalmente, los agentes de tránsito no están capacitados para dirigir la circulación ni cuentan con la confianza de la gente para seguir sus indicaciones. Todo lo anterior lleva a los nudos, insultos y desastre generalizado.

- No existe un plan de contingencia ni han vuelto las campañas preventivas del gobierno en caso de desastre. Recordemos aquello de ‘no correr, no empujar, no gritar’ tan promovido para las situaciones de sismo o incendio. Pero definitivamente no ha habido nada relacionado con qué hacer en caso de un apagón generalizado, una inundación de grandes dimensiones o epidemia.

El ventarrón de la semana pasada nos deja como lección que lo mejor es quedarse en un inmueble cubierto, lejos de los cristales, no permanecer al interior de un vehículo ni caminar en la calle. En cuanto a la falta de electricidad, hay que tener siempre a la mano velas y cerillos, así como alimentos que se conserven sin necesidad de refrigeración.