viernes, 26 de febrero de 2010

Todo viene de casa

Ante el alarmante crecimiento de la obesidad infantil en México, la opinión pública se ha dedicado a buscar culpables de tan severo problema. Los señalamientos más recientes apuntan a las escuelas como primera fuente responsable por vender alimentos de escaso valor nutricional. Y yo pregunto, ¿por qué las escuelas?

En su lugar, yo señalo al hogar, a la casa, como origen principal de vicios y virtudes de las personas. En el caso de la comida, es responsabilidad de los padres (abuelos, tíos o quienes vivan bajo el mismo techo) preparar a los pequeños diariamente para asistir a la escuela, y eso implica uniforme, libros, aditamentos diversos y, en el mismo de nivel de importancia – si no es que más – el conocido lunch.

Quienes acusan a las escuelas se justifican con lo siguiente: ‘es que con la dinámica matutina y el ritmo de vida actual no hay tiempo de prepararlo. Además, algunas mamás trabajan. Por eso, para que los niños no se queden con el estómago vacío a media mañana, mejor se les da dinero para que compren algo durante el recreo’.

Desmenucemos la frase y veremos que no tiene sentido:

- Arguyen la falta de tiempo en la mañana para hacer el lunch. Pero, ¿por qué no levantarse un poco antes para hacerlo o por qué no prepararlo la noche previa? No toma más de 15, máximo 20 minutos. Recordemos que se trata de dar a los niños una opción rica y sana para mediodía: un sándwich de jamón y queso, fruta picada, un yogurt, una barrita de cereal o unas galletas, nada muy elaborado.

- El hecho de que las madres de familia trabajen tampoco es excusa: mi mamá siempre trabajó y siempre llevé mi lonchera llena de cosas ricas preparadas por ella y por Lita: jícama, pepino, zanahoria o germen de alfalfa con sal, limón y chilito, y un termo con agua de limón (ya ven de dónde saqué mi incipiente gusto por frutas y vegetales, jaja. Ah, y en ocasiones llevaba sándwich de cajeta o mermelada como algo más especial, mmm).

- También se curan en salud diciendo que dan efectivo a los pequeñines para que se compren algo. Sin embargo, es evidente que la mayor parte de los niños, por su misma condición, elegirán una golosina chocolatosa o una bolsa de frituras para saciar el hueco a la hora del recreo. ¿Por qué no mejor ayudarles a cultivar buenos hábitos alimenticios? No está mal el dinerillo de vez en cuando para algún antojo, pero diario es mera holgazanería casera.

Echados a tierra todos los justificantes, no cabe duda que quienes atribuyen la culpa del sobrepeso en menores de edad a las instituciones educativas están en un gran error, pues los hábitos alimenticios por la casa empiezan: ¿que por qué los niños compran porquerías para comer en la escuela? Porque en su casa no se preocupan por prepararles lunch; ¿y por qué las escuelas no mejor venden sólo comida sana? Porque los hábitos alimenticios tienen que inculcarse en el hogar sin importar que el entorno esté repleto de antojos y comida deliciosamente pecaminosa (porque a quién no le seduce un dulce pastelito o una dona glaseada…).

La gente es chistosa: quiere que la escuela supla las funciones inherentes a los padres, como son rutinas de higiene, valores, gusto por la lectura, hábitos alimenticios y enseñanza religiosa, entre muchos otros. Tengámoslo muy presente: todo viene de casa.

viernes, 19 de febrero de 2010

Candil de la calle...

Hace apenas unos días que la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) comenzó a reparar la fractura del bordo de La Compañía, en el Estado de México, y la tragedia no parece terminar para los afectados de la zona de Chalco, ya que, bajando las aguas producto de las inundaciones, la población ha podido ingresar a sus viviendas para constatar el grado de las afectaciones a su patrimonio.

Las escenas transmitidas por televisión son desoladoras, pues en cada casa están presentes restos de estufas y refrigeradores, colchones inservibles, sillas y mesas astilladas, visos de lo que fueron sillones y libreros, residuos de aguas negras en las paredes y una cantidad de lodo cuya remoción se adivina difícil.

Las semanas se están acumulando y la situación de los damnificados no mejora. ¿Por qué será, a qué se debe que durante las inundaciones de Valle Dorado la ayuda se dio de inmediato a los avecindados tratándose también de municipios mexiquenses?

La respuesta es simple: en Valle Dorado los afectados fueron personas de clase media y los de Chalco tienen menores ingresos. En pocas palabras, porque estos últimos son pobres y, para las autoridades, tal parece que eso del ‘determinismo social’ es una realidad: ‘naces pobre, creces pobre y mueres pobre, así que ¿para qué te ayudo?’...

En el primer caso, no pasó ni una semana para que los gobiernos federal, estatal y municipal acudieran a evaluar los daños y otorgaran cheques por 15 mil pesos a cada familia damnificada. Incluso, a nivel central, se solicitó al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) el otorgamiento de 100 mil dólares (alrededor de un millón trescientos mil pesos) para apoyar a la población de Valle Dorado.

Eso no salió en las noticias – seguro por lo vergonzante que resulta estirar la mano ante un organismo que enfoca sus esfuerzos a los más necesitados –, pero me consta porque terminé haciendo el reporte final de utilización de recursos.

Lo anterior no es ejemplo único: también tuvimos el caso de los huracanes Stan y Wilma que en 2005 devastaron regiones de Quintana Roo y Chiapas; Cancún fue restaurado en menos de lo que canta un gallo con apoyos públicos y privados, en tanto que localidades como Huixtla (de donde son mis queridos tíos Héctor y Gil) continúa al día de hoy sin regularizar el servicio de agua. ¿Y eso por qué? Porque Cancún deja millones de pesos al año y Huixtla no.

Adicionalmente, y volviendo al caso Chalco, no cabe duda que aquí se es ‘candil de la calle y oscuridad de la casa’, porque en estos tiempos de austeridad gubernamental, no se escatimó en el envío de buques, aviones y toda clase de ayuda para los damnificados por el terremoto de Haití – que si bien es cierto por sentido de humanidad y solidaridad internacional había que aportarles algo, tampoco se trataba de ‘echar la casa por la ventana’, para quedar bien con quién… –.

Lo más absurdo es que, a más de un mes del sismo haitiano, todavía organizan el concierto ‘Un corazón musical por Haití’ (y los hipócritas artistillos televisos le hacen al cuento diciendo ‘sí, porque los hermanos de Haití nos necesitan’), y organizaciones como Fomento Social Banamex mantienen habilitadas sus cuentas para recibir donativos por la misma causa.

¿Y Chalco? Bien, gracias: ni una colecta, ni un pésame, ni una nada… y aun así volveríamos al dilema entre donar y no donar… (y ellos sí que son nuestros hermanos, directitos).

viernes, 12 de febrero de 2010

El 'nerdotario'

Mientras más veo ‘The big bang theory’ más me convenzo de algo: soy una nerd. Sí, lo confieso abiertamente, una nerd hecha y derecha (aunque, a diferencia del estereotipo, me alacio el pelo y ya no uso lentes gracias al bendito láser, jaja).

La ‘nerdez’ no surge de un día para otro, sino que se cultiva día a día. Así, cuando uno se da cuenta, tiene todo un anecdotario, perdón, nerdotario, cuyos relatos no hacen más que corroborarlo.

Para muestra, un botón, juzguen ustedes:

- Arriba el vocabulario!! Como ya he dicho anteriormente, las canciones del grupo español Mecano son mis favoritas, y además de su valor musical, con ellas he aprendido nuevas palabras de nuestra lengua (como malva, armiño, payo o chorrada). Así, cada palabra ‘ignota’ (para que ustedes aprendan una nueva en este blog, jajaja) implicaba una productiva consulta al diccionario.

Un día, en sexto de primaria, en una de esas discusiones infantiles con un fulanito, le dije algo así como ‘tú no tienes pundonor’ (de la canción ‘No hay marcha en Nueva York’). El mal pensado ese me acusó con la ‘teach’, ella vino conmigo y sólo puso en evidencia su ignorancia cuando, en lugar de haber verificado, se quedó de a seis cuando le enseñé que pundonor significa honra o amor propio, jajaja.

- Gracias San Juan!! Ya en secundaria, en clase de música, el profe hizo una dinámica para obtener puntos aplicables a la calificación que consistía en lo siguiente: cada uno proponía tres preguntas de lo que hubiéramos visto en la clase y estas iban a parar a una urna. Después, dos alumnos pasaban al pizarrón y tenían que responder a la vista de todos el cuestionamiento que surgiera al azar. Quien contestara correctamente pasaba a la siguiente ronda con otro participante y así hasta que todos hubieran pasado y al final sólo quedaran los dos mejores del grupo.

Yo propuse algunas de las preguntas más complicadas: cuántos y de qué tipo de instrumentos se compone una orquesta de cámara, y cuál es el Himno a San Juan en latín. Este último, además de verlo como dato curioso en la escuela, lo aprendí desde las clases de música que tomé en la Ollin Yollinztli durante casi cuatro años, donde me enseñaron solfeo, conjuntos corales, expresión corporal y violoncello. Su importancia radica en que de la primera parte de sus versos surgieron las notas musicales.

Así iban pasando rondas y rondas, y yo ganaba y ganaba hasta que llegué con otro tipillo a la última etapa. La pregunta ya no fue por sorteo, sino que el ‘teach’ eligió las más difíciles. En eso, por el 10 de calificación, que va diciendo: ¿cuáles son los instrumentos que conforman una orquesta de cámara? Y lo escribí como bólido en el pizarrón. Tipito no supo. Pero para que fuera ‘justo’, el prof pidió a tipito que eligiera otra pregunta difícil y así no habría duda que yo era plus plus de la cultura musical.

¿Cuál fue la pregunta? Naturalmente el Himno a San Juan en latín, jajaja, y lo recité como un loro parlanchín: ut queant laxis (ut fue sustituido por do), resonare fibris, mira gestuorum, famuli tuorum, solve polluti, labi reatus, sancte Ioannes. Lo que nadie supo fue, en primer lugar, que yo plantee esas preguntas; en segundo, que dominaba ese himno, y tercero, que ni siquiera necesitaba el 10 en música porque ya lo tenía, jajaja.

- Hay de actividades a actividades… En prepa, cuando uno hacía prácticas de química en el laboratorio, la bruja que daba la clase – una vieja espantosa, mula como ella sola, a la que apodaban ‘Felipa’, por su parecido mandibular con ‘Felipito’ el de Mafalda – formó los equipos por orden alfabético y a mi me tocó con dos antipáticos que querían ser químicos. Por eso, y porque no había amistad ni nada, no me hacían partícipe de la clase.

En una ocasión, ellos fueron entusiastas por lo materiales y a hacerle al cuento con los matraces y esas cosas, mientras yo me quedé mosqueando en la mesa de trabajo. De repente, que llega ‘Felipa’ y me dice ‘Se puede saber qué está usted haciendo’, y yo, con cara de circunstancia, que le contesto, ‘Pensando’, y la teach que se apena y en retirada dice ‘Uh, perdón…’, jajaja, o sea que tomó muy en serio mi actividad.

- Dominando el orbe. Para cerrar este tomo, les contaré la más reciente, que fue hace dos o tres meses, cuando una ñora de la oficina, queriendo presumir las funciones de su Ipod touch abrió un programa que incluía banderas y capitales de los países del mundo.

Queriéndose pasar de lista que va diciendo ‘Te voy a enseñar las maravillas que incluye este aparato. A ver, busquemos un país, mmm… aquí está: Burkina Faso, ¡sí, ya está! A ver, cuál es la capital de Burkina Faso’, y yo, sin pensar mucho, respondí: ‘Creo que Ouagadougou (que se dice ‘Uagadugu’), y cuál fue su sorpresa cuando vio que yo tenía razón, jaja, a lo que naturalmente no dijo nada ni dio reconocimiento, jajaja.

Y aquí cerramos este breve y ‘bloguero’ nerdotario, con algunas de mis hazañas más representativas en la materia, haciendo gala de conocimientos y una cultura general que sólo quienes entran en la categoría nerd pueden presentar, jajaja.

viernes, 5 de febrero de 2010

El fenómeno del ‘jefismo’

Muchos vimos aquella película titulada ‘Evil wears Prada’ o ‘El diablo viste a la moda’, donde la directora de una revista, personificada por Meryl Streep, era el azote de las personas que colaboraban con ella. Sus excesos, prepotencia y faltas de respeto llegaban a tal grado que los espectadores verdaderamente nos indignamos en cada escena.

¿Ficción? Nada de eso, sencillamente un relato de realidad que hemos vivido más de uno – y tristemente en más de una ocasión – que en lo personal denomino ‘jefismo’, esa actitud adoptada por un superior ante sus subalternos para demostrar poder y jerarquía de manera equivocada.

Aquel que presenta rasgos ‘jefistas’, a quien se denomina ‘jefito’, grita, maldice, adopta el sarcasmo como lengua materna y exige cual si fuera diva, rockstar o vedette en boga (incluyendo aquello de una suite presidencial con veinte botellas de agua, una canasta con frutas exóticas y un fulano en la puerta para que esté al pendiente las 24 horas del día de lo que se le pueda ofrecer. Y no dudo que haya jefitos que pidan alfombra roja…).

¿Cuáles son las características de tan peculiares personajes? Ejemplifiquemos con un hipotético (o no tanto) viaje de trabajo, cuya organización logística queda plagada de oportunidades para que el jefito en cuestión despliegue todas sus rabietas, argucias, malos modos y excesos.

- Deben volar en clase ejecutiva. ¿Cómo creer que esos personajes van a codearse con la plebe en clase económica, cómo van a compartir el asiento con un x? Ellos viajan siempre en business porque sólo ahí les atienden como (creen que) merecen.

- Alguien debe documentarlos en el aeropuerto. El jefito no puede hacer los trámites aéreos por sí mismo porque, de hacerlo, pensarían que son ‘don nadie’. De esa manera envían un emisario de avanzada para que documente por ellos.

- La habitación de hotel no debe oler a cigarro. Cuidado con no cerciorarse de que ‘la suite’ no tuviera reminiscencias de tabaco porque a su regreso, el jefito arremete contra los responsables de ‘tan grave omisión’.

- Alguien debe realizar el registro ante los organizadores de un evento. Aquí se repite la historia de la documentación en el aeropuerto: ¿quién osaría pensar que el jefito va a pasar como un cualquiera al solicitar un gafete?...

- Debe esperarlos una comitiva de recepción en la puerta. Así hayan estado decenas de veces en el mismo recinto, los jefitos pretenden tener siempre a alguien que los reciba en la puerta para conducirlos al lugar donde se desarrollará un evento al que asisten.

- El personificador debe tener la ‘etiqueta’ correspondiente. Para los jefitos, más vale ser doctor (de doctorado, aunque sea en ciencias ocultas) que señor, así que nunca puede faltar en el cartoncito con su nombre ‘la etiqueta’ de Lic., Mtro. o Dr., porque sin ella parece que no son nada.

Lo que no saben esos jefitos es que son la burla general, que lejos de respeto lo único que inspiran a los demás es lástima por la inseguridad y el complejo de inferioridad que cargan.