A partir de la segunda quincena de diciembre hubo una noticia que acaparó los medios nacionales, tanto impresos como electrónicos, y tiene que ver con una denuncia de abuso sexual de una menor de edad contra el cantante Kalimba. Los hechos sucedieron en un antro de Cancún, lugar donde la joven de 17 años trabajaba como edecán y el intérprete había sido contratado para dar un concierto.
La nota va y viene y muchos comentan si Kalimba es culpable, si no lo es, si hay dinero de por medio por parte de la disquera para que no se desprestigie ‘su producto’, si fueron una o dos las afectadas y si hay que investigar a la familia de la chica porque probablemente sólo quiere dinero.
Pero las especulaciones y los comentarios no quedan ahí: que qué tenía que hacer la menor como edecán, que si la culpa es de los administradores del antro por contratar a quien no cumple con la edad permitida, que si los familiares no sabían en qué andaba su hija y que si la joven envió mensajes de texto al celular de Kalimba las semanas posteriores a la demanda.
Y la cosa sigue: que si no sería el novio el que abusó de la menor, que si realmente hubo algún tipo de contacto físico entre el cantante y la chica, que si las cosas ocurrieron en un hotel o en el antro, que si ella era o no menor de edad…
El asunto tiene más de un mes en titulares y primeras planas de medios electrónicos e impresos, que le destinan cada vez más tiempo y atención en sus respectivos espacios- no dudo que hasta hayan organizado foros de discusión para el caso–, lo cual me lleva a una sola y contundente conclusión: qué pobreza mediática la que tenemos en el país, pues lejos de contar con buenos trabajos periodísticos de investigación, de fondo, con temas serios, nos topamos con que los ‘profesionales’ de ese ámbito se limitan a repetir lo que dicen los comunicados de prensa oficiales, casi siempre sin ir más allá o sin cuestionar contenidos, o creando falsa polémica.
Adicionalmente convierten una estupidez en nota estrella de ocho columnas, porque ¿quién diablos es Kalimba, qué canta, a quién le importa lo que él y una equis fulana hagan de su vida, o sus padres, o su novio?
Cuando trabajaba en Grupo Monitor, recuerdo que un día llegó a la sala de espera un chavito de raza negra, de estatura baja, queriendo llamar la atención con la actitud (se paraba de puntas y aparentaba buscar a alguien). No faltó quien preguntara ‘Ese quién será’ y alguien respondió ‘No sé, ha de ser hijo de Johnny Laboriel’ (sin afán de ofender ni mucho menos). Ya cuando lo llamaron al estudio y salió al aire para ser entrevistado en un espacio de entretenimiento resultó ser un tal Kalimba, quien, a la fecha, no ha dejado de ser un auténtico Don Nadie.
La nota va y viene y muchos comentan si Kalimba es culpable, si no lo es, si hay dinero de por medio por parte de la disquera para que no se desprestigie ‘su producto’, si fueron una o dos las afectadas y si hay que investigar a la familia de la chica porque probablemente sólo quiere dinero.
Pero las especulaciones y los comentarios no quedan ahí: que qué tenía que hacer la menor como edecán, que si la culpa es de los administradores del antro por contratar a quien no cumple con la edad permitida, que si los familiares no sabían en qué andaba su hija y que si la joven envió mensajes de texto al celular de Kalimba las semanas posteriores a la demanda.
Y la cosa sigue: que si no sería el novio el que abusó de la menor, que si realmente hubo algún tipo de contacto físico entre el cantante y la chica, que si las cosas ocurrieron en un hotel o en el antro, que si ella era o no menor de edad…
El asunto tiene más de un mes en titulares y primeras planas de medios electrónicos e impresos, que le destinan cada vez más tiempo y atención en sus respectivos espacios- no dudo que hasta hayan organizado foros de discusión para el caso–, lo cual me lleva a una sola y contundente conclusión: qué pobreza mediática la que tenemos en el país, pues lejos de contar con buenos trabajos periodísticos de investigación, de fondo, con temas serios, nos topamos con que los ‘profesionales’ de ese ámbito se limitan a repetir lo que dicen los comunicados de prensa oficiales, casi siempre sin ir más allá o sin cuestionar contenidos, o creando falsa polémica.
Adicionalmente convierten una estupidez en nota estrella de ocho columnas, porque ¿quién diablos es Kalimba, qué canta, a quién le importa lo que él y una equis fulana hagan de su vida, o sus padres, o su novio?
Cuando trabajaba en Grupo Monitor, recuerdo que un día llegó a la sala de espera un chavito de raza negra, de estatura baja, queriendo llamar la atención con la actitud (se paraba de puntas y aparentaba buscar a alguien). No faltó quien preguntara ‘Ese quién será’ y alguien respondió ‘No sé, ha de ser hijo de Johnny Laboriel’ (sin afán de ofender ni mucho menos). Ya cuando lo llamaron al estudio y salió al aire para ser entrevistado en un espacio de entretenimiento resultó ser un tal Kalimba, quien, a la fecha, no ha dejado de ser un auténtico Don Nadie.