viernes, 25 de abril de 2008

Buenos hábitos de infancia (I)

Por décadas, los niños esperaban que fuera domingo para acercarse a sus padres, tíos, o abuelitos para recibir su domingo. En ese acto tan sencillo y fraternal estaba implícita la adopción de un excelente hábito: el ahorro. Los niños sabían que con ese dinero podían comprar golosinas, un juguete que querían o regalos para ocasiones especiales como Navidad o cumpleaños de los seres queridos.

Al contar con un ahorro, los niños llegaban a sentirse en cierta medida autosuficientes y comprendían el valor de las cosas al saber que no es fácil adquirirlas, que no es tan sencillo hacerse de los recursos para tenerlas, que si no las cuido me tendré que esforzar aun más para poder alcanzarlas de nuevo.

Paralelamente, existía el hábito del almuerzo o lunch que los niños llevaban a la escuela para comerlo a media mañana durante su descanso o recreo. Ya fuera un sándwich casero, verdura picada, galletas, panecitos dulces o yogurt, además de agua de frutas, jugo o leche de sabores, el almuerzo tenía la finalidad de no quedarse con el estómago vacío hasta la hora de la comida.

Pero no sólo se trataba de comer sano – que en sí ya es un excelente hábito –, sino que cada lunch llevaba consigo el cariño del miembro de la familia que lo preparaba, acompañado de un pedacito de hogar transportable en una lonchera y una cantimplora.

Por desgracia, nuestra actualidad ya no registra con la frecuencia de antes esos buenos hábitos: que si un niño quiere un videojuego, se lo compro; que si quiere unos patines, se los compro; que si quiere una nueva película en DVD, se la compro. Lo mismo con el lunch: como ‘no tengo tiempo’ y ‘no me quiero complicar’, le doy dinero al menor para que compre algo en la tiendita escolar, que seguro serán frituras, refrescos o cualquier alimento de escaso contenido nutricional, que no está mal para un antojo semanal, pero no para consumirse todos los días.

¿Qué refleja esta pérdida de buenos hábitos de infancia? Dos cosas: por una parte, la intención de querer compensar horas de ausencia con beneficios materiales, y, por otra, la extensión de la cultura light y el mínimo esfuerzo a lo más recóndito de nuestra convivencia humana.

Debemos rescatar tanto el domingo como el lunch. De pesito en pesito, los niños sabrán valorar lo que tienen, que se aplica tanto en lo tangible como en lo intangible – más vale tiempo de calidad que cantidad de tiempo sin sentido o mal compensado en el seno familiar –. Asimismo, levantándose 10 minutos antes, ni más ni menos, se puede preparar un delicioso y nutritivo refrigerio con un premio semanal o quincenal para el recreo, como un delicioso sándwich de cajeta o mermelada de fresa, mmm.

viernes, 18 de abril de 2008

¡Sólo quiero un shampoo!

Como cada semana, César y yo fuimos gustosos al súper. Entre las cosas que nos hacían falta estaba un paquete de huevos. Nos dispusimos a tomarlo y nos topamos con que se trataba de ‘huevos adicionados con Omega 3’. Como no era nuestra opción, buscamos un cartón diferente: ese decía ‘huevos vegetarianos’. Como tampoco resultó lo que queríamos, optamos por una tercera cajita, ‘huevos jumbo’, que no fue de nuestro interés. Y la cuarta fue el colmo, ‘huevos light’ (sólo faltaron ‘huevos orgánicos’, jaja).

¡Lo único que queríamos era una docena de huevos comunes y corrientes!

Y no era la primera vez que pasábamos por eso: hace unos meses buscábamos un shampoo para César, un producto para cabello normal, y que vamos viendo: shampoo para pelo pintado, para pelo chino, pelo lacio, anti frizz, control de volumen, anti caspa, hidratante, humectante, pelo seco, pelo graso, control de caída, con hierbas, con frutas, pelo mixto, pelo delgado, grueso, con orzuela…

¿¡Y por qué no uno normal, un shampoo cualquiera?!

Y haciendo el análisis de otros productos, pensamos en el Suavitel. Siempre hubo uno, el de empaque azul, pero ahora han sacado una infinidad de aromas: Caricia de Cielo, Brisa de la Mañana, Toque del Amanecer… digo, no sé si así sean los nombres correctos, pero son algo muy similar: un exceso (incluso hay uno ‘aroma Tango’, que sabrá Dios cómo sea).

O los jabones tipo aquarius age que reciben nombres como Relajación, Tranquilidad, etc… en lo que puede tomarse como una vil tomadura de pelo, porque no son más que mera higiene lo que ofrecen y para lo que se les compra. No importa que hagan algo más: sólo se quiere limpieza.

O qué tal la leche: entera, semidescremada, descremada (hasta ahí no me parece mal), para mujeres, para ‘cuarentaytantos’, con Omega 3, sin colesterol, deslactosada (estas últimas en sus versiones entera, semi y light), orgánica, de vaca, de cabra, ultravitaminada para el crecimiento…

A lo que voy es a la siguiente pregunta: ¿en qué momento nos volvimos tan complicados como humanidad? Seguramente cuando surgieron la mercadotecnia y sus mercadólogos. A ellos habría que preguntar: ¿será verdad que a mayor diversificación se compra más, será cierto que necesitamos de tantos productos para la cotidianidad?

De por sí hay un grado considerable de complejidad en los seres humanos como para sumarle dificultad a nuestra vida para elegir cosas tan básicas como un jabón o un cartón de huevos.

Reconozco que hay bienes y servicios que pueden facilitar la vida, o que hay gente que tiene el pelo así o asá, o que algunas personas requieren eliminar cierto elemento de su dieta diaria– como la grasa o la lactosa de la leche–, pero nunca hay que olvidar que hubo un primer producto que dio origen a lo demás, como huevos normales o shampoo normal.

No es que quiera estandarizar u homogeneizar, sino simplemente recordar que lo más sencillo tiende a ser lo mejor.

viernes, 11 de abril de 2008

Las razones del Tíbet

La llama olímpica inició su recorrido por el mundo. Para recibirla en cada ciudad, decenas de activistas a favor de un Tíbet libre han aprovechado la ocasión para manifestar su desaprobación a que la máxima justa deportiva se desarrolle en China. ¿Por qué? Porque China se ha dedicado a erosionar al Tíbet, su religión, sus creencias, su gente, su entorno natural y cultural desde la invasión de Mao Tse Tung ocurrida el 21 de octubre de 1950.

Pero el trasfondo es más complejo, veamos el contexto:

Tíbet es una región profundamente espiritual, con el Himalaya cuidando su espalda y el budismo instalado en sus entrañas. A principios de nuestra era, contaba con comunidades poco desarrolladas, no conocían la escritura ni tenían una religión de grandes dimensiones. Fue entonces cuando se introdujo el budismo hacia el siglo VIII D.C.

El budismo tibetano se caracteriza por la entrega de los creyentes a un lama o gran maestro vivo que serviría de guía por el camino a la salvación, y es a partir del siglo XVII que se instauró la figura del Dalai Lama como gobernante terrenal y líder espiritual del Tíbet. El Dalai Lama es venerado por ser la reencarnación de Avalokiteshvara, bodhisattva de la compasión. Es decir, un ser iluminado que reencarna para aliviar el dolor de los seres humanos que no se han salvado. En el Dalai Lama fluyen signos de divinidad y de humanidad al estar en el plano terrestre.

Se dice que cada tibetano tiene una profunda conexión con el Dalai Lama porque él simboliza el Tíbet entero: la belleza de la tierra, la pureza de sus ríos y lagos, la santidad de sus cielos, la solidez de sus montañas y la fuerza de su pueblo.

Así fueron las cosas durante los siguientes siglos, hasta que en 1950, unos 80,000 soldados comunistas cruzaron la frontera tibetana so pretexto de “liberarlos pacíficamente” de su religión y llevarles “progreso material”. Pero en realidad, lo que pretendían los chinos comunistas era la “unificación”, considerando al Tíbet parte irrenunciable de su territorio; mera geopolítica rojilla.

Y no sólo eso: discrecionalmente, la unificación se extendería al plano de las ideas y las costumbres, por lo que han pretendido eliminar de raíz la cultura tibetana en una especie de ‘limpieza cultural’.

Al no haber pedido ayuda para “liberarse”, los tibetanos procedieron a la resistencia. Los chinos comunistas, que de “pacíficos” no tenían ni tienen un pelo, hicieron de la tortura, la ejecución de rebeldes y la persecución religiosa una constante. Para evitarlo, el Dalai Lama 14° – Tenzin Gyatso – decidió exiliarse en Dharamsala, India, en 1959.

Sin embargo, de poco sirvió su partida. Las vejaciones eran lo cotidiano. Diariamente había crucifixiones, vivisecciones, desmembramientos, quema de genitales y muerte por decapitación o fuego. Algunos eran destripados, otros eran amarrados de pies y manos para luego ser arrojados al agua helada de algún río o lago. Y para evitar que gritaran “¡Viva el Dalai Lama!” antes de su muerte, en señal de fidelidad a sus creencias, la lengua les era arrancada con un gancho de carnicería.

Paralelamente, el Dalai Lama envió delegaciones a la India, EU, Inglaterra y Nepal para solicitar su intervención ante el abuso chino, pero sólo recibió negativas y portazos ante la falta de intereses políticos que los hicieran reaccionar.

Transcurridos algunos años, la pregunta es ¿cuál es la situación actual del pueblo tibetano y de su líder máximo? El primero resiste, envuelto aun en sangre y opresión, porque los monjes que ahí quedan siguen sufriendo cierto grado de acoso. Asimismo, la gente común no goza de libertad alguna – ni de tránsito, ni de expresión, ni de nada – y viven en condiciones precarias - ¿dónde quedó el “progreso prometido”? –.

En cuanto al segundo, su voz ha tenido eco en todo el mundo – aunque no entre los encargados de tomar decisiones –, impartiendo conferencias en la ONU y otros foros, donde ha pedido un alto a la política de poblamiento chino que amenaza la existencia del pueblo tibetano, respeto a los derechos humanos y las libertades democráticas, restauración y protección del ecosistema del Tíbet, negociación del futuro estatus del Tíbet y su relación con China, y el establecimiento del Tíbet como zona de paz.

¿Y qué hay de los chinos? Ellos fingen demencia y consiguen la sede para celebrar los XXIX Juegos Olímpicos, como si tuvieran cara para hacerlo. El espíritu olímpico es sinónimo de amistad, paz, hermandad, y los chinos son exactamente el reverso de esa moneda. ¿Y por qué nadie hizo notar eso al momento de las nominaciones olímpicas? Porque hay fuertes intereses económicos de por medio: ningún gobierno se quiere enemistar con China.

Yo llevo un tiempo dando seguimiento a la causa tibetana porque admiro al Dalai Lama y reconozco la resistencia de su gente. Es por eso que me alegra que salga a la luz el sufrimiento de todo un pueblo, que el mundo voltee a esa región del mundo y levante la voz para que se respete el derecho a ser lo que ellos quieran: una región independiente con ciclos, cielos y costumbres propios.

Y me alegra también la reacción de todas esas personas que salen al paso de la antorcha olímpica para repudiar la doble moral china, de otros países y organizaciones como el Comité Olímpico Internacional, y para rechazar el exterminio sistemático, mejor conocido como genocidio, que cometen los chinos desde hace décadas en el Tíbet.

Por último, una gran lección para los chinos: les está saliendo ‘el tiro por la culata’, jajaja.

viernes, 4 de abril de 2008

El museo nómada o el secuestro del espacio público

Desde su instalación, el museo nómada ha sido un tema muy comentado. Se ubica en pleno Zócalo y alberga la exposición Ashes and Snow, del fotógrafo Gregory Colbert. Se habla de los récords de asistencia, de filas kilométricas para entrar y ya se le cataloga como todo un suceso.

Sin embargo, yo soy cautelosa, incluso escéptica, y tengo mis reservas al respecto. Se habló de acercar a la gente al arte y sensibilizar sobre el contacto humano con la naturaleza como objetivos principales de la iniciativa, pero yo pienso que lo único que lograron fue secuestrar el espacio público.

Independientemente de la calidad del material expuesto – con fotos que seguro tienen ‘truco’ –, declaro abiertamente mi protesta en contra de ese tipo de estructuras, porque el derecho de ver las fotos monumentales de unos termina donde empieza el de otros a disfrutar del patrimonio cultural tangible de la plaza principal de la Ciudad de México.

Y el secuestro viene desde que comenzaron a instalar el llamado ‘museo’ – cuestionando si en realidad se trata de un museo o sólo de un proyecto artístico alternativo –: casi 6 meses de labores que convirtieron en toda una odisea caminar por la plancha central, pues no había lugar para peatones y había que torear autos, maquinaria y a los otros transeúntes. Pienso en noviembre, cuando Lauriux, mi prima de Ensenada, vino al D.F. y quiso conocer el Zócalo: nos topamos con una espantosa estructura de tubos y tablones que obstruía en su totalidad la visión integral del lugar.

Ahora, ya en marcha la exposición, hemos sido víctimas de la misma tendencia: hace ocho días que fuimos a casa de los abuelitos de César, la otrora grandiosa entrada al centro por la avenida 20 de Noviembre se diluye en los techos de lámina vistos al fondo de la escena, cual mercado improvisado, como vivienda mal hecha de zona marginal (a pesar de que digan que el interior está muy instalado en la onda ‘étnica’, que los espejos de agua están padrísimos y que los bambúes evocan un ambiente ‘tribal’ único).

Y pensar que seguro lo quitan en otros 6 meses… (y teniendo la experiencia que están buenos para poner pero no para quitar, probablemente lo desmantelan en 8 meses o un año…).

También cabe señalar que la contabilidad masiva del público no necesariamente es señal de éxito: lo cuantitativo no habla de la calidad del producto, y con mayor razón en el ámbito cultural. Recordemos que para la gente ‘gratis hasta las patadas’, y aunado a la publicidad que le han hecho a la exposición, muchos creen que lo importante es decir que fueron sin importar lo que realmente les dejó la experiencia (para muestra basta un botón: cada vez que hay exposiciones con motivo egipcio hay miles de personas queriendo ver la muestra por no sentir que quedaron fuera de un fenómeno tan publicitado).

Que el museo nómada haya estado previamente en Nueva York, Berlín y Tokio no garantiza el contenido, sino sólo su carácter global – y global no necesariamente es igual a bueno – .