Una de las grandes innovaciones de los Juegos
Olímpicos de México ’68 fue la llamada Olimpiada Cultural, que incluía eventos
artísticos de teatro, danza, música y poesía, aunque quizá el proyecto más
tangible y duradero fue la llamada ‘Ruta de la Amistad’, concebido por el
artista Mathias Goeritz que contó con el apoyo del arquitecto Pedro Ramírez
Vázquez (quien creara magistralmente toda la imagen gráfica del evento), que
consistía en la exposición de esculturas monumentales a lo largo de las vías
que llevaban a los recintos deportivos.
Al día de hoy, uno podía circular en un tramo
de 17 kilómetros de Periférico Sur y encontrarse cada 1,500 metros con esas
maravillas provenientes de la creatividad de diversos artistas de todo el mundo,
sumando un total de 19 esculturas además de otras tres de artistas invitados, que
fueron Alexander Calder con ‘Sol rojo’ que viste de gala la explanada principal
del Estadio Azteca; Germán Cueto con ‘Hombre corriendo’, muy cercana al Estadio
Olímpico Universitario, en CU; y el propio Goeritz con ‘La osa mayor’, ubicada
en el Palacio de los Deportes y que sinceramente no he visto.
Eso sí, algunas de ellas se encontraban en un
creciente estado de deterioro; ya fuera porque construyeron edificios más altos
a un costado de ellas, por la siembra y crecimiento de árboles aledaños, porque
nadie volvió a pasarles una brocha, por el graffiti o por el olvido al que se
les había condenado, lo cierto es que la mayoría de ellas ya ni siquiera
contaba con las emblemáticas placas de piedra donde se leían el autor y su
nacionalidad con la tipografía del ’68.
Afortunadamente, no sé si por la coyuntura de
la construcción de la Autopista Urbana Sur o porque al fin se dieron cuenta que
se debía rescatar esa parte de nuestro patrimonio artístico, pero de unos meses
a la fecha se han venido acondicionando las zonas circundantes a las gasas
ubicadas entre Periférico e Insurgentes para reubicar unas 8 o 9 de ellas.
Y qué bien se ven, monumentales, brillantes,
erguidas, orgullosas de ser admiradas de nuevo y agradecidas con los
patrocinadores que a partir de hoy se harán cargo de su mantenimiento. Entre
ellos Pirelli, Perisur, Adidas e incluso los vecinos de Villa Olímpica, todos
conjuntando esfuerzos para restaurar tan valiosas obras –recordemos que el arte
es legado cultural para nosotros y para las generaciones por venir–.
Si bien es cierto ahora no será propiamente
una Ruta, sí será un espacio donde las obras lucirán en todo su esplendor, como
hace 43 años que fueron concebidas por sus autores, como en el momento en que
propios y extraños se deleitaron al verlas rumbo a las competencias olímpicas –incluso
Lety ya las busca cuando pasamos por ahí en el auto–.
Epílogo: la única obra que
no entra en todo este rescate es la llamada Estación 12, del australiano
Clement Meadmore. ¿Por qué, cuál es? Sencillo: si uno circula por Periférico de
sur a norte, antes de la salida a Insurgentes, podrá observar el Colegio
Olinca, y en un punto de la construcción medio se ve la magna escultura,
secuestrada por los dueños de ese lugarsucho donde con esos malos ejemplos de hurto
pretenden educar a las generaciones venideras. Incluso utilizaron la obra como
logotipo de la institución.
Ojalá pronto se recupere la pieza, pues no se
vale sustraerla así como así; y no dudo que eso se haya dado en el marco de
alguna amistad o compadrazgo con el regente en turno… pero ya se les acabará el
veinte a esos miserables y hasta tendrán que pagar por el uso de derechos de
autor que no han sido autorizados por décadas.