viernes, 26 de junio de 2009

Años transcurri-dos

Como les comenté en su momento, María Amelia, la veterana mundial de los blogs, falleció en su natal Muxía, Murcia, a los 97 años. Los dos últimos disfrutó el regalo más sui generis que alguien pudo darle: un blog, en el cual, con la ayuda de su nieto, contó sus historias, pensamientos, ideas y reflexiones y habló de cosas tan del día como el clima.

Su entusiasmo me hace pensar en Lita, a quien le hubiera leído religiosamente mi tutti frutti todos los viernes, y discutiríamos los contenidos, la temática y todo. Si bien eso no le tocó, de lo que estaba gratamente sorprendida era de internet y toda esta comunicación instantánea.

Así estoy el día de hoy, asombrada, al cumplir dos años compartiendo con ustedes opiniones, recuerdos y todo lo que conforma esta mezcla multi sabor llamada tutti frutti.

En efecto, ya son dos los años transcurri-dos, con algunos temas pulveriza-dos, otros malhabi-dos (que en la vida se debe criticar siempre la cosa chueca) y los más, dulcemente disfruta-dos.

Dos años en los que, cibernéticamente reuni-dos, hemos hablado en distintos mo-dos, hemos criticado como los más ru-dos y por ello estamos más que coludi-dos. Pero no se me agobien, que también somos muy creyentes y devo-tos (aunque sea con ‘tos’ y no con ‘dos’, eso de la devoción es muy cierto, jiji!!), por eso estamos bien salva-dos.

Estos dos años para mi han sido muy diverti-dos y espero que sigan concurri-dos. Por eso, agradezco siempre la atenta lectura de to-dos, jajajaja!!!!!!!!!!!!!!!!

viernes, 19 de junio de 2009

Discriminación de metro

En serio que la discriminación está tremenda en todos lados. Uno pensaría ‘Pobres los pobres porque los hacen menos’, ‘Pobres los negros porque les hacen el feo’, o ‘Pobres las mujeres porque las ningunean’, pero en realidad los grupos vulnerables ya no son los de siempre y la discriminación se extiende a nuevos segmentos de población. Verán por qué lo digo:

Hace unos días, César esperaba el metro en la estación Allende. Como marca la norma, aguardaba su turno para entrar al vagón mientras la gente desalojaba. Cuál fue su sorpresa cuando un fulano, por no querer esperar, se aventó y se le plantó en frente para ingresar salvajemente.

César le hizo notar su falta de civismo, a lo que el tipo primero guardó silencio (que es lo mejor que podía hacer), pero luego, envalentonado por la compañía de un amigo, decía en voz alta: ‘Yo me siento mucho porque tengo mi casa con alberca’, y tonterías por el estilo, aludiendo a que como César vestía traje, seguro era un pudientillo que, desde su miope óptica, nada tenía que hacer en el metro.

En otra ocasión me pasó algo similar: viajaba también en metro, el vagón iba llenísimo y yo estaba parada en la zona ‘entre asientos’ para no hacer mosca. De repente sentí un súbito empujón, volteé de reojo y me percaté que acababa de subir una micro ñora albondiguesca que se situó a mi espalda. Y empujaba, y empujaba, y empujaba, y yo ya estaba harta de tenerla incrustada, harta en serio, al grado que con toda la fuerza del lomo, le metí un empujón que le hizo reaccionar gritando indignadamente ‘Qué te pasa’, yo ‘Qué te pasa a ti, deja de empujar’.

Total que acabó lanzándome comentarios, disfrazados de plática con su amiga que sí iba sentada, tales como ‘Sí, esta gente no quiere que le toques la ropa que compra en Liverpool, o hasta en Palacio…’.

No lo puede uno creer… en serio que la discriminación se da hasta por lo que se come, por la música que escucha, por la forma de caminar, por el peinado, el color de piel, los ejercicios que practica, etcétera, etcétera.

Siendo sinceros, pienso que la discriminación siempre ha existido y tristemente existirá, pero está en uno no dejarse y hacer frente a los discriminadores, porque cada grupo al que hacen menos tiene suficientes armas para encararlos. Adicionalmente, esos últimos tienden a ser la gente más acomplejada, insegura y nefasta, que discrimina para que los demás no se percaten de lo que a ellos les hace sentir menos. Son blancos fáciles a combatir, así que no hay que hacerles mayor caso.

Y ahí les va otra, y esta es de tiempo atrás: cuando la huelga de la UNAM, dos fulanas se subieron al vagón para dormir a la gente con sus pseudo argumentos pro-paro. Uno es capaz de tolerar eso una o dos estaciones. Pero pasaban y pasaban las paradas y nada que se bajaban. Con la pena, que me sale el lado más ‘rebel’ y que les lanzo una: ‘Liberen a la Universidad’, y lo que empezó como un debate ideológico terminó en que ellas me dijeran ‘Tú, burguesa, vete a la Ibero’, y como no me dejé, de plano me vi claridosa y les dije ‘Y ustedes báñense, piojosas’, jajajaja. Eso sí, al día siguiente temía que las muy violentas me estuvieran esperando en el andén…).

viernes, 12 de junio de 2009

Basta de simulaciones

Qué tragedia la de la guardería en Hermosillo, qué auténtica tragedia que al día de hoy ha cobrado la vida de 44 pequeñitos. Qué cosa más horrible para las madres que la mañana del 5 de junio dejaron ahí a sus hijos para ir al trabajo, regresar y encontrarlos sin vida.

Y la bolita va y la bolita viene y nadie se hace responsable, porque si bien pudo tratarse de un accidente, las condiciones que presentaba la guardería y que han ido saliendo a la luz señalan que esto pudo evitarse. Basta ver las imágenes del bodegón que la alojaba para despertar sospechas.

Las investigaciones han denunciado rutas de evacuación mal diseñadas, salidas de emergencia obstruidas y un techo forrado de poliuretano que, en llamas, generó un gas venenoso que costó la vida a los niños. Incluso dijeron que el portón de la fachada no funciona como tal, sino que está cancelado por dentro, y fue por eso que con la ayuda de una camioneta se tuvieron que abrir sendos agujeros en las paredes para crear una salida de emergencia al momento del siniestro.

Con todo eso, no es posible que el IMSS afirme haber verificado el inmueble hace apenas quince días sin clausurarlo, y es ahí donde digo categóricamente ¡basta de simulaciones! Porque el pseudo inspector simuló haber recorrido la guardería, simuló que todo estaba en orden, las personas que ahí trabajaban simularon quedarse muy tranquilas y lo único no simulado fue la irreparable pérdida que registran decenas de familias luego de la muerte de sus hijos.

Qué daño ha hecho a este país esa actitud simuladora: hago que no me percaté que se malmetieron en la fila, hago que no vi que tiraron basura en la calle, hago que no vi que dieron una mordida, etc… etc… etc… siendo que cada simulación tiene consecuencias de suma importancia.

Hacerse de la vista gorda no nos deja nada. Si no lo creen, como muestra basta el ‘botón’ de Sonora.

viernes, 5 de junio de 2009

Días de futbol

Cómo pasa uno tantas épocas en la vida: escuela, trabajo, descanso... Y en el ‘inter’, una infinidad de etapas, gustos y deliciosas rutinas marcan nuestra existencia. Esto viene a colación porque con la final de futbol Pumas-Pachuca, caracterizada por su animosidad, ascuas, mentadas y buen ambiente, me transporté a los días en que íbamos Abuelín, Lita, mi mamá y yo con los Díaz Duarte al Estadio Olímpico a ver jugar a Ricky en el mismísimo equipo azul y oro.

Recuerdo que nos sentábamos con las familias de los demás jugadores. Había mucha plática, porras, cerveza y coca cola, banderas, cacahuates enchilados y huevos cocidos en las canastas de los vendedores.

Se decía que de preferencia no había que ir al baño porque estaba sucio y se tenía precaución en los túneles luego de aquel incidente donde la reventa de boletos provocó la muerte de varios aficionados. Saliendo de ahí nos dirigíamos a casa de mis tíos Héctor y Silvia, donde los pollos rostizados y los pays de limón de Río eran la delicia de la concurrencia.

Los artículos promocionales sólo se conseguían directamente en la llamada ‘Casa de los Pumas’, ubicada en Avenida Revolución, y era básico ver las repeticiones del partido en un programa deportivo dominical llamado Acción.

En la actualidad, no sé bien cuánto ha cambiado la dinámica futbolera: ahora hay patrocinadores para todo, venden pizzas personales en los estadios, hay que ponerse bloqueador para pasar dos horas en la tribuna y desconozco las condiciones de los baños (jaja). Las playeras y demás parafernalia se han convertido en elementos de culto a coleccionar cada temporada y hasta la Tienda Pumas ya tiene sucursales y página de internet.

Lo chusco es ver que generaciones van y vienen y esos ‘días de futbol’ se renuevan. Para muestra basta un botón: ahí están nuestros pequeños Valenz y los Miguelitos con su playera oficial coreando ‘goyas’, con suficiente sangre Puma en las venas para entonar el himno del equipo antes de cada partido, con el potencial para apasionarse como mi querido ahijado Ricky que ya es un aficionado hecho y derecho.