viernes, 27 de junio de 2008

Todo un año Tutti Frutti

Chicos y chicas, amigos todos:

Parece un suspiro, unas semanas apenas, pero Tutti Frutti cumple su primer año en la red, en el cual ha tenido realmente de todo un poco:

- Cubitos de manzana, procurando la salud y los buenos hábitos.

- Gajitos de naranja, para refrescar y sacar jugo a la vida.

- Trocitos de piña, por su toque ácido.

- Rodajas de kiwi, para que no falte el elemento exótico.

- Un racimo de uvas, por su versatilidad, que va del jugo al vino.

- Perlas de sandía, haciendo patente el Viva México.

- Y, por qué no, también perlas de melón, por aquello del no te entumas, jajaja.

Como siempre, gracias por su atenta lectura, por crear un ciber lazo tan especial. Que empiece la fiesta y que haya Tutti Frutti para rato, YIPIYEI!!!!!!!!!!!!!!

viernes, 20 de junio de 2008

Buenos hábitos de infancia (II)

Es una lástima pero hay que reconocerlo: la gente no lee ni sabe leer. ¿Cuál es el origen de esto? Que no se tomó el buen hábito de la lectura desde la infancia.

La lectura nos pone en contexto y en vanguardia: despierta la imaginación, aporta conocimientos generales, desarrolla la capacidad de comprensión, enseña ortografía, permite estructurar las ideas y genera una buena redacción. En pocas palabras, es una verdadera maravilla que sólo requiere voluntad para ejercerla y tiempo para disfrutarla.

El problema es que en el esquema light que estamos viviendo, aunado al auge de las tecnologías y los medios electrónicos, lo que menos quiere la gente es molestarse o invertir sus ratos libres en leer. Así se están formando – o deformando – millones de individuos que por mayor grado académico o cargo profesional que tengan, ni entienden lo que leen a pesar de que sus ojos transiten por cada palabra de un texto, ni saben leer cuando deben dar un discurso, o carecen de los conocimientos más básicos o de actualidad simplemente porque no se acercan a las letras.

Y hablo de letras porque la lectura no se limita a los libros, sino que abarca periódicos, revistas y otros documentos escritos.

Fomenten la lectura en casa, tomándola como una diversión e incorporándola a la vida de la persona. No como una obligación, sino como parte del ser mismo. Propicien que los menores lean artículos o capítulos de libros en voz alta: de esa manera se logra desarrollar esa habilidad al tiempo que se comparten contenidos. Adicionalmente, en una acción tan sencilla como esa, crece la curiosidad por ahondar en ciertos temas y se pone sobre la mesa algún argumento de conversación, debate o análisis.

Los padres o abuelos que leen cuentos a sus pequeños de casa, seguro están formando a los lectores del mañana. No saben cuánto se van a divertir y el lazo tan especial que van a tender. Por eso, yo los invito a que lean, relean y nunca dejen de leer.

viernes, 13 de junio de 2008

‘Vivalillos’ hasta en los museillos

La ida al museo es toda una experiencia sensorial, cognitiva, de entretenimiento y de vida. Es el contacto con otros mundos, con otros tiempos. Son otras atmósferas, otros paisajes; aquellos materiales, símbolos y esencias que trascienden hasta formar lo que ahora somos en cada rincón de la historia.

El fin de semana pasado fuimos a ver Isis y la Serpiente Emplumada al Museo Nacional de Antropología y, como era de esperarse, salimos con un excelente sabor de boca (aunque cabe señalar que es extremadamente larga, que el espacio fue insuficiente para tan ambicioso proyecto y que fue forzado incluir tanto a Isis como a Quetzalcóatl en una misma muestra). Sin embargo, exposiciones masivas van y exposiciones masivas vienen y la gente sigue sin tener educación para los museos. Con esto me refiero a las mínimas normas que se deben acatar para completar la experiencia museística antes descrita.

Primeramente NO TOCAR. Una regla fundamental en cualquier museo es la de mantener distancia del material expuesto. No sólo para apreciar mejor las obras, en el caso de lo artístico, sino porque el contacto puede deteriorar los materiales. En Antropología, no entrábamos todavía a la exposición y dos chavitos desbocados ya estaban tocando una escultura de piedra monumental a la entrada del recinto… y en las narices de un pseudo elemento de seguridad que daba las instrucciones. Todas, excepto el no tocar (y por supuesto que le recordé que la dijera…).

Luego viene el respeto al orden. Si la gente está haciendo fila para ver algo, o te formas o te conformas con ver desde gayola. Ah no, pues la gente se mete a empujones y todo, sin importar que los de la fila tienen preferencia. O si están en segundo plano, se indignan porque la gente de la línea les ‘tapa’ lo expuesto…

Y lo que nunca puede faltar: no atravesarse. Es típico que uno está leyendo las fichas museográficas o viendo alguna pieza con la distancia adecuada y algún infeliz se cruza justo en frente, así, sin más, sin pena alguna. En esos casos, no puedo evitar decir de manera sarcástica ‘¿No te estorbo?...’ Y lo peor es que ni se dan por aludidos…

Esas por mencionar las más elementales, porque también están los que toman fotos aun cuando la indicación es ‘no fotos’, o los que introducen alimentos cuando la indicación es ‘no alimentos’, o la nueva de utilizar una audioguía, con la cual van haciendo mosca por todo el museo porque se desconectan del entorno y van dando tumbos entre las vitrinas (y eso que, afortunadamente, ahí no dejaban entrar niños con cuaderno para copiar con puntos y comas lo que ahí se dice: esos también hacen mucha mosca y no les aporta nada…).

Definitivamente, debería haber una antesala donde gente capacitada impartiera, en una brevísima sesión de entre 5 y 10 minutos, el A, B, C de lo expuesto para evitar que la gente se quiera pasar de lista o que de plano atropellen el derecho que tienen los demás a disfrutar de una visita al museo.

De lo que no queda duda es que el mexicano es vivalillo hasta en el museillo, porque ni quiere hacer filas, ni quiere respetar, ni dejar de hacer lo que le dé la gana. Qué gente…

viernes, 6 de junio de 2008

Deportes urbanos extremos

Existe una modalidad deportiva que se ha puesto de moda desde hace algunos años: me refiero a los deportes extremos. Cualquiera pensaría que hay que trasladarse a los rápidos para cruzarlos en una frágil embarcación, o lanzarse en parapente desde un acantilado, o escalar una empinada peña.

Si eso es atractivo para ustedes, les invito a experimentar cualquiera de los múltiples deportes extremos que tenemos, al menos, en la Ciudad de México. Son accesibles, algunos son gratuitos y se pueden considerar temerarios al practicarlos. A continuación enumero algunos de los más intensos, jaja:

- Tomar el metro en la estación Hidalgo cualquier día 28 del mes. El 28 de octubre se celebra a San Judas Tadeo, pero también se le conmemora todos los días 28. Dicen que después de la Virgen de Guadalupe es el santo con mayor número de devotos en México. Es por ello que mes con mes miles de personas lo veneran en el Templo de San Hipólito, llegando la mayoría por la estación Hidalgo del metro. Entre familias enteras, procesiones, niños en brazos, estatuas de tamaño natural que llevan a bendecir, algún perrillo colado y los vendedores de escapularios, imágenes, flores y demás golosinas, los usuarios del transporte deben abrirse paso a como dé lugar para llegar al andén, cuidando siempre de quedar del lado de la pared para no sentir que la multitud los arrojará a la vía.

- Viajar en microbús. Se le ve venir, se detiene al momento de ver un potencial pasajero (o víctima) y la aventura inicia al poner un pie en el estribo. El conductor prácticamente no espera a que uno se suba para arrancarse y a los pocos segundos todos los que van a bordo rebotan al son del cambio de velocidad. ¿Carriles confinados? Nada, incluso ingresan a las vías rápidas y bajan a los pasajeros donde no está permitido, prolongando la ‘experiencia extrema’ del usuario.

- Tomar carriles centrales de Periférico a las 8 de la mañana entre semana. Ahí va la persona en su auto, por la lateral, poniendo civilizadamente la direccional para manifestar su intención de tomar carriles centrales. Entre que la vía rápida se convierte en un estacionamiento gigante y que un falso protagonismo toma posesión de los demás conductores, la táctica ‘defensa con defensa’ no deja espacio alguno para incorporarse a la parte central. Aquí, lo rudo viene cuando la desesperación llega y la contra táctica ‘aventar lámina’ aparece en escena.

- Maquillarse en el metro (sólo para las féminas). Lo siento, chicos, este deporte no es para ustedes, pero hay que ver lo que hacen algunas mujeres. Primeramente, a codo y empujones se suben al vagón seleccionado para garantizar un asiento. De lo contrario, acosan a alguien hasta que consiguen sentarse (el acoso va del encaje de bolsa de mano en la cabeza de la persona sentada hasta la colocación estratégica de la lonchera en la cara del afortunado con asiento).

Posteriormente sacan su estuche de pinturas. No crean que el procedimiento es sencillo, pues no se conforman con pintarse las pestañas y los labios: inician con un corrector, siguen con base de maquillaje, maquillaje, rubor, una especie de sombra base en los ojos, luego las sombras (hasta de 3 tonos…), delineador de ojo arriba, delineador abajo, rizado de pestañas (básicamente con una cuchara que incluso calientan con encendedor), delineador de labios, lápiz labial y ya estuvo, todo en medio del movimiento natural del metro y de mujeres que también buscan intimidar para conseguir un asiento y maquillarse.

Como consejo para la práctica de estos ‘deportes’: si no es lo suyo, evítenlos; si pueden sustituirlos por algo menos rudo, háganlo; y si no queda de otra, disfruten el folklor!!