viernes, 30 de mayo de 2008

A la sombra del hambre

Durante la década de los ochenta, grandes regiones de África fueron víctimas del hambre. Eran frecuentes y desgarradoras las imágenes de niños prácticamente en los huesos, sin carne ya bajo la piel, con el estómago inflado por los parásitos y la mirada perdida por la fatiga y la anemia.

Era la incipiente época de la cooperación internacional para combatir el hambre y de los conciertos masivos para recabar fondos y luchar contra el problema – se recuerda el famoso USA for Africa, que reunió a artistas como Stevie Wonder, Lionel Richie, Bob Dylan, Ray Charles, Michael Jackson, Billy Joel, Cindy Lauper, Kenny Rogers, Bruce Springsten, Diana Ross y Paul Simon, entre otros, que grabaron la canción We are the world para los fines mencionados.

Actualmente, la misma sombra mortífera de entonces pretende extenderse sobre el mundo entero: los buitres alistan sus garras, la guadaña apresta su inclemencia. El problema es que, a pesar de que en todos lados se habla de eso, nadie menciona las causas que provocan esta situación. Aquí van algunos puntos que explican el porqué de la escasez de alimentos y su consecuente alza de precios.

Primeramente, el crecimiento de China e India. Esos países son los más poblados del mundo – 1, 330, 044 ,605 chinos y 1, 147, 995, 898 indios – y también los que presentan mayor crecimiento, con tasas del 11.4% para China y 8.5% para India – recordemos que la estimación de crecimiento para México en 2008 es de 2.9% –. Esto hace que, a pesar de que algunos de sus millones de millones de habitantes ya existían hace diez o quince años, a últimas fechas han mejorado su nivel de vida, provocando que aumente la demanda por ciertos bienes y servicios, entre ellos los alimentos.

La segunda causa es que se ha contraído la oferta alimentaria en todo el mundo. Eso se debe a que las economías tienden a enfocarse cada vez más al sector terciario o de servicios, en contraposición al secundario o industrial y con mucho menor frecuencia al primario o agrícola. Es decir, el campo se ha descuidado – y ni se diga en países como el nuestro, donde no se ha invertido un quinto para transformarlo y darle un uso eficiente –.

Aunado a esto, los altos precios del petróleo y su carácter no renovable han provocado que se busquen nuevas fuentes de energía. Pero en lugar de enfocarse a la eólica o la solar, se han afanado en algunos lugares – principalmente en EU, primer productor de maíz en el mundo – en producir etanol a base del maíz, disminuyendo en mayor proporción la de por sí insuficiente oferta de alimentos.

Si sumamos las dos causas, llegamos a la primera y más básica de las lecciones de economía: a mayor demanda y menor oferta, el precio se va al cielo, proceso de incremento que inició hace unas semanas.

Ahora, ¿qué sigue? La escasez de alimentos y su consecuente aumento en precios se estima que continuará durante los próximos años – apenas ayer, la OCDE habló del año 2017 –, y si antes un problema permanecía en su propia incubadora, ahora, con la globalización, todo afecta a todos.

Lo que nos queda por hacer es maximizar en casa nuestra inversión en alimentos, donar en la medida de nuestras posibilidades – ahí están programas como 1 Kilo de Ayuda o Banco de Alimentos, en los cuales podemos aportar literalmente nuestro granito, aunque no sea de arena sino de arroz, maíz o frijol – y no desperdiciar ni un gramo de comida; no queremos volver a ver imágenes como las de los niños africanos.

viernes, 23 de mayo de 2008

Un acercamiento apocalíptico

El Apocalipsis, de acuerdo a su interpretación profética, alude al momento en que la Tierra y la humanidad serán azotadas por catástrofes y desolación antes del establecimiento definitivo de la fe. Habrá muerte, destrucción, obscuridad. Y con lo que está pasando desde hace unos meses por todos lados, pienso que tal vez estemos teniendo un acercamiento apocalíptico.

Entre los fenómenos naturales tenemos los casos inmediatos de Myanmar y China. El primero azotado por el ciclón Nargis y el segundo con un terremoto de más de 7 grados y una réplica de 6. En Myanmar, la junta miliar dictatorial que los gobierna no permite entrar la ayuda humanitaria, que va desde alimentos y agua hasta atención médica para los sobrevivientes. En China, la tragedia se ha extendido porque las montañas siguen desgajándose y hasta los rescatistas han quedado sepultados. Miles de muertos. Soledad. Desesperanza.

Otro asunto verdaderamente grave es la escasez de granos. Hasta hace poco se decía que vivíamos en un mundo profundamente desigual porque habiendo alimentos para cubrir al 100% las necesidades mundiales, se registraba hambre en ciertas regiones. Sin embargo, el problema de hoy es que no hay suficiente alimento para todos, principalmente granos; recordemos que éstos forman parte del origen y la identidad de cada pueblo: el maíz para los mesoamericanos, el arroz para los asiáticos y el trigo para Europa y Medio Oriente, aunque en todos lados comemos de todo y por eso nos pega más (recordemos el world wide sushi bluff, lo que va a costar un rollito con algas… jiji).

Por otra parte, en lo económico, vemos al dólar desplomándose frente al euro, la presión inflacionaria como en olla express – reflejo también del problema de los alimentos –y la recesión estadounidense pendiendo sobre la economía mundial. Un período económico recesivo genera una disminución en la producción y en las inversiones, por lo que las empresas no requieren tantos recursos humanos, vienen los despidos, el desempleo y con él un menor consumo, cayendo en un círculo vicioso realmente perverso. Y como sabemos, en nuestro mundo global, lo que pase a uno tiene efecto sobre los otros.

Finalmente, los precios del petróleo siguen su vertiginoso ascenso, teniendo afectaciones en prácticamente todo, porque todo transporte requiere combustible: las mercancías para llegar a su lugar de distribución y las personas para trasladarse al trabajo o por recreación. O sea, se incrementan los precios, aumenta la inflación y sigue el ciclo arriba descrito (y lo peor es que el gobierno mexicano le sigue apostando al petróleo…).

Y si a todo lo anterior sumamos la población que padece sida, el problema del calentamiento global, las violaciones a los derechos humanos, la plaga de las actividades ilícitas, la extinción de especies y el abismo al que nos llevan los partidos políticos de nuestro México, pareciera que verdaderamente nos encontramos en la antesala del inframundo.

Sé que sueno un poco catastrofista, pero la realidad es esa y debemos enfrentarla. ¿Cómo, qué podemos hacer? Para prevenir quizá no mucho, porque las causas sobrepasan nuestro alcance. Sin embargo, no debemos caer en pánico. Tenemos que ser racionales implementando planes de austeridad y supervivencia extrema, maximizando los recursos que habitualmente destinamos a cada rubro y dando gracias a Dios por tener un trabajo, un techo y abundante comida en la alacena y el refrigerador.

El mundo siempre ha visto un sinfín de problemas y ha salido adelante. Esta no será la excepción.

viernes, 16 de mayo de 2008

El otrora colosal Estadio Azteca

¿En qué momento fue abandonado el Estadio Azteca, ese magno proyecto del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez que en tan sólo 4 años se concretó para ser inaugurado en 1966, donde se consolidaron grandes del balompié como Pelé y Maradona, donde el Papa Juan Pablo II ofició una emotiva misa ante decenas de miles de fieles?

No lo sé, pero es una pena ver en lo que se ha convertido. Su estructura sigue siendo el mismo gigante de concreto que se hizo acreedor a la denominación ‘coloso de Santa Úrsula’, pero no tiene más el brillo de antaño ni se levanta supremo en el firmamento urbano del sur de la Ciudad de México.

Reflexioné sobre esto cuando circulábamos a vuelta de rueda en su periferia rumbo a Calzada de Tlalpan, mientras observaba los graffiti que premeditadamente se pintaron en los muros que lo circundan (recordemos que hace unos meses hubo una convocatoria del gobierno del D.F., en colaboración con la empresa de pinturas COMEX, para dar un espacio a los jóvenes que se dedican a ese tipo de manifestaciones. La idea tiene su mérito; sin embargo, el resultado estético no es muy satisfactorio…).

Cuando no hay partido, sus estacionamientos presencian la venta truculenta de autos de segunda mano, aderezada por un espantoso sonsonete a todo volumen a la usanza de algunos microbuseros. La explanada principal no es más que un triste mercado casi establecido, donde lo mismo da vender artículos deportivos que calzado, helados o artículos de piel. Cuando no hay feria, simplemente es un patio anegado de basura.

Y qué decir de la magna escultura que engalana la entrada principal, El sol, del estadounidense Alexander Calder: está hecha una verdadera tristeza, con pintas callejeras y un aspecto sombrío que volverían a llevar a la tumba al propio Calder.

Partes de malla ciclónica rotas, abandono, olvido. Esa fue la impresión que me dejó el pobre Estadio Azteca, tan venido a menos el pobrecito, esperando un poco de atención a lo que representa: el estadio más monumental de todo el país, uno de los más grandes del mundo.

Pero también vi señales que no todo está perdido: entre la decadencia de los graffiti y la ruina de Calder, se encuentra la entrada de proveedores y trabajadores del estadio, donde se congregan decenas o incluso cientos de personas que esperan gustosas el momento de entrar para vender cervezas, refrescos, papas, cacahuates y toda clase de productos siempre que hay partido.

A un costado, las taquillas son ansiosa antesala de familias enteras que se reúnen con la playera y el banderín de su equipo, generando un ambiente festivo horas antes de que inicie el espectáculo deportivo.

En esos momentos, la gloria siempre regresa.

viernes, 9 de mayo de 2008

Pequeños grandes placeres

Hay artículos de revistas, mails e incluso libros enteros que hablan de cómo consentirse en la vida. Eso no necesariamente se trata de grandes hazañas como viajes, estrenar coche o ir al súper lugar a comer. No. En este caso haré referencia a esos detalles que nos toman por sorpresa, que hacen deliciosa la cotidianidad.

Pensando en cuáles son mis pequeños grandes placeres, comparto con ustedes algunos de ellos:

- Comer chocolate en todas y cada una de sus presentaciones: helado, pastel, galletas, con leche, con café, en barra, relleno, como cobertura, en betún, Nutella, líquido, con bombones, etc… etc…

- Encontrar algunas monedillas o billetes en la bolsa de un saco recién sacado del closet.

- Despertar en la madrugada, saber que quedan varias horas de sueño y acurrucarse de nuevo.

- Escuchar la campana del carrito de nieves artesanales que pasa por la casa al mediodía y bajar por un delicioso helado doble.

- Terminar una buena sesión de ejercicio, ir al sauna, luego al vapor y terminar con una buena ducha de agua templada.

- Ver que una planta de casa ha dado una flor o que tiene hojas nuevas.

- Ir al súper y encontrar ‘pruebas’ de queso o pan dulce.

- Localizar en la tele un programa o película que nos gusta o queríamos ver y no sabíamos que pasaría ese día.

- Comprar algo que llevábamos viendo por meses en una tienda cuando está ya muy muy rebajado.

- Ver volar una mariposa en un lindo día soleado.

- Escuchar una canción en la radio y recordar un momento especial.

- Dar dulces a los niños en el Día de Muertos y Halloween.

- Llegar a casa calientita viniendo del frío de la calle.

- Salir temprano de la oficina y ver la luz del mediodía al llegar al metro C.U., YUPI!!!!

Ahora reflexionen, piensen en sus pequeños grandes placeres y seguro les pasará lo que a mi al compartirlos con ustedes: sonreí y disfruté cada uno de ellos!!

viernes, 2 de mayo de 2008

Aquellas fiestas de niños

Antier que fue Día del Niño y vi a los pequeñines por la calle rumbo a la escuela, recordé cómo lo celebrábamos hace unos 20 años (qué tal, ahora sí suena a mucho tiempo, jajaja) y creo que la esencia se conserva: no llevábamos uniforme (se decía ‘podemos ir con ropa normal’ ¿¿??, jajaja), nos regalaban el lunch – que consistía en un pastelito Marinela, frituras Sabritas, una paleta helada y un tradicionalísimo boing – y las teach nos daban algún regalito, que podía ser una gomita para borrar de diferentes formas, un estuche o un folder decorado – que eran wow en los ochenta –.

Y se dedicaba uno a jugar, a cantar, a bailar en pleno patio o auditorio escolar la coreografía preparada para la ocasión. En casa, el chocolatín, los dulces o la ida al cinito hacían la delicia de esa tarde.

Digo que la esencia seguro permanece porque antier pude ver que los niños iban sin uniforme, sin mochila, con una gran sonrisa y la ilusión de pasar un día especial.

Todo eso también me hizo recordar las fiestas de ese entonces, que se hacían en salones como El Principito – celebérrimo entre mis contemporáneos, en la Colonia Del Valle –. En esos lugares la sensación era la alberca de hule espuma – con un olor a pies, que bueno… jajaja –, los carruseles, la resbaladilla y los columpios – todo en metal, con rebabas de hierro muy poco seguras para los estándares de hoy, pero divertidísimas!! –.

A media fiesta llegaba el payaso o el mago – las fiestas más ‘cucas’ a las que fui invitaron a Ari Sandy y al mismísimo mago Frank con su conejo Blas –, hacían jueguillos y te regalaban una nariz roja, un set de bordado o una lotería de cartón –.

La comida consistía en unas microgelatinas en recipiente desechable de plástico – en los cuales, debido al diseño ‘en barritas’, tristemente se quedaba buena parte de la gelatina –, ensalada rusa y sandwichitos en triángulos. Y por supuesto, no podía faltar el pastel – que luego iba a parar a la alberca de hule espuma de la que ya hablé… jajaja –.

El evento era amenizado por las rolas de Cri Cri, Parchis, Cepillín, Enrique y Ana, Los Pitufos, Las Ardillitas y hasta Yuri con el ‘osito panda’, y al finalizar lo más emocionante era la bolsa de dulces que incluía aciditas, selz soda, pelotas de goma, chicles flecha y polvitos de chile tico tico.

Y las piñatas eran cosa precaria, hechas con ‘flequitos’ de papel de colores, con una forma básica que bien podía ser un perro, un oso o un tigre. Todos haciendo fila y cantando – eso sí, sin el ‘ya le diste uno, ya le diste dos…’, eso es nuevo – para ponerse buzos y no dejar que la mamá del niño de al lado te volara los caramelos – esa modalidad no es nueva –.

Qué buenas fiestas aquellas, y qué buenas también las de ahora, sólo que estas últimas presentan variantes como las de los juegos de plástico – la cosa más lúdica, dirían algunos –, el pastel hecho con panquecitos para que los chiquitines los coman más fácil y se desperdicie menos, las piñatas son elaboradísimas y tan reales que muchos se niegan a ‘destruir’ a palos a su personaje favorito.

Eso sí: antes, ahora y siempre, las fiestas infantiles van a tener el encanto de la gran celebración que representan, lo mismo que el Día del Niño. Por todo lo anterior, nunca debemos olvidar la máxima que afirma que todos tenemos algo de niños: vaya que sí, YIPIYEI!!