Qué desastre el que ocurrió hace unos días con el Costa Concordia; a 100 años del hundimiento del Titanic, con tecnología de punta aplicada en todas las comunicaciones y un siglo de diferencia en materia de protección civil, el crucero italiano chocó con una roca y encalló irremediablemente en las aguas del Mediterráneo.
Pero lo que no cambia son la obstinación, la estupidez y la irresponsabilidad del ser humano, porque todo pudo haberse evitado de no ser porque el capitán Francesco Schettino se acercó demasiado a la isla más próxima luego de haber prometido a un amigo que lo haría para saludarlo tocando la corneta desde cubierta.
Obviamente la distancia a la que llegó el barco no era la adecuada, así que se estrelló, se agrietó y el agua empezó a colarse a gran prisa dentro de la gigantesca embarcación.
Los sobrevivientes señalan que en un momento sintieron una fuerte sacudida, y la gente que cenaba en alguno de los comedores –porque para colmo era de noche– escucharon la estrepitosa caída de las vajillas.
El tiempo pasaba y nadie les decía nada, no había ningún mensaje en el que se explicara lo que había pasado, si las cosas iban bien o si habría que desalojar el barco. ¿Por qué? Porque el capitanete Schettino, que supuestamente es el responsable de velar por la seguridad de los pasajeros, ya se había ido a tierra firme, y desde la isla de Giglio llamó a su madre para decirle que no se preocupara, que él estaba bien, consternado al observar cómo se hundía el barc (¿¿¿¿¡¡¡¡!!!!????).
En condiciones ‘civilizadas’, aunque no estuviera la cabeza de la embarcación, el resto del equipo debería estar capacitado para actuar en caso de contingencia. Sin embargo, en videos se ha podido constatar que a los pasajeros que se aprestaron con chalecos salvavidas se les decía ‘No pasa nada, regresen a sus camarotes’, mandando así al matadero a más de uno.
Incluso cuando la autoridad portuaria se comunicó con la tripulación para ver qué sucedía a bordo, luego de haber recibido llamadas de los familiares de pasajeros que sintieron que algo no iba bien en el Concordia, los primeros afirmaban que sólo se trataba de un apagón, que todo estaba bajo control.
El resto de la historia ya es conocida: afortunadamente sobrevivió la gran mayoría de los pasajeros, aunque al día de hoy se cuenta la pérdida de 16 vidas y se sigue trabajando para rescatar algunos cuerpos faltantes y sacar el combustible de la nave para evitar una tragedia ecológica.
Pero lo que de plano parece un chiste es la actitud del mentado Schettino, quien fue detenido cuando se supo todo. Él dice que no huyó de la nave, sino que cayó en un bote salvavidas y ya no pudo regresar –qué tal, y parece que lo dijo en serio!!!!–. Y en su pueblo es un héroe, donde fue recibido entre vítores y abrazos, y hasta el cura estaba por visitarlo en su arresto domiciliario para reiterarle su apoyo. Y hasta la esposa lo defiende ante los medios, afirmando que no es un monstruo, a pesar de que se dijo que esa noche cenaba con una reiniux estona a la que presuntamente también dejó en el barco.
(Cómo se va a defender lo indefendible, cómo se va a decir que fue un valiente y que salvó muchas vidas cuando fue el primero en ‘pelarse’ de la manera más vil y egoísta… no cabe duda que los italianos son el tercer mundo dentro del primero, lo cual corroboramos César y yo cuando estuvimos en aquellos lares…).
Naturalmente los sobrevivientes están por demandar a la compañía italiana Costa que opera los cruceros, y como se estima que a cada pasajero deberán darle alrededor de 150,000 o 190,000 euros –y eran más de 4,000 pasajeros–, Costa está culpando por completo al capitán por el desastre. Pero ellos son los primeros responsables por contratar tipos como Schettino y por no capacitar al personal para actuar en caso de siniestro.
Lo bueno fue que, como en todo, hubo gente solidaria que ayudó a los demás y arriesgó su vida para salvar a otros; para ellos un gran reconocimiento. Pero para el Schettino ese, repudio y menosprecio por su cobardía, habrase visto semejante tipejo…