Ayer fue el cumpleaños de César y, seducidos por la magnífica vista, fuimos a comer a La Terraza del Hotel Majestic, que da al corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Para llegar ahí tomé un autobús que lleva al Zócalo, pasando por Paseo de la Reforma, doblando en Juárez, circulando frente al Hemiciclo a Juárez, Bellas Artes y las nuevas oficinas de Cancillería, cruzando Eje Central y tomando Madero para desembocar en la plaza principal.
En el camino, al ver varios grupos de extranjeros por la zona, pensé: ¿cómo hablarán de México en las guías turísticas, qué recomendarán, cómo nos ven desde afuera?
Por lo pronto, seguro las guías incluyen el lugar donde fuimos, con platillos bien presentados, el servicio súper y la ciudad, hermosa, diáfana y bulliciosa (nos hizo buen día, el cielo estaba completamente despejado a esa hora), acompañando nuestro festejo (y recordé cuando íbamos el 16 de septiembre a un edificio aledaño al Majestic para presenciar el desfile de Independencia, cortesía de mi tío Héctor. Era increíble, justo frente a Palacio Nacional!!).
La comida estuvo acompañada por algo que nunca habíamos presenciado: llegó a nuestra mesa un señor con sus casitas de canarios que sacan un papelito con un mensaje (naturalmente los habíamos visto en la calle o algún parque, pero nunca habíamos pasado por esa experiencia, fue muy chispa). Pero no sólo eso, sino que esos pajaritos estaban entrenados para tomar una tacita con el pico y hacían como que bebían el contenido, y al final, también con el piquito, ponían el sombrero a un charrito de juguete. Muy simpático (esos señores pajareros seguro también son comentados en las guías de turistas).
Luego decidimos bajar por las escaleras, que, al igual que las paredes de todo el inmueble, están decoradas con partes de talavera. Los pisos igual, todo muy mexicano, pero no por ello fuera del contexto contemporáneo del diseño. Muy lindo todo, vale la pena darse una vuelta por ahí.
Y si se sigue pensando en términos turísticos, también hay que ver qué más dicen en otros apartados. Porque es fácil pensar en que el correspondiente a Museos en la zona centro de la Ciudad de México debe recomendar al Nacional de Arte (MUNAL), San Ildefonso, el de la Caricatura o el de las Culturas, pero no sé qué pondrán en la parte de Transporte local. ¿Hablarán de los bicitaxis, de los microbuses?
No es que esté traumada u obsesionada con estos últimos, sino que pensé todo esto justo cuando iba de camino, sentada en la tapa que oculta el motor del vehículo. Y es que algunos conductores, los que son decentes y muy amables, consideran una cortesía ofrecer esa parte del autobús como asiento (aunque a veces, como ayer, siento decirles que el calor casi me rostiza el pantalón, jaja).
Y es que en una de las ocasiones en que se abrieron las puertas para que algunos pasajeros descendieran, había dos taxis de sitio llenos de turistas, que al voltear y verme en la tapa del motor, seguro pensaron algo bien cierto: esta ciudad es surrealista por naturaleza, y es curioso que cosas como esa las tome uno por algo dado, cuando en realidad es un hecho atípico para la otredad.
Para llegar ahí tomé un autobús que lleva al Zócalo, pasando por Paseo de la Reforma, doblando en Juárez, circulando frente al Hemiciclo a Juárez, Bellas Artes y las nuevas oficinas de Cancillería, cruzando Eje Central y tomando Madero para desembocar en la plaza principal.
En el camino, al ver varios grupos de extranjeros por la zona, pensé: ¿cómo hablarán de México en las guías turísticas, qué recomendarán, cómo nos ven desde afuera?
Por lo pronto, seguro las guías incluyen el lugar donde fuimos, con platillos bien presentados, el servicio súper y la ciudad, hermosa, diáfana y bulliciosa (nos hizo buen día, el cielo estaba completamente despejado a esa hora), acompañando nuestro festejo (y recordé cuando íbamos el 16 de septiembre a un edificio aledaño al Majestic para presenciar el desfile de Independencia, cortesía de mi tío Héctor. Era increíble, justo frente a Palacio Nacional!!).
La comida estuvo acompañada por algo que nunca habíamos presenciado: llegó a nuestra mesa un señor con sus casitas de canarios que sacan un papelito con un mensaje (naturalmente los habíamos visto en la calle o algún parque, pero nunca habíamos pasado por esa experiencia, fue muy chispa). Pero no sólo eso, sino que esos pajaritos estaban entrenados para tomar una tacita con el pico y hacían como que bebían el contenido, y al final, también con el piquito, ponían el sombrero a un charrito de juguete. Muy simpático (esos señores pajareros seguro también son comentados en las guías de turistas).
Luego decidimos bajar por las escaleras, que, al igual que las paredes de todo el inmueble, están decoradas con partes de talavera. Los pisos igual, todo muy mexicano, pero no por ello fuera del contexto contemporáneo del diseño. Muy lindo todo, vale la pena darse una vuelta por ahí.
Y si se sigue pensando en términos turísticos, también hay que ver qué más dicen en otros apartados. Porque es fácil pensar en que el correspondiente a Museos en la zona centro de la Ciudad de México debe recomendar al Nacional de Arte (MUNAL), San Ildefonso, el de la Caricatura o el de las Culturas, pero no sé qué pondrán en la parte de Transporte local. ¿Hablarán de los bicitaxis, de los microbuses?
No es que esté traumada u obsesionada con estos últimos, sino que pensé todo esto justo cuando iba de camino, sentada en la tapa que oculta el motor del vehículo. Y es que algunos conductores, los que son decentes y muy amables, consideran una cortesía ofrecer esa parte del autobús como asiento (aunque a veces, como ayer, siento decirles que el calor casi me rostiza el pantalón, jaja).
Y es que en una de las ocasiones en que se abrieron las puertas para que algunos pasajeros descendieran, había dos taxis de sitio llenos de turistas, que al voltear y verme en la tapa del motor, seguro pensaron algo bien cierto: esta ciudad es surrealista por naturaleza, y es curioso que cosas como esa las tome uno por algo dado, cuando en realidad es un hecho atípico para la otredad.