Ante la inminente escasez del agua, siempre he sido de la idea que deben racionarla. En ese sentido, hace unas semanas, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) anunció que una vez al mes, entre enero y mayo, se limitará el suministro durante tres días a los habitantes del área metropolitana porque hay problemas en las reservas del Sistema Cutzamala, mas no creo que eso signifique un racionamiento eficiente.
En primer lugar, siendo finales de enero, ni siquiera han calendarizado la suspensión del servicio: no se ha dicho si será a principios, mediados o a finales de mes, porque anunciaron que la quitarán este fin de semana, pero no han dicho cómo lo harán el resto de los meses para que la gente planee sus actividades.
Tampoco parece haber consenso en cuanto a qué zonas se verán afectadas. Por ejemplo, algunos medios no mencionan Coyoacán y hoy por la mañana dijeron que sí está en la lista. Además, hablan de una simple reducción del 15%, pero al mismo tiempo dicen que ya tienen preparadas las pipas gratuitas para el desabasto. Entonces, ¿habrá agua o no?...
Y ni por asomo han pensado que con ese esquema de tres días seguidos les puede salir ‘el tiro por la culata’. Digo esto porque la gente tiende a no informarse, así que la mayoría piensa que no habrá agua y apartará litros y litros y litros y litros en cubetas, recipientes de plástico de cocina, ollas express y toda clase de contenedores que puedan almacenar líquidos. Como no habrá una falta total de agua, gran parte de ese líquido potable tenderá a ser vertido por el drenaje.
Algunos dirán ‘no se tirará porque servirá como reserva para cuando vuelva a faltar’, pero hay que recordar que el agua almacenada de esa manera durante varios días tiende a oler mal, por lo que igualmente terminará desperdiciándose.
Mi idea de racionamiento es algo más sistemático, con horarios de uso bien establecidos que permitirían crear conciencia y una cultura de utilización del agua más prácticos.
Por ejemplo, un esquema permanente de lunes a viernes en el que los hogares contaran con agua entre 4 y 9 de la mañana (hora a la que se baña la gente y a la que se deben regar los jardines), que suspendan el flujo entre 9 y 12 horas, que lo restituyan entre 12 y 17 horas (para la limpieza, preparación de alimentos y porque que muchos niños regresan de la escuela), que de nuevo lo suspendan entre 17 y 20 horas y que lo vuelvan a poner entre 20 y 24 horas (para la hora de la cena y porque algunas personas prefieren hacer limpieza, poner la lavadora y otras actividades parecidas en la noche).
De esa manera, todos sabríamos con certeza a qué hora se pueden hacer qué tipo de cosas si estas tienen que ver con el agua y no se tendrían que apartar litros y litros y litros y litros que luego serían desperdiciados.
No faltará quien definitivamente se muestre reticente a cualquier tipo de racionamiento, ya sea el oficial, el que yo propongo o cualquier indicio de no contar por momentos con agua. Dirán ‘yo pago el agua que consumo, así que no tienen por qué limitarme su uso’, pero nos debe caer el veinte de que el agua no es un bien o servicio cualquiera, sino un recurso limitado que debemos cuidar para nuestro propio disfrute.
En primer lugar, siendo finales de enero, ni siquiera han calendarizado la suspensión del servicio: no se ha dicho si será a principios, mediados o a finales de mes, porque anunciaron que la quitarán este fin de semana, pero no han dicho cómo lo harán el resto de los meses para que la gente planee sus actividades.
Tampoco parece haber consenso en cuanto a qué zonas se verán afectadas. Por ejemplo, algunos medios no mencionan Coyoacán y hoy por la mañana dijeron que sí está en la lista. Además, hablan de una simple reducción del 15%, pero al mismo tiempo dicen que ya tienen preparadas las pipas gratuitas para el desabasto. Entonces, ¿habrá agua o no?...
Y ni por asomo han pensado que con ese esquema de tres días seguidos les puede salir ‘el tiro por la culata’. Digo esto porque la gente tiende a no informarse, así que la mayoría piensa que no habrá agua y apartará litros y litros y litros y litros en cubetas, recipientes de plástico de cocina, ollas express y toda clase de contenedores que puedan almacenar líquidos. Como no habrá una falta total de agua, gran parte de ese líquido potable tenderá a ser vertido por el drenaje.
Algunos dirán ‘no se tirará porque servirá como reserva para cuando vuelva a faltar’, pero hay que recordar que el agua almacenada de esa manera durante varios días tiende a oler mal, por lo que igualmente terminará desperdiciándose.
Mi idea de racionamiento es algo más sistemático, con horarios de uso bien establecidos que permitirían crear conciencia y una cultura de utilización del agua más prácticos.
Por ejemplo, un esquema permanente de lunes a viernes en el que los hogares contaran con agua entre 4 y 9 de la mañana (hora a la que se baña la gente y a la que se deben regar los jardines), que suspendan el flujo entre 9 y 12 horas, que lo restituyan entre 12 y 17 horas (para la limpieza, preparación de alimentos y porque que muchos niños regresan de la escuela), que de nuevo lo suspendan entre 17 y 20 horas y que lo vuelvan a poner entre 20 y 24 horas (para la hora de la cena y porque algunas personas prefieren hacer limpieza, poner la lavadora y otras actividades parecidas en la noche).
De esa manera, todos sabríamos con certeza a qué hora se pueden hacer qué tipo de cosas si estas tienen que ver con el agua y no se tendrían que apartar litros y litros y litros y litros que luego serían desperdiciados.
No faltará quien definitivamente se muestre reticente a cualquier tipo de racionamiento, ya sea el oficial, el que yo propongo o cualquier indicio de no contar por momentos con agua. Dirán ‘yo pago el agua que consumo, así que no tienen por qué limitarme su uso’, pero nos debe caer el veinte de que el agua no es un bien o servicio cualquiera, sino un recurso limitado que debemos cuidar para nuestro propio disfrute.
No seamos egoístas: aguas con el agua.