Hace unos meses, una compañera de primaria, Laura Juárez Cedillo, me contactó para invitarme a una comida de ex alumnos para conmemorar que hace 20 años salimos de primaria (qué tal, veinte años!!...). El evento coincidía con nuestras vacaciones al sureste, por lo que le dije que ya sería en otra ocasión.
Estaban buscando a todo mundo, pidiendo datos de fulana, sutano y perengano. Uno se acordaba de esos personajes, del contexto, de las situaciones; pensaba en sus amigas de entonces, en las chocoaventuras vividas, en las teach, en los salones y todos los momentos escolares que transcurren en un lapso de seis años – que cuando uno es niño parece que el tiempo tiene otro ritmo: es casi eterno –.
Curiosamente, una semana después de esas comunicaciones, en una ida a Cuautla, coincidimos con Bárbara Díaz de León, también de la primaria, en pleno Centro Asturiano; iba con sus papás, su esposo y su hija, de once meses, y contó que su hermano, Carlos, se casaría en Madrid en unas semanas más.
En el camino de regreso, al pasar a Sam’s Club, nos encontramos con Ana Valle Bernal, de la misma etapa escolar, embarazada de ocho meses, acompañada de su esposo y sus suegros, igualita que entonces sólo que con el pelo más largo. Me dijo que justo el día anterior había ido al bautizo del hijo de Liliana Uribe Vargas (¿de dónde? Naturalmente del Queen, jaja), donde vio a Lupita Méndez Vega, que se casó el año pasado.
Cuántas cosas han pasado en ese lapso, cuánto ha cambiado el mundo desde entonces: no había internet, no había celulares, no había tantas opciones de consumo, había pocas cadenas de comida rápida, todavía existían los cinitos de dos plantas donde pasaban una sola película y se tenía un coche por familia.
¿Que cómo estuvo la reunión de ex alumnos? La verdad no lo sé, pero basta con los encuentros recientes para saber que somos gente de bien, con una familia y un hogar consolidados – y es increíble como no se olvidan los nombres de todos ellos, con segundo apellido y todo. Y te acuerdas de sus papás y hermanos, de dónde vivían, etc… etc… –.
En serio que es increíble encontrar a todas esas personas luego de 15 o 20 años de no verlas, y más ahora que ya todas tenemos mayor camino andado, que terminamos la escuela, que nos hemos casado, que estamos trabajando y que es tiempo de tener nuestros propios hijos – por lo visto, sólo faltamos nosotros!! –.
viernes, 28 de mayo de 2010
viernes, 21 de mayo de 2010
¿Nostalgia musical?... A otro perro con ese hueso
Periódicamente recibo un boletín de ticketmaster con los anuncios de próximos eventos. Suelo no hacerles mucho caso porque el contenido es bastante chafa, pero hace poco detecté que venía anunciado ‘Magneto en concierto. Auditorio Nacional. Sábado 22 de mayo, 20:00 hrs.’ (sé lo que mi querido primo Migue dirá al respecto…).
Me puse nerviosa, me apresuré a ver el costo de los boletos y a consultar el calendario para ver disponibilidad de agenda. Recordé la presentación que ofrecieron el año pasado, en octubre, en el Teatro Metropolitan, y fue increíble volver a oír esas rolas después de unos 14 años de haber desaparecido el grupo.
El lugar estaba llenísimo, al tope, con puras ‘contemporáneas’ de edad y gusto musical. Algunas de ellas iban acompañadas del esposo, el novio, la mamá o los hijos (qué tal, insisto que en ocasiones como esa es donde se nota cómo ha pasado el tiempo).
‘Los Magneto’ cantaron y bailaron, con todo y las coreografías originales, los éxitos de entonces: ‘La puerta del colegio’, ‘Para siempre’, ‘Sugar sugar’, ‘Eva María’, ‘Mi amada’, ‘Cambiando el destino’, ‘A corazón abierto’ y ‘Malherido’ (en esa sigo sin poder creer que, en la parte de mayor sentimiento de la canción, el vocalista se equivocara de letra … en lugar de decir ‘sentado bajo el alba, con la mirada fija hacia la nada’ dijo el estribillo de la segunda parte, ‘asomado a la ventana, con la esperanza siempre de tu llegada’…), y según me acuerdo cerraron con el clásico ‘Vuela vuela’.
Las fans nos emocionamos, brincamos, bailamos, lloramos y volvimos a disfrutar de un concierto que no pensamos volver a vivir. Y por supuesto que cantamos toooodas las rolas, porque curiosamente las letras de las canciones favoritas nunca se olvidan – por eso, menos concibo que al muy tipo, después de cantar lo mismo en tantos foros y por tantos años, se le haya pasado… –.
De regreso al momento actual (imagínenme cayendo de golpe y porrazo en mi silla de la oficina, POINGGGG!! Jajaja), en pleno dilema de ir o no ir al concierto que darán en el Auditorio Nacional, caí en cuenta que en realidad, tanto los pillines del grupo como sus representantes, los organizadores y todos los involucrados en la industria del espectáculo, ven en la nostalgia musical una fuente inagotable de recursos, pues concierto que organicen con ‘betabeles’ de antaño, concierto que seguramente estará abarrotado.
Una vez estuvo bien, pero luego de pensar que a ‘los Magneto’ seguro se les acabaron los ahorros en estos 14 años y que quieren recuperar los dineros perdidos con nuevas series de conciertos, organizados so pretexto de festejar 25 años de haber formado el grupo (¿?), decidí que a mi no me duermen con eso de las añoranzas: a otro perro con ese hueso, que yo no les doy un solo peso (con verso sin esfuerzo y toda la cosa, jajaja!!).
Nota: eso sí, si viniera Mecano no dudaría en llenarles el ‘cochinito’… jajaja!!
Me puse nerviosa, me apresuré a ver el costo de los boletos y a consultar el calendario para ver disponibilidad de agenda. Recordé la presentación que ofrecieron el año pasado, en octubre, en el Teatro Metropolitan, y fue increíble volver a oír esas rolas después de unos 14 años de haber desaparecido el grupo.
El lugar estaba llenísimo, al tope, con puras ‘contemporáneas’ de edad y gusto musical. Algunas de ellas iban acompañadas del esposo, el novio, la mamá o los hijos (qué tal, insisto que en ocasiones como esa es donde se nota cómo ha pasado el tiempo).
‘Los Magneto’ cantaron y bailaron, con todo y las coreografías originales, los éxitos de entonces: ‘La puerta del colegio’, ‘Para siempre’, ‘Sugar sugar’, ‘Eva María’, ‘Mi amada’, ‘Cambiando el destino’, ‘A corazón abierto’ y ‘Malherido’ (en esa sigo sin poder creer que, en la parte de mayor sentimiento de la canción, el vocalista se equivocara de letra … en lugar de decir ‘sentado bajo el alba, con la mirada fija hacia la nada’ dijo el estribillo de la segunda parte, ‘asomado a la ventana, con la esperanza siempre de tu llegada’…), y según me acuerdo cerraron con el clásico ‘Vuela vuela’.
Las fans nos emocionamos, brincamos, bailamos, lloramos y volvimos a disfrutar de un concierto que no pensamos volver a vivir. Y por supuesto que cantamos toooodas las rolas, porque curiosamente las letras de las canciones favoritas nunca se olvidan – por eso, menos concibo que al muy tipo, después de cantar lo mismo en tantos foros y por tantos años, se le haya pasado… –.
De regreso al momento actual (imagínenme cayendo de golpe y porrazo en mi silla de la oficina, POINGGGG!! Jajaja), en pleno dilema de ir o no ir al concierto que darán en el Auditorio Nacional, caí en cuenta que en realidad, tanto los pillines del grupo como sus representantes, los organizadores y todos los involucrados en la industria del espectáculo, ven en la nostalgia musical una fuente inagotable de recursos, pues concierto que organicen con ‘betabeles’ de antaño, concierto que seguramente estará abarrotado.
Una vez estuvo bien, pero luego de pensar que a ‘los Magneto’ seguro se les acabaron los ahorros en estos 14 años y que quieren recuperar los dineros perdidos con nuevas series de conciertos, organizados so pretexto de festejar 25 años de haber formado el grupo (¿?), decidí que a mi no me duermen con eso de las añoranzas: a otro perro con ese hueso, que yo no les doy un solo peso (con verso sin esfuerzo y toda la cosa, jajaja!!).
Nota: eso sí, si viniera Mecano no dudaría en llenarles el ‘cochinito’… jajaja!!
viernes, 14 de mayo de 2010
Lo 'british'
Por aquello del ‘ahora o nunca’, la semana pasada cruzamos el Atlántico para festejar por adelantado el cumpleaños de mi mamá en Londres. Fue toda una experiencia, de lo más enriquecedora, intensa, divertida y plena, en la cual caminamos como enloquecidos, subimos y bajamos innumerables escaleras en el metro, entramos y salimos de un recinto para entrar a otro, tomamos todas las fotos que pudimos y nos desconectamos completamente de la cotidianidad, siendo nuestras únicas preocupaciones la hora de apertura y cierre de los lugares que visitaríamos, el lugar donde comeríamos y que el tiempo se hiciera largo largo para ver todo.
Reino Unido en sí es otro mundo, pues no compartimos con ellos gran cosa: ni la raíz lingüística, ni la religión, ni los estilos artísticos, ni la forma de gobierno, ni las costumbres, ni el clima – por cierto, bendito nuestro clima, porque si bien es cierto que la primavera cubría aquellos lares, el aire llegaba a estar tan helado como el invierno más crudo en la Ciudad de México. Pero aun así, con el cuello cubierto y una buena chamarra todo tiene solución!! –.
Ya hablando de Londres, con su interminable caudal de historia, sus rincones, lugares y cielos, encontramos una ciudad cosmopolita, actual pero al mismo tiempo clásica, con una mezcla de culturas que no habíamos vivido anteriormente – la cantidad de mujeres con velos, desde los hiyabs hasta los escalofriantes niqabs, era enorme, lo mismo la diversidad de lenguas que escuchaba uno por doquier –.
Me impresionaron muchísimo los acervos museísticos que posee: la National Gallery albergando los famosos girasoles de Van Gogh y el matrimonio Arnolfini de Van Eyck; el Museo de Ciencia con un piso repleto de barcos y navíos de todos los tiempos; el Museo de Ciencias Naturales y sus fósiles; y el Churchill Museum y los Cabinet War Rooms en los que se reunía bajo tierra ese famoso Primer Ministro inglés durante la Segunda Guerra Mundial.
También visitamos el Imperial War Museum y su impactante sala dedicada al Holocausto; la Tate Modern y su bien documentada línea del tiempo con los movimientos artísticos del siglo XX; el Sherlock Holmes Museum con una infinidad de detalles en torno al mítico personaje; y el British Museum, simplemente colosal, con algunos de los vestigios más importantes de las antiguas culturas, entre ellos las esculturas del frontón, buena parte de los frisos y las metopas del Partenón, la Piedra Roseta, sarcófagos egipcios, muros asirios y algunas figuras aztecas finísimamente trabajadas en turquesa.
Y si vamos más allá de los museos, tenemos la Torre de Londres, que en realidad es una fortaleza en la que puede uno admirar las joyas de la corona y las armaduras de los reyes británicos, además del lugar en sí que es de un medieval ignoto para nosotros; el conjunto de Westminster, que incluye la abadía, la iglesia de Santa Margarita con los restos de Sir Walter Raleigh y el Parlamento; la Catedral de San Pablo, espectacular, con una cúpula de ensueño; y el Big Ben, con su elegante combinación negro y oro y su permanente mirada a la ciudad.
Entre los emblemáticos y muy tradicionales, presenciamos el cambio de guardia, que congrega a cientos de personas diariamente en las inmediaciones del Palacio de Buckingham para ver a los uniformados con sombrero alto de pelo de oso; nos tocó una ceremonia de guardias a caballo, decenas de ellos, con orquesta montada y todo; también fuimos al teatro a ver Mamma mia, la puesta en escena original que lleva 11 años con llenos totales – nos constó, es excelente!! –; y no podía faltar la foto cruzando la calle Abbey Road por el paso de cebra como hicieron los Beatles en los años sesenta para la portada de uno de sus discos. Esa fue toda una hazaña, porque lejos de ser una avenida con semáforo que permita hacer las maniobras pertinentes, es una pequeña calle en zona residencial donde los autos pasan como bólidos, lo cual hace que uno se juegue la vida en el intento por una imagen – que naturalmente nunca se verá como la de John, Paul, George y Ringo –.
Por último, pero nunca menos importante, la parte gastronómica: qué buena es la comida inglesa, que no sé por qué se ha ganado tan mala fama… el fish & chips, los puddings dulces y salados, el roast beef y las papas rostizadas, todo es delicioso!! También incluyo en este rubro el pastel de zanahoria, los sandwichitos – con pan diferente al que come uno acá –, los jugos envasados – con sabores tan locos para el estándar europeo como lichi, guanábana y papaya – y por supuesto el té, que si hay algo muy ‘british’ en este mundo es el mismísimo té.
Y así podría seguir y seguir y seguir contándoles cualquier cantidad de detalles, vivencias, chocoaventuras, bocaditos, anuncios, datos de la elección (allá estábamos cuando ocurrió), comparaciones constructivas, cabinas telefónicas rojas y cerradas, parques inmensos, el jardín más hermoso que he visto en mi vida (que fue en el Palacio de Kensington, con todos los colores de tulipanes que uno pudiera imaginar) y un etcétera que aparece eterno!!
Reino Unido en sí es otro mundo, pues no compartimos con ellos gran cosa: ni la raíz lingüística, ni la religión, ni los estilos artísticos, ni la forma de gobierno, ni las costumbres, ni el clima – por cierto, bendito nuestro clima, porque si bien es cierto que la primavera cubría aquellos lares, el aire llegaba a estar tan helado como el invierno más crudo en la Ciudad de México. Pero aun así, con el cuello cubierto y una buena chamarra todo tiene solución!! –.
Ya hablando de Londres, con su interminable caudal de historia, sus rincones, lugares y cielos, encontramos una ciudad cosmopolita, actual pero al mismo tiempo clásica, con una mezcla de culturas que no habíamos vivido anteriormente – la cantidad de mujeres con velos, desde los hiyabs hasta los escalofriantes niqabs, era enorme, lo mismo la diversidad de lenguas que escuchaba uno por doquier –.
Me impresionaron muchísimo los acervos museísticos que posee: la National Gallery albergando los famosos girasoles de Van Gogh y el matrimonio Arnolfini de Van Eyck; el Museo de Ciencia con un piso repleto de barcos y navíos de todos los tiempos; el Museo de Ciencias Naturales y sus fósiles; y el Churchill Museum y los Cabinet War Rooms en los que se reunía bajo tierra ese famoso Primer Ministro inglés durante la Segunda Guerra Mundial.
También visitamos el Imperial War Museum y su impactante sala dedicada al Holocausto; la Tate Modern y su bien documentada línea del tiempo con los movimientos artísticos del siglo XX; el Sherlock Holmes Museum con una infinidad de detalles en torno al mítico personaje; y el British Museum, simplemente colosal, con algunos de los vestigios más importantes de las antiguas culturas, entre ellos las esculturas del frontón, buena parte de los frisos y las metopas del Partenón, la Piedra Roseta, sarcófagos egipcios, muros asirios y algunas figuras aztecas finísimamente trabajadas en turquesa.
Y si vamos más allá de los museos, tenemos la Torre de Londres, que en realidad es una fortaleza en la que puede uno admirar las joyas de la corona y las armaduras de los reyes británicos, además del lugar en sí que es de un medieval ignoto para nosotros; el conjunto de Westminster, que incluye la abadía, la iglesia de Santa Margarita con los restos de Sir Walter Raleigh y el Parlamento; la Catedral de San Pablo, espectacular, con una cúpula de ensueño; y el Big Ben, con su elegante combinación negro y oro y su permanente mirada a la ciudad.
Entre los emblemáticos y muy tradicionales, presenciamos el cambio de guardia, que congrega a cientos de personas diariamente en las inmediaciones del Palacio de Buckingham para ver a los uniformados con sombrero alto de pelo de oso; nos tocó una ceremonia de guardias a caballo, decenas de ellos, con orquesta montada y todo; también fuimos al teatro a ver Mamma mia, la puesta en escena original que lleva 11 años con llenos totales – nos constó, es excelente!! –; y no podía faltar la foto cruzando la calle Abbey Road por el paso de cebra como hicieron los Beatles en los años sesenta para la portada de uno de sus discos. Esa fue toda una hazaña, porque lejos de ser una avenida con semáforo que permita hacer las maniobras pertinentes, es una pequeña calle en zona residencial donde los autos pasan como bólidos, lo cual hace que uno se juegue la vida en el intento por una imagen – que naturalmente nunca se verá como la de John, Paul, George y Ringo –.
Por último, pero nunca menos importante, la parte gastronómica: qué buena es la comida inglesa, que no sé por qué se ha ganado tan mala fama… el fish & chips, los puddings dulces y salados, el roast beef y las papas rostizadas, todo es delicioso!! También incluyo en este rubro el pastel de zanahoria, los sandwichitos – con pan diferente al que come uno acá –, los jugos envasados – con sabores tan locos para el estándar europeo como lichi, guanábana y papaya – y por supuesto el té, que si hay algo muy ‘british’ en este mundo es el mismísimo té.
Y así podría seguir y seguir y seguir contándoles cualquier cantidad de detalles, vivencias, chocoaventuras, bocaditos, anuncios, datos de la elección (allá estábamos cuando ocurrió), comparaciones constructivas, cabinas telefónicas rojas y cerradas, parques inmensos, el jardín más hermoso que he visto en mi vida (que fue en el Palacio de Kensington, con todos los colores de tulipanes que uno pudiera imaginar) y un etcétera que aparece eterno!!
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