El cuento.
Cuando yo era niña tenía un libro titulado ‘Hay un monstruo al final de este libro’. En la portada venían el título y Archibaldo, el muñequín de color azul que en la serie infantil Plaza Sésamo enseñaba los colores, las figuras y otras monerías. Conforme pasaba uno las páginas, Archibaldo insistía que no había que seguir avanzando pues la advertencia estaba hecha: había un monstruo al finalizar del texto y seguramente uno no se quería topar con él.
Para evitar que continuaras, Archibaldo intentaba amarrar las páginas, tapiaba el paso a la otra sección o ponía piedras para no dar vuelta a la hoja. Era una insistencia tal que llegaba el momento en que uno, de niño, dudaba en continuar por lo que fuera a aparecer.
En la penúltima hoja, Archibaldo hacía la última súplica de no pasar al final del libro con la advertencia del monstruo, y cuál era la sorpresa que él era quien estaba en la última parte. En pocas palabras, él era el monstruo al final del libro, una falsa alarma.
El re-cuento
Hace unos días, el gobierno de la ciudad, la Comisión Nacional del Agua y los medios de comunicación lanzaron y difundieron el aviso: no habría ni gota de agua durante la Semana Santa por mantenimiento al Sistema Cutzamala, que en parte abastece al Distrito Federal del vital líquido.
Los focos rojos eran permanentes: no habría agua ni para acordarse, nada nos salvaría de tan fatales días. Para ello habían dispuesto pipas, habían hecho listas enteras de las 400 colonias que se verían afectadas al 100% en las 16 colonias de la capital del país, etc… etc…
Puro cuento!!
Oh, no: nuestra colonia, Pedregal de Carrasco, formaba parte del listado de zonas que se vería afectado. Eso no había sucedido en los cortes anteriores, pero ahora que el Apocalipsis parecía anunciarse optamos por tomar algunas medidas:
Apartamos agua en dos grandes cubetas con tapa, pusimos varias lavadoras (por aquello de los colores y los tejidos distintos), alistamos platos, vasos y cubiertos desechables y decidimos darnos un baño adicional la noche del miércoles por si al día siguiente no había agua (eso sin contar con la gran ventaja que afortunadamente tenemos: si suspendían el suministro podíamos ir al club).
Los días pasaban, las horas transcurrían irremediablemente, (como las páginas del libro de Archibaldo), y finalmente llegamos a los días críticos de Semana Santa. Jueves por la mañana, me aproximé temerosa al grifo del lavabo, lo abrí poco a poco y el agua brotó sin problemas, fiu!! Nos bañamos, desayunamos y para lavar los trastes nuevamente la apertura paulatina de la llave, y nuevamente había agua!!
Así transcurrieron todos los momentos que tuvimos necesidad de utilizar la instalación hídrica de la casa, y gracias a Dios en cada uno de ellos hubo agua a raudales. Pero, ¿a qué nos lleva esto? A afirmar que la tan anunciada suspensión fue tan falsa como el monstruo al final del libro de Archibaldo. No dudo que delegaciones como Iztapalapa sí hayan padecido el recorte de agua, pero definitivamente entre el apartado y medidas adicionales como ‘bañarse doble’ seguro se utilizó una cantidad de agua mucho mayor de la que esas mismas personas hubieran (o mejor dicho, hubiéramos) empleado habitualmente.
Cuando yo era niña tenía un libro titulado ‘Hay un monstruo al final de este libro’. En la portada venían el título y Archibaldo, el muñequín de color azul que en la serie infantil Plaza Sésamo enseñaba los colores, las figuras y otras monerías. Conforme pasaba uno las páginas, Archibaldo insistía que no había que seguir avanzando pues la advertencia estaba hecha: había un monstruo al finalizar del texto y seguramente uno no se quería topar con él.
Para evitar que continuaras, Archibaldo intentaba amarrar las páginas, tapiaba el paso a la otra sección o ponía piedras para no dar vuelta a la hoja. Era una insistencia tal que llegaba el momento en que uno, de niño, dudaba en continuar por lo que fuera a aparecer.
En la penúltima hoja, Archibaldo hacía la última súplica de no pasar al final del libro con la advertencia del monstruo, y cuál era la sorpresa que él era quien estaba en la última parte. En pocas palabras, él era el monstruo al final del libro, una falsa alarma.
El re-cuento
Hace unos días, el gobierno de la ciudad, la Comisión Nacional del Agua y los medios de comunicación lanzaron y difundieron el aviso: no habría ni gota de agua durante la Semana Santa por mantenimiento al Sistema Cutzamala, que en parte abastece al Distrito Federal del vital líquido.
Los focos rojos eran permanentes: no habría agua ni para acordarse, nada nos salvaría de tan fatales días. Para ello habían dispuesto pipas, habían hecho listas enteras de las 400 colonias que se verían afectadas al 100% en las 16 colonias de la capital del país, etc… etc…
Puro cuento!!
Oh, no: nuestra colonia, Pedregal de Carrasco, formaba parte del listado de zonas que se vería afectado. Eso no había sucedido en los cortes anteriores, pero ahora que el Apocalipsis parecía anunciarse optamos por tomar algunas medidas:
Apartamos agua en dos grandes cubetas con tapa, pusimos varias lavadoras (por aquello de los colores y los tejidos distintos), alistamos platos, vasos y cubiertos desechables y decidimos darnos un baño adicional la noche del miércoles por si al día siguiente no había agua (eso sin contar con la gran ventaja que afortunadamente tenemos: si suspendían el suministro podíamos ir al club).
Los días pasaban, las horas transcurrían irremediablemente, (como las páginas del libro de Archibaldo), y finalmente llegamos a los días críticos de Semana Santa. Jueves por la mañana, me aproximé temerosa al grifo del lavabo, lo abrí poco a poco y el agua brotó sin problemas, fiu!! Nos bañamos, desayunamos y para lavar los trastes nuevamente la apertura paulatina de la llave, y nuevamente había agua!!
Así transcurrieron todos los momentos que tuvimos necesidad de utilizar la instalación hídrica de la casa, y gracias a Dios en cada uno de ellos hubo agua a raudales. Pero, ¿a qué nos lleva esto? A afirmar que la tan anunciada suspensión fue tan falsa como el monstruo al final del libro de Archibaldo. No dudo que delegaciones como Iztapalapa sí hayan padecido el recorte de agua, pero definitivamente entre el apartado y medidas adicionales como ‘bañarse doble’ seguro se utilizó una cantidad de agua mucho mayor de la que esas mismas personas hubieran (o mejor dicho, hubiéramos) empleado habitualmente.