Existe una modalidad deportiva que se ha puesto de moda desde hace algunos años: me refiero a los deportes extremos. Cualquiera pensaría que hay que trasladarse a los rápidos para cruzarlos en una frágil embarcación, o lanzarse en parapente desde un acantilado, o escalar una empinada peña.
Si eso es atractivo para ustedes, les invito a experimentar cualquiera de los múltiples deportes extremos que tenemos, al menos, en la Ciudad de México. Son accesibles, algunos son gratuitos y se pueden considerar temerarios al practicarlos. A continuación enumero algunos de los más intensos, jaja:
- Tomar el metro en la estación Hidalgo cualquier día 28 del mes. El 28 de octubre se celebra a San Judas Tadeo, pero también se le conmemora todos los días 28. Dicen que después de la Virgen de Guadalupe es el santo con mayor número de devotos en México. Es por ello que mes con mes miles de personas lo veneran en el Templo de San Hipólito, llegando la mayoría por la estación Hidalgo del metro. Entre familias enteras, procesiones, niños en brazos, estatuas de tamaño natural que llevan a bendecir, algún perrillo colado y los vendedores de escapularios, imágenes, flores y demás golosinas, los usuarios del transporte deben abrirse paso a como dé lugar para llegar al andén, cuidando siempre de quedar del lado de la pared para no sentir que la multitud los arrojará a la vía.
- Viajar en microbús. Se le ve venir, se detiene al momento de ver un potencial pasajero (o víctima) y la aventura inicia al poner un pie en el estribo. El conductor prácticamente no espera a que uno se suba para arrancarse y a los pocos segundos todos los que van a bordo rebotan al son del cambio de velocidad. ¿Carriles confinados? Nada, incluso ingresan a las vías rápidas y bajan a los pasajeros donde no está permitido, prolongando la ‘experiencia extrema’ del usuario.
- Tomar carriles centrales de Periférico a las 8 de la mañana entre semana. Ahí va la persona en su auto, por la lateral, poniendo civilizadamente la direccional para manifestar su intención de tomar carriles centrales. Entre que la vía rápida se convierte en un estacionamiento gigante y que un falso protagonismo toma posesión de los demás conductores, la táctica ‘defensa con defensa’ no deja espacio alguno para incorporarse a la parte central. Aquí, lo rudo viene cuando la desesperación llega y la contra táctica ‘aventar lámina’ aparece en escena.
- Maquillarse en el metro (sólo para las féminas). Lo siento, chicos, este deporte no es para ustedes, pero hay que ver lo que hacen algunas mujeres. Primeramente, a codo y empujones se suben al vagón seleccionado para garantizar un asiento. De lo contrario, acosan a alguien hasta que consiguen sentarse (el acoso va del encaje de bolsa de mano en la cabeza de la persona sentada hasta la colocación estratégica de la lonchera en la cara del afortunado con asiento).
Posteriormente sacan su estuche de pinturas. No crean que el procedimiento es sencillo, pues no se conforman con pintarse las pestañas y los labios: inician con un corrector, siguen con base de maquillaje, maquillaje, rubor, una especie de sombra base en los ojos, luego las sombras (hasta de 3 tonos…), delineador de ojo arriba, delineador abajo, rizado de pestañas (básicamente con una cuchara que incluso calientan con encendedor), delineador de labios, lápiz labial y ya estuvo, todo en medio del movimiento natural del metro y de mujeres que también buscan intimidar para conseguir un asiento y maquillarse.
Como consejo para la práctica de estos ‘deportes’: si no es lo suyo, evítenlos; si pueden sustituirlos por algo menos rudo, háganlo; y si no queda de otra, disfruten el folklor!!