De un tiempo a la fecha, los medios de comunicación –tanto impresos como electrónicos– parecen bombardearnos con imágenes escalofriantes, extremadamente crudas y cien por ciento innecesarias. La más reciente es la del futbolista paraguayo Salvador Cabañas, baleado el pasado lunes en el ‘Bar Bar’, con el abdomen descubierto, el rostro lívido y una mancha de sangre junto a su cabeza.
Previamente tuvimos la de Arturo Beltrán Leyva en su departamento de Cuernavaca, con los pantalones a medio bajar, la estructura de uno de sus hombros prácticamente deshecha a balazos y el resto del cuerpo ensangrentado.
Y eso por mencionar las imágenes vinculadas a personajes conocidos, porque han sacado cada cosa relacionada con las ejecuciones… hace tres semanas los trozos de un cuerpo destazado esparcidos por un terreno, hace dos una cara cocida a un balón y la semana pasada una cabeza en un panteón adornada con una flor en la oreja…
Lo peor es que uno no espera encontrar eso a las 9 de la mañana o a las 8 de la noche en el noticiario, pero la violencia visual se ha extendido sin tregua, sin previo aviso y sin respetar que un niño pueda ver eso por accidente.
(Lo mismo sucede con la pornografía, porque lo que antes estaba censurado ahora se puede encontrar a plena luz del día en el puesto de periódicos de cualquier calle, en la zona que sea de la ciudad, incluso en las cercanías de las escuelas… y la gente parece habituada a eso, lo mismo en la televisión).
Ese tipo de imágenes no deberían exhibirse porque se corre el riesgo de que a la gente se le vaya haciendo normal ver cuerpos mutilados, extremidades sobre las calles o cabezas volando por la ventanilla de un automóvil, y, sinceramente, no tenemos ninguna necesidad de acostumbrarnos a eso.
(Como una chica de la oficina, oriunda de Culiacán, que cuenta que las actitudes violentas de los narcotraficantes en esa ciudad, lejos de recibir el repudio de toda la ciudadanía, han sido copiadas por algunos individuos para pasar impunemente sobre los demás. Y eso se está volviendo cotidiano…).
Adicionalmente, lejos de la actividad, profesión o giro del personaje en cuestión, toda persona tiene derecho a que se respete su intimidad, y sacar a la luz fotografías o videos tan deleznables como los que he mencionado no es más que una vejación a la dignidad de las personas y sus familias.
Previamente tuvimos la de Arturo Beltrán Leyva en su departamento de Cuernavaca, con los pantalones a medio bajar, la estructura de uno de sus hombros prácticamente deshecha a balazos y el resto del cuerpo ensangrentado.
Y eso por mencionar las imágenes vinculadas a personajes conocidos, porque han sacado cada cosa relacionada con las ejecuciones… hace tres semanas los trozos de un cuerpo destazado esparcidos por un terreno, hace dos una cara cocida a un balón y la semana pasada una cabeza en un panteón adornada con una flor en la oreja…
Lo peor es que uno no espera encontrar eso a las 9 de la mañana o a las 8 de la noche en el noticiario, pero la violencia visual se ha extendido sin tregua, sin previo aviso y sin respetar que un niño pueda ver eso por accidente.
(Lo mismo sucede con la pornografía, porque lo que antes estaba censurado ahora se puede encontrar a plena luz del día en el puesto de periódicos de cualquier calle, en la zona que sea de la ciudad, incluso en las cercanías de las escuelas… y la gente parece habituada a eso, lo mismo en la televisión).
Ese tipo de imágenes no deberían exhibirse porque se corre el riesgo de que a la gente se le vaya haciendo normal ver cuerpos mutilados, extremidades sobre las calles o cabezas volando por la ventanilla de un automóvil, y, sinceramente, no tenemos ninguna necesidad de acostumbrarnos a eso.
(Como una chica de la oficina, oriunda de Culiacán, que cuenta que las actitudes violentas de los narcotraficantes en esa ciudad, lejos de recibir el repudio de toda la ciudadanía, han sido copiadas por algunos individuos para pasar impunemente sobre los demás. Y eso se está volviendo cotidiano…).
Adicionalmente, lejos de la actividad, profesión o giro del personaje en cuestión, toda persona tiene derecho a que se respete su intimidad, y sacar a la luz fotografías o videos tan deleznables como los que he mencionado no es más que una vejación a la dignidad de las personas y sus familias.