jueves, 27 de septiembre de 2012

El otro centenario


Dos mil diez no fue el único año de centenario; en mi calendario también lo es 2012, siendo el próximo domingo la fecha cumbre, pues se cumplen cien años del nacimiento de Lita, esa mujer maravillosa, vital, ocurrente, antojadiza, llena de energía, que hizo de nuestra convivencia con ella una verdadera delicia.

Con ella compartí una infinidad de cosas, el día a día. En una palabra, todo. Cuando yo estaba en el kínder ella formaba parte del contingente en los paseos escolares, ¡no fallaba!, toda la primaria y secundaria me recibía al regresar a casa en el camioncito escolar, y ya en la universidad me acompañó a dejar los documentos necesarios para formalizar mi inscripción. 

Recuerdo con ella las idas al cine, al mercado (en la Condesa y en nuestros rumbos actuales, que tardaba horas, e íbamos hasta tres veces…) y a los centros comerciales. Y, por qué no decirlo, hasta a los velorios, que le gustaban porque veía a muchos conocidos.

Ella siempre me procuraba atenciones y antojo y medio; he ahí uno de los orígenes de mi gusto supremo por la comida, seguro, jaja!!. Su amiga Piedad, ella y yo paseábamos por Chapultepec y al final del trayecto tomábamos root beer. O cuando llegaba de la primaria me recibía con un licuado de mamey y leche evaporada (o clavel, como ella le llamaba). Y por supuesto, no nos perdíamos los programas de cocina que pasaban en televisión (Chepina Peralta era nuestro hit!!).

Lita me indujo a las ofertas de las tiendas (cómo esperaba la gran venta de verano y la de fin de año en Palacio de Hierro y Liverpool!!), a ver telenovelas (en aquel tiempo sí había buenos guiones y actuaciones que valían la pena, lo cual ahora seguramente no sucede) y a pasear durante horas, y horas, y horas, y horas (qué pila, qué bárbara!!).

Ella me enseñó el arte/oficio de obtener información y de conocer los detalles mediante la observación. Lita siempre dijo que hay que arreglarse e hizo de la unión familiar una de sus principales banderas (no había cumpleaños, aniversario o santo que no pusiera en marcha su estrategia recordatoria para que a nadie se le olvidara el acontecimiento).

Su color favorito era el café, su helado preferido era el de guanábana y siempre me ‘heredaba’ un huevo estrellado cuando pedía unos ‘divorciados’ en el Vips. Fuimos juntas al concierto de Locomía, su inglés era genial (quién no recuerda el celebérrimo ‘alivinis nais’, jaja) y le gustaba preguntar el precio de todos los artículos que vendían en la playa para al final no comprar nada o de plano llevarle regalo hasta al perico. El pozole que hacía era buenísimo, en serio buenisisísimo, y se lamentaba de no tener en la cara la piel lisita lisita que tenía en la panza.

Tenía comal y metate con todo mundo, al grado que una vez invitó a desayunar a los ñores de la delegación que estaban fumigando el jardín. También le gustaba pedir autógrafos o cruzar alguna frase con algún personaje público que encontraba en la tienda (como cuando vimos a Guillermo Murray en el Sam’s, se acercó a su carrito y le preguntó ‘Disculpe, ¿dónde tomó esa ensalada?’, como si a Lita le hubieran apurado las verduras, jaja!!)

Cómo le hubiera gustado estar todas juntas, abrazando fuerte fuerte a la pequeña Lety (lo mismo que a mi Abuelín!!), cuántas horas hubiera pasado en la ventana de nuestra recámara practicando el espionaje que le encantaba, y cómo hubiera disfrutado del Asturiano (me imagino perfecto su carita al ver a las ñoras ‘bichis’ pasearse por los vestidores, jaja)…

Si bien es cierto que no los vemos, estoy segura que ambos permanecen a nuestro lado, sólo que de una manera distinta a la convencional. Por eso y mucho más, este domingo habrá que celebrar tan grande acontecimiento, dándole a Dios las gracias por la dicha de habernos dado a Lita, un ser humano simple y sencillamente excepcional!!

viernes, 21 de septiembre de 2012

Nuestra influencia cultural


Desde hace años, académicos, analistas y ‘opinólogos reflexivos’ (como yo, jaja) hemos señalado que este pobre país no tiene rumbo y que prácticamente no existen políticas sectoriales serias, sino que todo marcha gracias a la inercia que el tiempo ha generado.

Uno de esos ámbitos es la política exterior, que de una década a la fecha se ha vuelto pasiva, carente de compromiso, absurdamente cautelosa y gris, gris hasta la saciedad, un gris apático que ha ignorado su histórico liderazgo en foros regionales e internacionales.

Sin embargo no todo está perdido, pues hay señales inequívocas que indican que nuestra presencia sigue ahí, de la manera más sutil y entrañable; me refiero a la influencia cultural, el también llamado soft power. Ya sea en el plano formal o mediante las industrias culturales (entiéndanse por estas últimas los productos musicales, televisivos o cinematográficos, entre otros), muchas personas de otros países tienen presente a México en su cotidianidad o en su memoria.

Esto viene a colación porque en su más reciente comisión de trabajo, César estuvo platicando con funcionarios y ciudadanos de América Latina, en el marco de una inauguración fotográfica alusiva al mundo maya. Las voces se levantaban: ‘‘México es inagotable’, ‘Qué lugares, qué diversidad tiene México’, y así por el estilo.

Y no sólo eso, sino que un ñor de Costa Rica dijo nostálgico ‘A mi mamá le encantaban las películas de Joaquín Pardavé’, y un chileno habló emocionado de Cepillín como uno de sus referentes de infancia, qué loco!! Incluso buena parte de las delegaciones a las que me tocó recibir como parte de mi trabajo en el gobierno federal hacían hincapié en que Chespirito era y sigue siendo lo máximo en sus respectivos países.

El caso más emblemático que me ha tocado atestiguar fue cuando conocí al Embajador de Angola en México (que debe estar por terminar su encargo), quien amablemente me saludó y lo primero que dijo fue ‘¡Oh, México! Ustedes han dado al mundo al más grande embajador de todos los tiempos (y yo hacía mentalmente un recuento apresurado de personajes como Alfonso García Robles o Genaro Estrada, anticipándome al rumbo que podía tomar la conversación): Cantinflas. Todos íbamos siempre al cine a ver sus películas, fabulosas.’ ¡Qué tal el impacto, hasta el África más profunda llegamos!

Por todo lo anterior, el hecho de que Enrique Peña Nieto esté realizando una gira por América Latina no es casual y habla de una excelente asesoría en materia de relaciones internacionales, pues sólo falta despertar y abandonar el letargo para que reavivemos lo que fuimos y, por lo visto, lo que seguimos siendo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Las letras para niños (y no tan niños) de Roald Dahl


En serio que qué buenos son los libros de Roald Dahl y qué poco se les conoce. La primera vez que oí hablar de él fue luego del lanzamiento de la película Charlie y la fábrica de chocolate, un filme magistral de Tim Burton, uno de mis favoritos, con una composición visual impresionante (también vi la versión de Willy Wonka de los años setenta, con el actor Gene Wilder, y también me gustó).

Tiempo después compramos el libro en su versión original, con ilustraciones de Quentin Blake (quien gráficamente se ha vuelto el maestro de los libros de Dahl), y la historia me encantó por su trama bizarra, sus personajes tan particulares que parten de la realidad y la caricaturizan, y una imaginación bárbara que plasma la identidad del autor.

Posteriormente leí James and the giant peach, que cuenta las aventuras del pequeño Jim y un grupo de insectos enormes que viajan al interior de un melocotón; Matilda, una niña que amaba los libros y que tenía una inteligencia desbordada; The missing golden ticket, con datos inéditos del autor y sus libros; y The witches, donde se enseña que las brujas pueden ser cualquier mujer que esté al lado fingiendo normalidad cuando en realidad quieren aniquilar a los niños (en eso soy experta: yo identifico brujas fácilmente pues en el trabajo abundaban, jajaja!!).

Todos los libros de Dahl parecen partir del mismo punto, que es la adversidad, para después conducirse a situaciones sublimes que llevan a encontrar el camino hacia el vuelo definitivo, hacia la plenitud, la libertad o la felicidad, y aunque los personajes principales padecen la mala actitud de algún villano, siempre hay amigos o seres positivos que contribuyen al buen logro del relato.

Algunos títulos han sido llevados al cine, pero desafortunadamente no han tenido el éxito que merecen, no sé si por la dirección, por los actores o por qué, pero no dan su lugar a los textos. Por ejemplo, James and the giant peach fue un filme animado de los Estudios Disney en 1996, bajo la dirección del mismo Burton, pero dudo mucho que a alguien le suene. O Matilda, del mismo año, protagonizada por Mara Wilson y Danny De Vitto, que no pegó nada –incluso nosotros la vimos hace apenas unos 6 años en tele, porque en cine pasó de noche–. O The witches, de 1990, con Angelica Houston, que no llamó tanto la atención.

La fama de ese autor, fallecido hace 20 años, que empezó escribiendo relatos para sus hijos y terminó siendo la delicia literaria de generaciones enteras alrededor del mundo, ha derivado en la celebración del Día de Roald Dahl cada 13 de septiembre, fecha de su natalicio pero de 1916. Por ello, sus libros están disponibles en decenas de idiomas, incluyendo el español, así que la lengua no es obstáculo para conocer las letras de Dahl.
                                                                                                                                  
(Volviendo a Charlie y la fábrica de chocolate, su simple título me lleva a imaginar el río de chocolate y la cascada donde éste se mezcla, casi lo puedo saborear, mmm!! Definitivamente es el tipo de relato fantástico que transporta!! Les recomiendo ampliamente el libro, y en lo que se animan tienen que ver la película, cada parte es única, las intervenciones de los abuelitos son geniales!! Con decirles que vimos el estreno en cine y a Lita le encantó!!).

sábado, 8 de septiembre de 2012

Exportando sabores


En algunos sistemas de televisión por cable existe un canal llamado El gourmet, el cual, como su nombre lo indica, se especializa en la producción de programas relacionados con la gastronomía; cocina mediterránea, vinos del mundo, resuelven dudas sobre las técnicas para elaborar una receta, etc… También hay programas de cocina regional o por país como Colombia, Argentina o Perú.

Entre estas resalta la presencia que tiene nuestra gastronomía, que se lleva por mucho en tiempo y recursos al resto de la programación. Particularmente, me he volcado en dos de ellos por la aportación que hacen al mundo de nuestros sabores y por la forma en que muestran nuestros lugares y nuestros paisajes al resto de América Latina. Me refiero a La historia se sienta a la mesa y a Tulum: cocina de playa.

El primero tiene tintes bastante cultos, pues se centra en vincular la cocina con los grandes momentos de la historia de México, algo muy interesante tanto en contenido histórico como gastronómico. Lo conduce al escritor Benito Taibo y semanalmente es acompañado por un historiador y un chef, de acuerdo a la temática a tratar.

Por ejemplo, van al Castillo de Chapultepec y hablan del período en que Maximiliano y Carlota vivieron ahí, comentan la cena que ofrecieron al llegar a nuestro país y reproducen algunos de los platillos. O mencionan el centenario de la Independencia de México y elaboran el menú que Don Porfirio eligió para celebrar aquel acontecimiento.

El segundo se podría decir que es el lado opuesto, pues lejos del formalismo y la seriedad, el chef a cargo, Alfonso Cadena, es coloquial y espontáneo, literalmente un fresco, y la cocina que maneja es del corte ‘fusión’, es decir, utiliza algunas bases e ingredientes tradicionales, pero les da un toque experimental (eso sí, con los pescados y mariscos como base).

Cocina de playa, como su nombre lo indica, se transmite desde un rincón en Quintana Roo, con el Mar Caribe de fondo y a la sombra de una palmera, echando mano de utensilios tan mexicanos y diversos como los canastos tejidos de palma del Centro del país, las jarras y vasos de vidrio soplado de Occidente, las palas de madera de Oaxaca y los textiles deshilados de Aguascalientes.

Cada vez que hacen una pausa en la transmisión o para dar un giro al programa, introducen música popular correspondiente al periodo de auge de la radio y el cine en México, aquella que es ampliamente reconocida por propios y extraños como uno de los elementos identitarios que nos caracterizan (como el bolero, los tríos, etc…).

O si el chef Cadena tiene que esperar a que un pulpo u otro ingrediente esté listo, de plano se tiende sobre una hamaca, qué loco!!

Si se tiene la oportunidad hay que ver los dos programas, que son una auténtica delicia para el paladar y para la vista, tanto por su originalidad como por la exportación gastronómica que llevan consigo.