viernes, 28 de octubre de 2011

Redescubriendo el horario de invierno

Siempre he afirmado que mi horario favorito es el de verano: se disfrutan más horas de luz, hace calorcito y oscurece tardíamente, después de las 20 hrs., así que regresamos del trabajo con la sensación de que todavía se pueden hacer otras cosas.

En cambio, llegado el invierno, es medio tristito salir de la oficina, dirigirse a la parada del autobús en medio de la incipiente oscuridad y sentir que el día ha terminado sin siquiera estar en casita (aunque salga uno a la misma hora que en verano).

Sin embargo, en la antesala del horario de invierno, he ido descubriendo que éste, con su clima templado, también tiene su lado especial, y más ahora que está Lety!! A continuación comparto con ustedes algunos de mis motivos para redescubrirlo:

- El invierno anuncia que la Navidad se acerca.

- La oscuridad invernal de la tarde-noche da oportunidad de pedir un deseo a la luna o a la primera estrella que aparece en el cielo.

- El frío es propicio para acurrucarse en las sábanas de franela.

- Mirar la oscuridad exterior a través de las ventanas de casita es el escenario perfecto para hornear un pastel.

- Terminar la jornada laboral y salir cuando ha oscurecido permite disfrutar la iluminación navideña de las calles.

- El aire frío es buen pretexto para usar un lindo gorro o ponerse el abrigo.

- El invierno da pie a tomar ricas bebidas calientes como ponche o chocolate.

-Entrar a un cálido lugar luego de estar en la fría y oscura intemperie da una sensación reconfortante.

- Con la oscuridad invernal dan ganas de sentarse en la sala, encender velas y pasar un buen rato con los seres queridos.

Y lo que más me emociona de todo esto es pensar en la carita que pondrá Lety al momento de encender el árbol de Navidad, en pleno horario de invierno!! (eso sí, a ver qué tal con las 'nuevas' horas para comer y dormir, porque para ella no hay reloj más preciso que el hambre y el sueño!!).

martes, 25 de octubre de 2011

Ciclos históricos

El devenir histórico de la humanidad está conformado por ciclos: surgimiento y decadencia de países potencia, inicio y fin de una guerra, auge y declive de un personaje… y así ha sido por los siglos de los siglos.

Uno de esos periodos inició indudablemente en la década de los sesenta del siglo XX, cuando se vivió una efervescencia mundial de críticas y cuestionamientos; muchos países africanos lucharon por su independencia, se registraron innumerables revoluciones y jóvenes de todo el mundo protestaron en contra del statu quo.

Así fue como entraron a escena Euskadi Ta Askatasuna (mejor conocida como ETA) en España, en 1968, y Muamar el Gadafi en Libia, un año después. Y justamente la semana pasada, ambos llegaron a su fin (o al menos eso se espera…).

ETA surgió como una organización vasca, de fundamentos independentistas, nacionalistas y marxistas leninistas, con la convicción de que la lucha armada sería el medio para consolidar el país vasco.

Inicialmente contaban con el apoyo de la población al ser considerados opositores al régimen franquista. Sin embargo, sus extorsiones, asesinatos y secuestros, cada vez más frecuentes y violentos, los han llevado a la lista negra, siendo desaprobados por una extensísima mayoría porque civiles inocentes han pagado los platos que rompen.

Por su parte, Gadafi encabezó la revolución libia que puso fin al reinado de Idris I, transitando así a la República Árabe Libia, de corte socialista, con su consabida nacionalización de empresas, bancos e industrias.

Este polémico personaje, antioccidental y antiimperialista, que llegó a apoyar las causas terroristas del mundo árabe, estableció una dictadura que lo convirtió en el todopoderoso de su país, cayendo en toda clase de excesos y oprimiendo al pueblo libio por décadas.

Ahora, de forma simultánea, estando debilitada su base, ETA anuncia el fin de su actividad armada y Gadafi muere de un balazo en la cabeza. ¿Qué podemos esperar, se trata realmente del final? De esos ciclos como tales sí, aunque las fases que están por venir tanto en España como en Libia pueden tener visos de herencia de esos actores, por las estructuras que conformaron durante tantos años.

En ambos casos se debe tener cautela, mucha cautela: en otras ocasiones, los etarras han anunciado alto al fuego que terminan por incumplir. Además, aun cuando se produzca un cese definitivo de la violencia, los familiares de las víctimas exigen algún tipo de compensación o arrepentimiento público por sus actos, algo que no se ha dado.

En el caso de Gadafi, habrá que ver si alguno de sus hijos no pretende hacerse del poder (aunque es innegable que le sería muy difícil lograrlo) y cuál va a ser la actitud de la comunidad internacional frente al nuevo régimen: recordemos que hay petróleo de por medio y que los países desarrollados de Occidente siempre se han hecho de la vista gorda con tal de satisfacer sus intereses económicos.

viernes, 7 de octubre de 2011

En el hoyo y siguen cavando…

Entre las múltiples ‘bondades’ que se han dado en mi oficina, la constante han sido los robos: desde celulares y computadoras portátiles hasta aparatos telefónicos fijos (que son de la propia institución…) y comida del refrigerador (literalmente qué muertos de hambre, jaja).

El hurto más reciente se registró la semana pasada cuando a una chica de servicio social le volaron el Blackberry. Como todos hemos hecho ante situaciones como esa, se procedió a informar lo ocurrido a la Dirección General de Protección Civil (mejor conocida como Seguridad), que una vez más no sirvió para bendita cosa.

Todo pareciera muy serio: luego de emitida la denuncia, personal de Seguridad –conformado por un funcionario administrativo y uno o dos ‘polis’– realizan un recorrido por la zona donde se registró el robo. Y rodean, se agachan, observan todo alrededor y le hacen mucho al cuento mientras preguntan ‘¿A qué hora fue, quién se sienta cerca, ya había sucedido antes?’, etcétera etcétera, y aunque dicen que estarán pendientes, lo cierto es que el asunto ahí queda.

En esta ocasión surgió un elemento nuevo que podía ser contundente para sorprender al ladrón; resulta que hay unas cámaras a la entrada del piso que alcanzaron a captar cuando una persona se acerca al lugar de la agraviada y se va apresuradamente. Todos dijimos ‘Ajá, o sea que finalmente pondrán en evidencia a los ladronzuelos de este lugar, qué barbaridad, y ojalá tomen cartas en el asunto y a la calle con el personaje’.

La chica nos contó que le enseñaron los videos y ella dijo ‘Creo que sé quién es’, y de manera inquisitiva, casi amenazadora, le dijeron ‘Pero está segura, cien por ciento segura’, ‘Me parece que sí’, ‘Y habrá que ver si es alguien del sindicato, porque no queremos problemas. Bueno, pues tomaremos las medidas pertinentes’.

Todos esperábamos algo contundente, que se viera que la gente no puede andar por la vida robando al prójimo como cualquier cosa. En eso, a los pocos días, llega uno de Seguridad a la oficina, se para en medio de todo y dice ‘Su atención, por favor, su atención: se les suplica que guarden bien sus cosas y no las dejen sobre el escritorio. Es por su seguridad’.

En pocas palabras, ¿qué fue eso, para qué sirvió el proceso? Está bien que la prevención es la primera medida a impulsar para evitar cualquier anomalía o contratiempo, pero si el delito ya se había cometido ¿por qué no indagar con base en los videos, por qué no poner más cámaras en lugares estratégicos, por qué siempre la salida fácil?

Ah, porque incluso hay quienes dicen ‘Mona tonta, para qué dejó el Blackberry sobre el escritorio, a quién se le ocurre’. Pero lo cierto es que nadie tiene por qué tomar lo que no es suyo, así fuera un fajo de billetes, joyas o un coche con la llave puesta.

Como ejemplo recordé que hace unos años decían que en Japón se ponen a disposición de la ciudadanía contenedores llenos de paraguas en época de lluvias, los cuales son devueltos al rato o el día siguiente por los usuarios (igualiiiito que aquí...).

En serio que en ese microcosmos laboral uno se da cuenta por qué el mexicano está en el hoyo y no contento con eso sigue cavando: porque no hace valer las normas, porque no se hace responsable ni se involucra, porque abusa de todo y porque todo eso lleva a pensar que denunciar o levantar la voz no sirve de nada, llevando a la apatía absoluta.

(Eso sí, yo digo que si alguien tiene hambre y se da cuenta que el prójimo tiene comida, ¿por qué no mejor pedirla en lugar de hurtarla? Lo peor es que una vez el ladrón de la oficina vio una rebanada de panqué casero en un escritorio, se comió el centro y dejó en la servilleta la orilla doradita del pan: qué tal, ratero cínico que no gustó del menú, jajaja).