Dos mil diez no fue el único año de
centenario; en mi calendario también lo es 2012, siendo el próximo domingo la
fecha cumbre, pues se cumplen cien años del nacimiento de Lita, esa mujer maravillosa,
vital, ocurrente, antojadiza, llena de energía, que hizo de nuestra convivencia
con ella una verdadera delicia.
Con ella compartí una infinidad de cosas, el
día a día. En una palabra, todo. Cuando yo estaba en el kínder ella formaba
parte del contingente en los paseos escolares, ¡no fallaba!, toda la primaria y
secundaria me recibía al regresar a casa en el camioncito escolar, y ya en la
universidad me acompañó a dejar los documentos necesarios para formalizar mi
inscripción.
Recuerdo con ella las idas al cine, al
mercado (en la Condesa y en nuestros rumbos actuales, que tardaba horas, e
íbamos hasta tres veces…) y a los centros comerciales. Y, por qué no decirlo,
hasta a los velorios, que le gustaban porque veía a muchos conocidos.
Ella siempre me procuraba atenciones y antojo
y medio; he ahí uno de los orígenes de mi gusto supremo por la comida, seguro,
jaja!!. Su amiga Piedad, ella y yo paseábamos por Chapultepec y al final del
trayecto tomábamos root beer. O cuando
llegaba de la primaria me recibía con un licuado de mamey y leche evaporada (o clavel,
como ella le llamaba). Y por supuesto, no nos perdíamos los programas de cocina
que pasaban en televisión (Chepina Peralta era nuestro hit!!).
Lita me indujo a las ofertas de las tiendas
(cómo esperaba la gran venta de verano y la de fin de año en Palacio de Hierro
y Liverpool!!), a ver telenovelas (en aquel tiempo sí había buenos guiones y
actuaciones que valían la pena, lo cual ahora seguramente no sucede) y a pasear
durante horas, y horas, y horas, y horas (qué pila, qué bárbara!!).
Ella me enseñó el arte/oficio de obtener
información y de conocer los detalles mediante la observación. Lita siempre
dijo que hay que arreglarse e hizo de la unión familiar una de sus principales
banderas (no había cumpleaños, aniversario o santo que no pusiera en marcha su
estrategia recordatoria para que a nadie se le olvidara el acontecimiento).
Su color favorito era el café, su helado preferido
era el de guanábana y siempre me ‘heredaba’ un huevo estrellado cuando pedía
unos ‘divorciados’ en el Vips. Fuimos juntas al concierto de Locomía, su inglés
era genial (quién no recuerda el celebérrimo ‘alivinis nais’, jaja) y le
gustaba preguntar el precio de todos los artículos que vendían en la playa para
al final no comprar nada o de plano llevarle regalo hasta al perico. El pozole
que hacía era buenísimo, en serio buenisisísimo, y se lamentaba de no tener en
la cara la piel lisita lisita que tenía en la panza.
Tenía comal y metate con todo mundo, al grado
que una vez invitó a desayunar a los ñores de la delegación que estaban
fumigando el jardín. También le gustaba pedir autógrafos o cruzar alguna frase
con algún personaje público que encontraba en la tienda (como cuando vimos a
Guillermo Murray en el Sam’s, se acercó a su carrito y le preguntó ‘Disculpe, ¿dónde tomó esa ensalada?’,
como si a Lita le hubieran apurado las verduras, jaja!!)
Cómo le hubiera gustado estar todas juntas, abrazando
fuerte fuerte a la pequeña Lety (lo mismo que a mi Abuelín!!), cuántas horas
hubiera pasado en la ventana de nuestra recámara practicando el espionaje que
le encantaba, y cómo hubiera disfrutado del Asturiano (me imagino perfecto su
carita al ver a las ñoras ‘bichis’ pasearse por los vestidores, jaja)…
Si bien es cierto que no los vemos, estoy
segura que ambos permanecen a nuestro lado, sólo que de una manera distinta a
la convencional. Por eso y mucho más, este domingo habrá que celebrar tan
grande acontecimiento, dándole a Dios las gracias por la dicha de habernos dado
a Lita, un ser humano simple y sencillamente excepcional!!