Los medios de comunicación llegaron a ser un referente para el uso correcto del lenguaje. La gente pensaba en cómo lo decía o escribía determinado locutor o escritor para reproducirlo de la mejor manera. Las personas aprendían a expresarse al tiempo que ampliaban su cultura general.
Sin embargo, desde hace varios años, la ignorancia se ha apoderado de las líneas discursivas de radio, televisión, periódicos y revistas, y es cada vez más frecuente encontrar errores garrafales al momento que emiten su mensaje. Y ni siquiera son comentarios personales, sino el material preparado ‘a conciencia’ en sus respectivas redacciones.
De esta manera, tenemos que ‘cosmopolita’ se transforma en ‘cosmopólita’ (Carmen Muñoz, Once Noticias, Verano 2007) y que ‘jubilar’ lo escriben como ‘juvilar’ (Programación de Cablevisión, Verano 2007); ‘sabana’ se convierte en ‘sábana’, la preposición ‘a’ sustituye sin sentido al conjugado ‘ha’ del verbo ‘haber’ (Crónica de la tarde, Verano 2007) y ‘sino’ se utiliza indistintamente a ‘si no’, quedando completamente distorsionado el sentido de la palabra en estos casos.
Y qué decir de otros idiomas. Los black hawks, helicópteros que utiliza Estados Unidos en sus incursiones militares, son ahora ‘blac auks’ (Adriana Pérez Cañedo, Once Noticias, Otoño 2005), Depeche Mode, grupo británico de música electrónica, se convirtió en ‘Depeche Mod’ (María Teresa Aviña, Monitor de la Mañana, Primavera 2007) y el ex vicepresidente de EU, Al Gore, transmuta a ‘Al Gore’ (Carmen Muñoz, Once Noticias, Verano 2007).
Que se equivoquen con vocablos extranjeros es patético; pero que lo hagan con nuestra propia lengua es francamente inaceptable.
Y no sólo en la forma, sino en el fondo, pues encontramos frecuentemente que tampoco tienen idea del contexto o del sujeto/objeto del que están hablando. Es decir, hay desinformación entre quienes se supone van a informar.
Cuando trabajaba en el noticiario Monitor había un segmento de notas breves temáticas y uno correspondía a internacionales. La persona que las redactaría cierta tarde –que contaba con estudios de periodismo–, basada en la información proveniente de agencias como EFE, AP, AFP o NOTIMEX, me preguntó “¿Dónde está Irak?”, yo, asombrada porque era la nota mundial del momento debido a la invasión estadounidense y porque eso lo aprende uno desde los niveles educativos básicos, respondí “En Medio Oriente”, a lo cual volvió a preguntarme “¿Y dónde es Medio Oriente?”, yo, anonadada, le contesté “En Asia”.
Pero eso no fue todo: a los 3 minutos encontró una nota relacionada con Marruecos y me preguntó “¿Dónde está eso?”. Pensé responder “En el Magreb”, pero evidentemente salía de su alcance. Preferí decirle simplemente “Al norte de África”, aunque a la fecha no estoy segura de que se haya ubicado en el mapa.
¿Cómo queremos que los medios contribuyan al enriquecimiento del bagaje cultural de la población cuando al interior de ellos impera la más absoluta ignorancia?
Es cierto que el promedio de la población no tiene por qué saber todo – pronunciación de apellidos en otro idioma, la nacionalidad de un escritor famoso, tecnicismos, nombres científicos, etc…. Sin embargo, los medios sí tienen la obligación de hacerlo, pues para eso se erigieron como entes informativos, y por su misma naturaleza, las personas confían que lo que ahí se dice es lo correcto.