No crean que voy a promover la votación del próximo verano o hablar de politiquerías; ya traté el punto hace dos semanas y con eso es más que suficiente, pues no pienso invertir más tiempo en seguirme indignando con esos infelices que creen que por poner su cara, retocada con photoshop, en cada poste, contaminando toda la ciudad, uno sufragará por ellos (y si no vean a Ana Guevara, hasta le quitaron lo machín, jaja).
Lo que efectivamente quiero es lanzar una campaña, pero a favor de nuestro país, para que hagamos lo que esté a nuestro alcance para salir pronto de esta crisis de perros que está dando al traste con todo: primero por el embate financiero mundial y luego por la llevada y traída influenza, porque en serio que qué daño ha hecho ese ingrato virus.
Si bien es algo real, de lo que hay que cuidarse y contra lo cual hay que tomar medidas preventivas, lo cierto es que los medios de comunicación y la alarma popular no ayudaron gran cosa para calmar la situación.
Se ha informado que son decenas de vuelos internacionales los que diariamente se han cancelado porque los turistas extranjeros no quieren volar a destinos mexicanos para no contagiarse. En Cancún, por ejemplo, esa ha sido la constante y ni siquiera han registrado un solo caso de gripe porcina… Pero los daños son reales, la gente está perdiendo sus empleos y como consecuencia peligran su futuro y el de su familia.
Qué impotencia, en serio que qué impotencia… Pero, ¿qué podemos hacer? Dar nuestro voto de confianza. ¿Cómo? Acelerando el regreso a la normalidad, saliendo de nuevo a la calle, demostrando al mundo que la influenza y cualquier virus son cosa de todos los días – se dice que cada temporada, la influenza estacional, la neumonía y otros males respiratorios cobran la vida de decenas de miles de personas tan solo en México, y de eso no se habla –.
Que los hombres vuelvan a usar corbata, que quienes tenían actividades fuera de casa no tarden en retomarlas, que los tapabocas se reserven para una nueva contingencia (eso sí, reforzando buenos hábitos como el uso de gel bactericida) y que quienes comían en restaurantes o cocinas económicas vuelvan a hacerlo.
Que si se antoja un tamal de los que hace añísimos hemos comido y dejamos de consumir por miedo, hay que comerlo; que si teníamos planeada una ida al cine pero la pospusimos por el temorcillo a la virulencia, vayamos al cinito; que si se tenían planeadas las vacaciones con anticipación pero quién sabe cómo esté todo para ese entonces, hay que viajar y ya está.
En la medida que demos nuestro voto de confianza al consumo de bienes y servicios todo se irá normalizando, las ventas no se irán a pique y las cosas podrán mejorar. Es ahí donde radica la importancia de los ‘granitos de arena’, porque como diría la Madre Teresa, aislados parecen diminutos, pero sumados forman una playa.
Claro está, si lo anterior tampoco merma nuestra propia economía, es decir, si el consumo se trataba de un hábito, un hecho planeado o simplemente un gustito a nuestro alcance. De lo que se trata es de mandar el mensaje: esto está vivo y nada lo va a detener.
Lo que efectivamente quiero es lanzar una campaña, pero a favor de nuestro país, para que hagamos lo que esté a nuestro alcance para salir pronto de esta crisis de perros que está dando al traste con todo: primero por el embate financiero mundial y luego por la llevada y traída influenza, porque en serio que qué daño ha hecho ese ingrato virus.
Si bien es algo real, de lo que hay que cuidarse y contra lo cual hay que tomar medidas preventivas, lo cierto es que los medios de comunicación y la alarma popular no ayudaron gran cosa para calmar la situación.
Se ha informado que son decenas de vuelos internacionales los que diariamente se han cancelado porque los turistas extranjeros no quieren volar a destinos mexicanos para no contagiarse. En Cancún, por ejemplo, esa ha sido la constante y ni siquiera han registrado un solo caso de gripe porcina… Pero los daños son reales, la gente está perdiendo sus empleos y como consecuencia peligran su futuro y el de su familia.
Qué impotencia, en serio que qué impotencia… Pero, ¿qué podemos hacer? Dar nuestro voto de confianza. ¿Cómo? Acelerando el regreso a la normalidad, saliendo de nuevo a la calle, demostrando al mundo que la influenza y cualquier virus son cosa de todos los días – se dice que cada temporada, la influenza estacional, la neumonía y otros males respiratorios cobran la vida de decenas de miles de personas tan solo en México, y de eso no se habla –.
Que los hombres vuelvan a usar corbata, que quienes tenían actividades fuera de casa no tarden en retomarlas, que los tapabocas se reserven para una nueva contingencia (eso sí, reforzando buenos hábitos como el uso de gel bactericida) y que quienes comían en restaurantes o cocinas económicas vuelvan a hacerlo.
Que si se antoja un tamal de los que hace añísimos hemos comido y dejamos de consumir por miedo, hay que comerlo; que si teníamos planeada una ida al cine pero la pospusimos por el temorcillo a la virulencia, vayamos al cinito; que si se tenían planeadas las vacaciones con anticipación pero quién sabe cómo esté todo para ese entonces, hay que viajar y ya está.
En la medida que demos nuestro voto de confianza al consumo de bienes y servicios todo se irá normalizando, las ventas no se irán a pique y las cosas podrán mejorar. Es ahí donde radica la importancia de los ‘granitos de arena’, porque como diría la Madre Teresa, aislados parecen diminutos, pero sumados forman una playa.
Claro está, si lo anterior tampoco merma nuestra propia economía, es decir, si el consumo se trataba de un hábito, un hecho planeado o simplemente un gustito a nuestro alcance. De lo que se trata es de mandar el mensaje: esto está vivo y nada lo va a detener.