Llegó el regreso a clases, y con él, para algunos, también vuelve a aparecer el temido bullying. El término parece no decirnos nada. Sin embargo, sí conocemos lo que hay detrás de él y no es más que maltrato e intimidación escolar. Seguramente todos vimos en nuestros años de escuela al típico niño (porque curiosamente tiende a ser del género masculino) que se aferraba a los defectos físicos de los demás para molestar hasta grados sanguinarios.
Que si es gordo, mantecas; que si tiene piernas flacas, popotitos; que si tiene lentes, cuatro-ojos; que si es moreno, negro cambujo; que si es chaparrito, tapón… y así por el estilo, siempre procurando denigrar al prójimo.
Podría verse como una niñería, pero lo cierto es que el bullying puede afectar para siempre la personalidad de las personas por llevarse a cabo a tan temprana edad; los niños están en formación y conductas agresivas de otros pueden repercutir en su autoestima.
Ya en retrospectiva, uno se da cuenta que los niños que molestaban a otros en la escuela tienden a ser los típicos que tienen la vida ‘patas-arriba’: su familia no les hace caso, los agreden física o verbalmente en su casa, sus papás tienen una mala relación o cualquier situación parecida que los lleva a exigir atención de una manera equivocada.
Así, se convierten en niños insoportables, el azote de su salón, a quienes muchos temen y a quienes todos huyen. Y hacen de ‘los molestados’ unos pobres miserables que pueden quedar marcados de por vida (a mi me constaron varios casos entre la primaria y la secundaria).
¿Qué se puede hacer en esos casos? Yo creo que los padres no deben confrontar al bully, a menos que la situación pase a mayores. Lo que pueden hacer, y no sólo frente a esos casos de acoso escolar, es fomentar la autoestima de los niños; en la medida que los pequeños estén seguros de sí, que sepan que su valor radica en ellos mismos como seres únicos y especiales sin importar sus características físicas, podrán hacer frente al acomplejadillo ese que les hace la vida pesada ‘de gratis’.
El bullying es un fenómeno que siempre ha existido y probablemente siempre existirá, pero definitivamente hay que inculcar a los niños que no tengan miedo ni huyan de quien los molesta, sino que lo enfrenten con argumentos, que no se dejen amedrentar, porque queramos o no, desde ahí nacen prácticas discriminatorias que difícilmente se pueden erradicar en la edad adulta.
Que si es gordo, mantecas; que si tiene piernas flacas, popotitos; que si tiene lentes, cuatro-ojos; que si es moreno, negro cambujo; que si es chaparrito, tapón… y así por el estilo, siempre procurando denigrar al prójimo.
Podría verse como una niñería, pero lo cierto es que el bullying puede afectar para siempre la personalidad de las personas por llevarse a cabo a tan temprana edad; los niños están en formación y conductas agresivas de otros pueden repercutir en su autoestima.
Ya en retrospectiva, uno se da cuenta que los niños que molestaban a otros en la escuela tienden a ser los típicos que tienen la vida ‘patas-arriba’: su familia no les hace caso, los agreden física o verbalmente en su casa, sus papás tienen una mala relación o cualquier situación parecida que los lleva a exigir atención de una manera equivocada.
Así, se convierten en niños insoportables, el azote de su salón, a quienes muchos temen y a quienes todos huyen. Y hacen de ‘los molestados’ unos pobres miserables que pueden quedar marcados de por vida (a mi me constaron varios casos entre la primaria y la secundaria).
¿Qué se puede hacer en esos casos? Yo creo que los padres no deben confrontar al bully, a menos que la situación pase a mayores. Lo que pueden hacer, y no sólo frente a esos casos de acoso escolar, es fomentar la autoestima de los niños; en la medida que los pequeños estén seguros de sí, que sepan que su valor radica en ellos mismos como seres únicos y especiales sin importar sus características físicas, podrán hacer frente al acomplejadillo ese que les hace la vida pesada ‘de gratis’.
El bullying es un fenómeno que siempre ha existido y probablemente siempre existirá, pero definitivamente hay que inculcar a los niños que no tengan miedo ni huyan de quien los molesta, sino que lo enfrenten con argumentos, que no se dejen amedrentar, porque queramos o no, desde ahí nacen prácticas discriminatorias que difícilmente se pueden erradicar en la edad adulta.