viernes, 17 de diciembre de 2010

Lecciones libertarias

En medio de la desolación generada por el crimen organizado, el calentamiento global, la falta de opciones políticas para los tiempos electorales por venir, la indiferencia de los unos por los otros, la inoperancia gubernamental y el consumismo imperante en nuestra sociedad, cerramos este año de Tutti Frutti con la entrega del Premio Nobel de la Paz al chino Liu Xiaobo.

Imaginen qué escena más impactante la que se vivió durante la ceremonia celebrada hace ocho días en Noruega: en pleno Ayuntamiento de Oslo, con decenas de personas en el público incluyendo disidentes chinos, representantes de diversos países y los monarcas noruegos, el presidente del Comité del Nobel, Thorbjoern Jagland, colocaba el diploma del galardón a la silla vacía donde debió estar sentado el Dr. Liu, recibiendo su reconocimiento.

Como es sabido por todos, el disidente chino no pudo estar presente por ser un preso político del gobierno de su país, que ha hecho todo lo posible por desprestigiarlo y boicotear la entrega del premio, al grado que desde el anuncio emitido por la Fundación Nobel impuso arraigo domiciliario a su esposa para evitar que le comunicara la noticia y al mismo tiempo impedir que saliera de China para recogerlo.

Según los registros, esta es la quinta ocasión en que el Premio Nobel de la Paz se entrega sin la presencia del galardonado: en el caso del soviético Andrei Sakharov (1975), el legendario polaco Lech Walesa (1983) y la birmana Aung San Suu Kyi (1991) alguien acudió en su representación. Sin embargo, tanto las medallas de Liu Xiaobo como del periodista antinazi Carl von Ossietzky fueron otorgadas en ausencia –cabe señalar que este último se encontraba preso en un campo de concentración–.

La lucha pacífica de Liu, manifiesta en la exigencia de los derechos elementales del ser humano, me parece un acto casi heroico en un mundo en el que la violencia, las armas, el mercado de silencios condicionados y la prostitución de conciencia son la constante, y más loable aun resulta hacerlo en un país como China, que a pesar de que muchos lo consideran un gigante y se asombran ante sus logros macroeconómicos –conseguidos, naturalmente, con un altísimo costo social–, no deja de ser un espacio de asfixia para los miles de millones que en él habitan, con imposiciones, miseria y restricciones.

Por casos como el de Liu Xiaobo y pensando en el próximo nacimiento de nuestra Nena, una chispa de luz en el porvenir se hace presente, anunciando que las cosas siempre pueden ser mejores, que los ideales y los valores deben ser las banderas que enarbolen nuestras acciones diarias y que un mundo más justo e igualitario es posible si nos lo proponemos.

Hagamos lo propio en nuestro entorno, seamos corteses y respetuosos con los demás y nunca dejemos pasar la injusticia o el abuso, pues en la medida de nuestros silencios las malas prácticas pueden volverse costumbres.

Y en esta víspera navideña, lo que me resta es enviarles mis mejores deseos para el año por venir: que todo sea amor, dicha y prosperidad para ustedes y los suyos. ¡Muchas felicidades, nos vemos en 2011!

viernes, 10 de diciembre de 2010

Espionaje diplomático

Recientemente, la Revista Algarabía publicó una edición especial a la que denominó ‘Intimidades’, en la cual, como en algunos títulos de actualidad, se revelan curiosidades y desenfrenos de la vida privada de los famosos, sólo que Algarabía no habla de actorcillos de poca monta, sino de grandes artistas como Oscar Wilde o Francisco de Goya. Hay de quienes devela sus adicciones, de otros su carácter obsesivo y de unos más sus fobias, manías y tendencias sexuales.

De la misma forma, tal parece que estamos viviendo un fenómeno similar pero a nivel político a raíz de la revelación de episodios obscuros de la diplomacia estadounidense, y es que con la filtración informativa de la organización australiana WikiLeaks se han hecho del dominio público los ‘tejes y manejes’ de la política exterior de Estados Unidos.

Así, se cuestiona la salud mental de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y se habla del Primer Ministro ruso Vladimir Putin como un autoritario y un corrupto que hace buena mancuerna con el italiano Berlusconi, a quien se califica de débil luego de tanto escándalo que lo ha rodeado tanto en lo político como en lo personal.

También se señala el peligro que entraña Irán en su búsqueda de uranio en América Latina y se afirma que los espías cubanos se reúnen periódicamente con autoridades venezolanas para conspirar en contra del ‘imperialismo yanqui’.

En México los medios se mostraban expectantes ante lo que los estadounidenses habían dicho de la situación de nuestro país; ¿realmente habría algo nuevo? Por supuesto que no, nada que no supiéramos: que si la estrategia contra el crimen organizado es un fiasco, que si el ejército es obsoleto e ineficiente y no tiene la capacidad para vencer a los narcos, que la corrupción es generalizada en cada rincón del país…

Si bien es cierto esas ‘prácticas’ –que van más allá de leyes, reglamentos e incluso de las buenas costumbres– no son nuevas, destaca que al parecer se trata de documentos oficiales del Departamento de Estado, embajadas y consulados estadounidenses, es decir, fuentes fidedignas, y por eso están que se los lleva el diablo.

A mi me da mucho gusto que hayan sacado esos ‘trapos al sol’, pues aunque hay quienes dicen ‘qué barbaridad, de qué manera consiguieron la información, eso seguro fue ilegal y poco ético’, entre otros argumentos, lo cierto es que cada vez es más frecuente que la información se abra paso, emerja y se ponga a disposición de quien la busque. Como ciudadanos del mundo, tenemos derecho a saber.

Y tan apurados se están viendo en la Casa Blanca y el Pentágono que la Clinton salió muy indignada afirmando que todo ha sido un ataque a la comunidad internacional (cuando en realidad los golpes fueron de EU a todo mundo, incluyendo la bajeza de realizar espionaje al interior de la ONU) y Obama ha descalificado a quienes pusieron a la luz la información.

Pero mientras son peras o son manzanas los cables siguen fluyendo por miles, y más de un país seguro está temblando porque también tienen su buena cola que les pisen, jaja.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Intercambios navideños, ¿espíritu fraternal?

¿Qué motiva a la gente a organizar y participar en intercambios navideños: el hecho de compartir, el espíritu de convivencia, mero compromiso, convencionalismos sociales, falsa pertenencia a un grupo determinado, sentimientos gregarios? Cualquiera que sea la hipótesis, lo cierto es que las nobles causas no son la opción más socorrida.

A continuación el botón que aporto a esta muestra pre-navideña:

Desde hace dos años, en la oficina han organizado un intercambio para celebrar las fiestas decembrinas: el primero fue de tazas y el año pasado de libros, pelis o agendas. Este año empezaron con el mismo mitote, sólo que a la lista de 2009 se fueron sumando corbatas, bufandas, mascadas, discos y calendarios.

Ayer, antes del mediodía, se anunció que se realizaría el sorteo para definir quién daría regalo a quién. Nos citaron en la sala de juntas del piso a los veintitantos que participaríamos, y en lo que nos congregábamos todos de la sala ya salían algunos con papelitos (error número uno: el sorteo se realiza a la vista de todos los participantes, no de manera discrecional).

Alguien dijo ‘Yo me llevo tres papeles por las que no están ahorita’ (error número dos: no se realiza el sorteo hasta que no estén presentes todos los que van a participar; si falta alguien, se pospone hasta nuevo aviso a menos que esa persona acepte que otro elija en su lugar, que no fue el caso).

El proceso continuó, rolaron la cajita y los demás fuimos seleccionando. Algunas personas decían ‘Me tocó bien’ (error número tres: los intercambios se deben realizar entre amigos o seres queridos. Así, quien le toque a uno será siempre alguien a quien da gusto regalarle algo y no habrá necesidad de huir de los indeseables).

En eso llegó un tipo que descaradamente tomó varios papeles, los cuales abría, leía el nombre, cerraba y volvía a introducir al montón (error número cuatro: a cada persona corresponde sacar un papel, no más, a menos que le toque su propio nombre, lo cual es improbable cuando se trata de tantos participantes como en ese intercambio laboral).

Todos nos inconformamos y yo inicié el coro de ‘Que se repita, que se repita’. La mayoría me secundó, pero dos o tres más incrementaron el desorden diciendo ‘Me toqué yo’, así que emulando al primer patanete doblaron su papel original, lo regresaron a la urna y tomaron otro.

Qué era eso, de qué se trataba: independientemente de la mala organización que derivó en los errores enunciados, lo cierto es que toda la situación puso de manifiesto que en realidad no hay espíritu navideño alguno, sino que la gente, sintiéndose comprometida o para que los demás no digan que ‘se cortaron’, entra a los intercambios ‘de dientes para afuera’, porque en realidad ni siente aprecio por los demás ni le interesa convivir.

Por todo lo anterior opté por salirme de ese intercambio, porque si uno da un regalo lo debe hacer de corazón y no por obligación ni compromiso; de lo contrario se desvirtúa la esencia de la temporada (lo peor es que muchos aplaudieron mi decisión pero reconocieron no haberse atrevido a hacer lo mismo; es increíble la presión social que ejerce su tiranía sobre algunos…).