viernes, 25 de mayo de 2012

Microcosmos


Luego de dejar a César en el aeropuerto hace unas semanas, se nos ocurrió disfrutar la soleada tarde y comer en uno de los restaurantes del club antes de ir a casa. Llegamos, nos anotamos y esperamos que nos asignaran mesa. Pasaban 10 minutos, 15, 20… Pero bueno, Lety estaba tranquila y así llegaba su hora y comeríamos las tres juntas.

Después de unos cuarenta y cinco minutos nos tocó turno. Ah, qué bueno, qué hambre y qué antojo. Uno que otro mesero pasaba por ahí, pero como no se veía claro mi mamá le dijo al que llegó junto ‘¿Usted estará a cargo de esta mesa?’, y tipito ‘Sí’. Se fue y se suponía que regresaría con cubiertos y mantelitos, pero eso lo hizo otro fulanito, que nos dio la carta y nos tomó la orden.

‘Unas croquetas de jamón serrano y un club sándwich, todo para compartir, por favor, y dos naranjadas con agua mineral y sin hielo’, ‘Sí, en un momento se los traigo’. Ah, faltaba menos para darse un buen ‘butain’, como decía Lita ante una buena comilona.

Las bebidas no se hicieron esperar, pero pasaban los minutos, largos minutos, y ni pan había en la mesa para hacer más llevadera la espera. Pasó un tercer mesero y le dijo mi mamá ‘¿Nos podría traer pan y servilletas, por favor?’, y tarde pero seguro volvió con las dos cosas. Para entonces Lety ya había terminado su pollo con brócoli y ya iba por la leche…

No tengo certeza del tiempo, pero probablemente media hora después vino un quinto elemento con una charola que claramente traía el bendito club sándwich, pero no así las croquetas. ‘Sandwich’, ‘Sí, para compartir’, ‘Y jamón serrano’, ‘Nosotras pedimos croquetas, no jamón serrano en rebanadas’, ‘¿No les dijeron? Es que las croquetas se terminaron’, ‘Ni hablar, entonces sólo el sándwich, luego veremos qué más pedimos. Por favor tráiganos un plato extrapara compartir’, ‘En seguida’.

El desgraciado ese tampoco regresó, pero obviamente le hincamos el diente al club sándwich sin importar que sólo hubiera un plato. Me preguntó mi mamá ‘¿Qué más se te antoja, qué más pediremos?’, y le dije ‘Sinceramente, como veo, cualquier pedido tardaría otra hora, así que mejor nos reservamos al postre’, ¡pero ningún miserable mesero aparecía para solicitarle la charola de pasteles, qué infra!

Cuando el sexto infeliz pasó por las cercanías se la pedimos, ¡pero le valió un cacahuate y adiós postre! Pues de plano la cuenta, era el colmo. Se la pedimos al primer enanete que tratamos, luego a otro y como no la llevaban me paré a decirle a la mona flemática de la entrada lo que sucedía para que finalmente pagáramos y nos fuéramos.

Uf, qué batalla con el mal servicio, qué barbaridad…

Total que a las quinientas volvió el enanete con la cuenta, ¡y nos cargaban las mentadas croquetas! Le explicamos que no había (cosa que él debía saber), por tanto no las pudimos haber comido, se fue y de nuevo cuando le dio la gana volvió ¡con el jamón serrano en rebanadas en la cuenta!

Eso ya fue el colmísimo. Ahí exploté y cortésmente le dije ‘¿Sabe qué? Sólo comimos este estúpido club sándwich y dos malditas naranjadas, nadie fue para traernos los postres y morimos de hambre, así que no me venga con esos consumos que no hicimos’.
Cual ‘cometa Halley’ pasó por ahí el pseudo encargado, un pobre diablo igual que el resto, al que mi mamá le hizo la observación de que en un lapso de dos horas nadie se había hecho cargo de la mesa; como era de esperarse le importó sorbete porque no hizo ni el intento de enmendar los errores.

Tristemente, ese microcosmos no es más la muestra de lo que pasa todo el tiempo en este país, puesto que:

1. Nadie se hace responsable de nada;
2. No hay a quien reclamarle;
3. Existe una falta total de comunicación (dado que el mesero que nos tomó la orden no llevó los platillos a la mesa, nadie tenía de lo que habíamos comido);
4. Puede más la apatía que las ganas de salir adelante (de lo contrario, cómo explicar que nadie nos atendiera siendo que a mayor pedido, mayor cuenta y seguro más propina… la cual, por supuesto, no llegó esta ocasión, faltaba más…).

viernes, 18 de mayo de 2012

La cultura museística


¿Por qué en México tendremos una cultura museística tan pobre? Es más: ¿por qué en buena parte de nuestro país ni siquiera la tenemos? Reflexionaba lo anterior en el marco del Día Internacional de los Museos, justamente el día de hoy.

En países como Reino Unido, la visita al museo se convierte en una experiencia integral: en un mismo lugar se tienen las colecciones, facilidades de acceso para personas con discapacidad u otra condición especial (adultos mayores y mujeres embarazadas, por ejemplo), cafetería, ludoteca y unas tiendas con libros de arte, souvenirs y artículos del museo que reflejan conocimiento del potencial para aprovechar lo que se tiene para hacerse de recursos.

La gente tiende a ser respetuosa: cada quien su espacio para disfrutar los contenidos y sin interferir en la actividad del prójimo, aun utilizando las audioguías que tanto detesto. Y aunque haya hordas enteras de visitantes, parece que todo fluye de manera ordenada.

Como ventaja adicional, los museos se han venido diversificando y ahora podemos encontrar uno de acuerdo a nuestros gustos: los hay de cera, de autor, artes populares, deportes, economía, escultura, de carácter histórico, de ciencias, arte moderno, gastronomía, ciencias naturales, arquitectura, artes decorativas, música, etc… etc… etc…

Entonces, ¿por qué no les interesan a los mexicanos los museos? Probablemente porque nadie les dice lo increíbles que son; porque cada vez que los visitan lo hacen de manera obligatoria.

La clave está en la sensibilización a temprana edad: en el caso de los museos de arte, recuerdo que en Londres era conmovedor ver en las enormes salas del British Museum o de la National Gallery a grupos de pequeñines, que iban de los 3 o 4 años hasta los 7 u 8, sentados en el piso, aprendiendo con su maestra a apreciar los acervos y posteriormente copiando a lápiz y a su manera las figuras que más les gustaban.

Así, los niños van aprendiendo que el arte es una expresión única del ser humano en un espacio y tiempo determinados, que lejos de ser aburrida tiene tanto detrás que es entretenidísima y que si bien hay que tenerle respeto, éste no se debe traducir en miedo a acercársele, pues está al alcance de nuestros sentidos. Y así se podría seguir uno con todas las disciplinas que han sido motivo museístico. 

viernes, 11 de mayo de 2012

Celebraciones ‘de Madres’


Ayer que nos dirigíamos a festejar el 10 de mayo, caí en cuenta que muchos niños iban por la calle vistiendo trajes regionales de nuestro país, es decir, los festivales escolares que se organizan para esa fecha se basan en el folclor nacional. Pero, ¿quién les ha dicho que el Día de las Madres tiene que ver con eso?

Y no es que considere un error las celebraciones escolares, sino que eso también tiene una implicación económica para las familias, que muchas veces hacen un esfuerzo para comprar algo que sólo tendrá una utilidad de 5 minutos. E incluso también llega a ser absurdo porque las mamás son las que tienen que diseñar, coser o buscar el modelito en cuestión.

Otra cosa de la que me percaté es que las ñoras regresaban del evento escolar con un regalo, y qué regalos más horrendos. Para muestra, un botón: una persona llevaba un cojín con un ‘Felicidades Mamá’ escrito con pintura inflable, que nada combinaba con la tela estampada ni con un monito plasmado con pintura para textil que aparecía en la parte derecha. U otro ejemplo: una orquídea artificial color durazno encajada en una base de fomi color amarillo canario…

Obviamente no menosprecio lo que un infante de preescolar o primaria pueda darle a su madre, eso JAMÁS, sino que esas fealdades son ideas de las maestras, que, siendo honestos, no tienen por qué hacer la chamba que debe darse en casa, ni tampoco deben secuestrar el Día para imponer su creatividad o mal gusto, como bien dijo César (qué buena frase se aventó caray).

¿Por qué no preparar alguna canción para que los niños la entonen en el festival, con la misma ropa que llevan todos los días al colegio –aunque quizá más acicalados que de costumbre–. Por qué no mejor dar un dibujo, una barra de chocolate o un buen beso con un ‘te quiero’ que sea sincero (con verso sin esfuerzo, jaja)?

El Día de las Madres debe ser algo que le nazca a los pequeños, que sea espontáneo o que se dé en complicidad con el entorno familiar – que puede incluir al padre, los abuelos o a los otros hermanos–, y pienso que es algo que se tiene que dar en casa, no en la escuela.

Y aunque a nuestros seres queridos se les debe festejar todos los días por la bendición de tenerlos, no está de más darle al 10 de mayo ese toque especial que las mamás merecen –al menos la mía merece el cielo, la Tierra y todas las estrellas juntas, es lo máximo!! –.

viernes, 4 de mayo de 2012

Mejor dicho, pasaban otras cosas


Reflexionando el blog anterior me quedé pensando que en realidad, cuando uno es niño, sí tiene sus preocupaciones, aunque vistas bajo la óptica del adulto son situaciones menores, pero en ese momento tienen gran relevancia.

Echen ojo a la lista, porque al menos eso pasa por la cabeza de las niñas:

- Les mortifica que hagan un llamado general a los padres de familia del salón escolar cuando ellas ‘ni vela en el entierro’.

- Les preocupa que una de sus amigas se enoje con ellas.

- Les angustia si al usar vestido o falda ‘se les ven los chones’.

- Les mortifica la boleta cuando hay una mala calificación.

- Les angustia que se enteren que algún niño les gusta.

- Les mortifica tener que terminarse un platillo que no les gusta.

- Les preocupa que les vayan a poner apodo en la escuela.

- Les angustia tener que disfrazarse y que la gente las vea al salir a la calle (ahora ya no aplica tanto, pues a los pequeñines les gusta disfrazarse aun sin motivo específico).

- Les mortifica cuando no termina una ‘reunión de grandes’ y ya quieren irse a su casa.

Definitivamente en cada etapa tenemos nuestros propios temores, intereses e inquietudes. Pero no cabe duda que las de los niños, vistas ‘a toro pasado’, hasta son tiernitas.