Hoy es Día del Niño, una celebración que disfrutan de lleno los pequeñines: en la escuela, cuando hay clases esa fecha, los dejan ir sin uniforme, les regalan el lunch – en mi época un tradicional boing en empaque triangular, gansito, frituras y paleta helada – y todo el día es recreo. Por su parte, la familia los lleva a comer algo especial – pensemos en helado, pizza o hamburguesas, mmm – y después probablemente a dar la vuelta al centro comercial, al parque o al cinito.
Desafortunadamente, muchos niños no cuentan con esos beneficios:
- Como los chiquitos del puesto de periódicos cercano a mi oficina que pasan sus primeros años de vida dentro de un guacal; para ellos no hay cuna o corralito.
- Como los pequeñines que en época de frío, a las 7 de la mañana, son llevados en transporte público a la escuela o a la guardería; para ellos no hay transporte escolar o automóvil familiar con calefacción.
- Como los chiquitos del restaurante chino de la vuelta de Sedesol que aprendieron a gatear entre las mesas del local y el piso sucio de la cocina; para ellos no hubo brincolines ni un piso laminado para dar sus primeros pasos.
- Como los pequeñines que luego están en los semáforos vendiendo chicles y golosinas (que ellos mismos no pueden consumir); para ellos su única estimulación temprana es evitar que los atropellen.
- Como los chiquitos de las Estancias Infantiles que he conocido en las visitas de campo del trabajo, a quienes algunos familiares – incluyendo padre o madre – han querido regalar en el supermercado; para ellos no hay un hogar al cual pertenecer.
- Como los pequeñines de escasos recursos que asisten a la escuela por el incentivo de recibir el dinero de una beca y así poder comer, no tanto por lo que ahí puedan aprender o por las oportunidades que el conocimiento les pueda abrir.
Por eso, y por el simple hecho de que existen, nos dan la más sincera de las sonrisas y tienen las ocurrencias más geniales, doy gracias a Dios porque nuestros niños, esos de la familia, amigos o conocidos, tienen todas las condiciones para estar sanos, tranquilos y ser felices. Por eso también hay que apreciarlos y enseñarles a que, cuando crezcan, valoren lo afortunados que son al haber nacido donde nacieron: eso no se escoge.
Desafortunadamente, muchos niños no cuentan con esos beneficios:
- Como los chiquitos del puesto de periódicos cercano a mi oficina que pasan sus primeros años de vida dentro de un guacal; para ellos no hay cuna o corralito.
- Como los pequeñines que en época de frío, a las 7 de la mañana, son llevados en transporte público a la escuela o a la guardería; para ellos no hay transporte escolar o automóvil familiar con calefacción.
- Como los chiquitos del restaurante chino de la vuelta de Sedesol que aprendieron a gatear entre las mesas del local y el piso sucio de la cocina; para ellos no hubo brincolines ni un piso laminado para dar sus primeros pasos.
- Como los pequeñines que luego están en los semáforos vendiendo chicles y golosinas (que ellos mismos no pueden consumir); para ellos su única estimulación temprana es evitar que los atropellen.
- Como los chiquitos de las Estancias Infantiles que he conocido en las visitas de campo del trabajo, a quienes algunos familiares – incluyendo padre o madre – han querido regalar en el supermercado; para ellos no hay un hogar al cual pertenecer.
- Como los pequeñines de escasos recursos que asisten a la escuela por el incentivo de recibir el dinero de una beca y así poder comer, no tanto por lo que ahí puedan aprender o por las oportunidades que el conocimiento les pueda abrir.
Por eso, y por el simple hecho de que existen, nos dan la más sincera de las sonrisas y tienen las ocurrencias más geniales, doy gracias a Dios porque nuestros niños, esos de la familia, amigos o conocidos, tienen todas las condiciones para estar sanos, tranquilos y ser felices. Por eso también hay que apreciarlos y enseñarles a que, cuando crezcan, valoren lo afortunados que son al haber nacido donde nacieron: eso no se escoge.